En una edición del Tour donde, vista la escasa implicación de la mayoría, las fugas en el llano cotizaron a la baja, el galo Yoann Offredo sería uno de los protagonistas del primer tercio de carrera gracias a su omnipresencia en ellas. Lo hizo acumulando más de quinientos kilómetros escapado en tres ocasiones -Épernay, Nancy y Chalon-sur- Saône-, pero complicaciones de salud en la octava jornada, seguidas de una inoportuna caída iniciando la novena, le alejaron de toda lucha y convirtieron el resto de su actuación en un mero ejercicio de supervivencia. Acompañado en varias ocasiones de Stéphane Rossetto -a su izquierda en la foto-, su paisano, amigo e incluso padrino de su hija, Offredo dejó un año más la impronta de su combatividad en su país, donde ahora pocos se atreven o les dejan atreverse. "Creo que es un poco triste acabar en París después de tres semanas siguiendo la rueda de otros. En el grupo, a veces decimos de broma que las madres de gente como yo saben bien donde están sus hijos durante todo este tiempo", comentaba tras la primera semana de competición, en la que subió un día al podio para recibir el premio al más combativo. Desde que accedió a la máxima categoría con el entonces denominado Française des Jeux en 2008, su carrera viene siendo una montaña rusa de acontecimientos deportivos y extradeportivos que han acabado por apaciguar un potencial que le hizo ser considerado como la gran esperanza de su país para clásicas. A sus actuaciones entre los mejores en pruebas de un día de la relevancia del antiguo Gran Premio de Plouay (3º en 2010), Omloop Het Nieuwsblad (4º en 2011) o la propia Milán-San Remo (7º días después) seguirían una serie de sucesos y accidentes de toda índole prolongados hasta la primavera de este mismo año, que torcieron el guion de una prometedora carrera. Primero, en 2012 una suspensión de doce meses por tres faltas de localización en el sistema Adams; después, a su regreso, un fuerte accidente en la París-Roubaix cuyas imágenes darían la vuelta al mundo por su fuerte choque contra una señal donde se rompería el esternón; más adelante, en 2017 y ya con su actual equipo, el Wanty- Gobert belga, una riña entrenando con un conductor saldada con su nariz rota a golpe de bate de béisbol y un posterior juicio donde tanto él como su agresor acabarían siendo multados; y, por último, el pasado marzo, el susto más gordo a consecuencia de una caída en el Gran Premio de Denain saldada con una tetraplejia provisional de la que afortunadamente parece restablecido, visto su reciente rendimiento. Tras escaparse por segundo día consecutivo en la cuarta etapa, Offredo reconocía en meta, con una mezcla de humor y resignación, cómo acabó siendo parte de un terceto que abriría carrera durante casi doscientos kilómetros junto a su compañero Backaert y el suizo Schär (CCC Team). "El plan era que Frederik se fuese y yo sugerí lanzarle, pero no nos siguió nadie más que Schär". Aunque nuestro protagonista amagó en ese momento con dejarse caer y atrapar por el gran pelotón, las desesperadas súplicas del dúo pudieron más y decidió continuar con ellos la escapada camino de Nancy. "Me lo rogaron y finalmente les hice caso. Al fin y al cabo, en esta carrera es divertido andar en cabeza con tanta gente animándote en las cunetas", concluía divertido.