Hay pocas cosas que a David de la Cruz le borren la sonrisa o le rasguen de cuajo esa chispa extrovertida que pocos como él atesoran. La pasada Vuelta a España fue una de ellas. En la 14º etapa, el catalán se cortó bajando camino de les Praeres y perdió todas sus opciones, sueños y aspiraciones que le habían hecho exprimirse los últimos meses en busca de una buena general. “Fue una desilusión, no me salió y mi condición era muy buena. Iba con muchas expectativas porque sabía que era capaz. Y cuando acabó la carrera, los días posteriores me costó asimilarlo". ¿Qué se siente? “Frustración". Pero David tiene la gran suerte de llevar tatuada en su Cruz el optimismo por bandera. “Cambié el chip y seguí confiando en mi, en darle la vuelta para quitarme ese sinsabor".
En ese camino ha llegado a Innsbruck, a la víspera del Mundial más ilusionante de los últimos años para las opciones españolas. El maillot de la selección ya le sienta como un guante a De la Cruz. Es la tercera vez que se lo pondrá de manera consecutiva. Es el único ciclista de esta selección que ha corrido los últimos campeonatos, “Soy el que tiene más experiencia así que", vuelve esa chispa de David, “ya le daré algún consejito a Alejandro", dice entre risas. Desde que debutó en el de Doha, afirma, “cada vez los recorridos se adaptan mejor a mi. Aquel era malísimo, el segundo no muy bueno y el de mañana, espero que sí lo sea".
Pero, aunque las dos citas anteriores no iban con él, a De la Cruz le sirvieron de faro y guía. “El Mundial es una carrera diferente y los dos que he hecho me han dado experiencia. Estoy seguro que lo que viví en Doha y el año pasado en Noruega me servirá de mucho mañana". Nada es diferente pero mucho ha cambiado, opina de la Cruz, pues “se respira un ambiente de que este mundial se adapta muy bien a nosotros, a los ocho que estamos aquí y encima tenemos un ciclista como Alejandro que ha hecho seis veces medalla. Así como en Doha la selección a seguir era Bélgica, aquí tendremos nosotros ese papel. Sabemos que si tenemos un buen día, lo podemos hacer bien y dejar a España en buen sitio".
En ese camino de reconciliación tras la Vuelta y hasta Austria, De la Cruz, como el resto de la selección tuvieron una parada en Sierra Nevada, en una concentración de cuatro días que iba más enfocada a hacer un buen grupo, una piña entre los siete corredores –Castroviejo, al correr la CRE y la CRI no estuvo presente- de siete equipos diferentes. Una labor, además, de regeneración para olvidar lo sucedido en la Vuelta y dejarlo aparcado en el pasado. “Me alegro de haberla hecho. Al principio te cuesta ir porque no te apetece después de haber corrido la Vuelta pero creo que ha sido la mejor decisión porque hemos descansado y hemos entrenado súper bien".
Cada corredor de un equipo diferente. Movistar (Valverde), Sky (él mismo), Mitchelton (Mikel Nieve), Astana (Omar Fraile), Quick Step (Enric Mas), Cofidis (Jesús Herrada) y Bahrain-Merida (Ion Izagirre). “Hace una semana estábamos metiéndonos el manillar en la Vuelta y ahora somos un equipo, creo que era necesario hacer algo así porque llegas aquí el jueves y se hace raro. Nos pasó el primer día cuando llegamos a Granada. Pero esa misma noche, en la mesa cenando ya estábamos haciendo bromas, cuatro risas y olvidado".
Porque, prosigue De la Cruz, “todos somos profesionales. Cuando estas en carrera, uno tiene que meter el manillar, hay muchas cosas en juego. Siempre que lo hagas con respeto, todo el mundo lo acepta. Y una vez que se acaba la carrera, tan amigos. Ha sido bastante fácil. Somos muchos los corredores de esta selección que estamos en equipos extranjeros, estamos acostumbrados a otro tipo de cultura y cuando llegas aquí, que todos somos españoles, es tu lengua, tu idioma, tu mismo humor. Es mucho más fácil". Por eso subraya que “hay un ambiente muy bueno y eso mañana ayudará porque salimos con un grupo cohesionado y todo es más fácil".
De la Cruz espera “una carrera dura. En el circuito dentro de Innsbruck habrá mucho látigo. Será un día de mucho desgaste y veremos diferentes carreras porque habrá selecciones que querrán moverse un poco más y otras que buscarán ser más conservadoras. Tendremos que adaptarnos a lo que la carrera nos vaya dictando. Será difícil de controlar, muy loca".
Hasta dónde pueden llegar sus piernas, ni siquiera él lo sabe pero está seguro de que “mi estado de forma es bueno y espero estar delante en el final. Nuestro hombre es Alejandro" y espera apoyarle en todo lo que precise. Sabe que “he recuperado bien de la Vuelta y de la desilusión y tengo ganas de terminar bien el año, de que todo el trabajo que allí no se vio, sacarlo".
Es lo bueno del ciclismo. Que las derrotas pasan rápido porque pronto llega otra carrera. Otra meta. Otro objetivo. El de David de la Cruz, optimista por naturaleza, es ahora el Mundial y después, las clásicas italianas con Il Lombardía como gran colofón. Y si flaquea, tiene cerca las enseñanzas de David Brailsford, mánager de su Sky y motivador nato. “Él nos dice siempre que hay que seguir tocando la puerta. A veces no se abre pero tienes que seguir concentrado, entrenando y cuidándote. Y tocando la puerta porque llegará un día que, a lo mejor, esa puerta se abre".
David no se cansa de tocarla. De aporrearla si es necesario. Lo siguió haciendo incluso con toda opción de lucha por el podio en Madrid se desvaneció. “Hablé con el equipo ese mismo día y les dije que, para mi, el top10 no era algo que me motivara y prefería ir a por una etapa, la del Monte Oiz –donde estuvo en la escapada y arrancó antes que Michael Woods- y las de Andorra. Me hubiera llenado más eso que hacer sexto en la general".
Eso, ante todo, lo tiene claro: “No me quiero convertir en un ciclista que entrena para ser noveno en una general de una vuelta. Tengo otras ambiciones. Para hacer top10 hay que andar mucho y no quiero quitarle méritos pero a mi no me llena. Prefiero, si veo la opción, luchar por etapas o clasificaciones secundarias. Soy ambicioso y quiero destacar de alguna forma. Cuando acabe la temporada será el momento de sentarse y verlo pero no quiero ser un ciclista que pase desapercibido".
Antes que ciclista, David de la Cruz fue atleta. “Y ahí cuando te salían los tiempos sabías que podías ganar pero el ciclismo tiene muchas cosas: subidas, bajadas, abanicos, la lluvia…un ciclista tiene que manejar todas esas situaciones. Sé que tengo que pulir esas cosas".
Sabe lo que tiene que hacer, además de seguir tocando la puerta para que se abra. “En la Vuelta, las opciones se me fueron bajando. Tengo muchas virtudes y muchos hándicaps. Uno de ellos son las bajadas, negarlo sería una tontería. Lo que tengo que hacer es trabajar, fortalecer mis puntos débiles". Nunca ha sido un gran bajador pero todo se torció el año pasado cuando “tuve una caída entrenando antes de la Vuelta y en la etapa del Angliru también. Es un tema psicológico". Y no va a dejar que pase más tiempo para solucionarlo. “Voy a empezar a trabajar con Óscar Sáez, ex campeón del mundo de descenso que había trabajado con Pinot. Y ver todo el abanico de posibilidades que hay y trabajar todo lo que se pueda". Pero primero se pondrá este domingo su tercer dorsal mundialista. Y a tocar la puerta. A ver si en Innsbruck se abre.