El nombre le viene como anillo al dedo. Porvenir. De ese tiene uno brillante ante sus pies y en sus piernas Fernando Barceló. Será todo lo que quiera ser. Y poco a poco, su tremenda calidad va regalando destellos que se traducen en espectáculo. El último, todo un recital en la novena etapa del Tour del Porvenir con un ataque a 45 kilómetros de la meta en Val d’Isere. No es ‘Fer’ un chico que se deje llevar por las emociones. Para sus 22 años, en lo que a mentalidad se refiere, parece mucho más mayor. Madurez. Pero con una victoria como la que logró es lógica la euforia. Ahora, ya en casa a pesar de lo que le costó el regreso pues se canceló su vuelo a Madrid, tuvo que cogerlo un día después, dormir en la capital y emprender la marcha a casa, a Huesca, en tren, Barceló rememora con tranquilidad su gesta.
“Los que me perseguían no se relajaron y me dejaron muy poco tiempo de ventaja así que fue una auténtica agonía". Barceló lanzó un primer ataque de fogueo pero el pelotón lo cazó. A 45 kilómetros lo volvió a probar. Y ya nadie más lo volvió a ver hasta la meta. Exhibición. “La noche anterior en la reunión de equipo, Momparler me preguntó cómo lo veía y si creía que tenía que esperar al final o probar de lejos. Le respondí que si tenía un gramo de fuerzas lo iba a probar de lejos porque hacer el 20º en la general no me servía de nada". Barceló es un ciclista a lo grande. De esos que el ciclismo necesita y espera con los brazos abiertos. Un Contador de la era moderna. A su abrigo aprendió, en su Fundación, y ahora se ha hecho mayor de la mano del Euskadi-Murias. Su calidad y su sangre caliente de ciclista bravo piden a gritos más.
El futuro es todo suyo. Como aquella etapa de Val d’Isere. “Desde que ataqué intenté ir con sangre fría. No verme ganador desde muy lejos pero tampoco verme cazado. Porque si te sientes ya ganador, lo más probable es que te emociones y tengas 5 kilómetros muy buenos pero después el rendimiento baje. Y si por el contrario crees que van a pillarte, la moral la llevas ya baja". Inteligencia. No es fácil pedalear entre ese equilibrio, como si fuese una fina cuerda colgada entre dos barrancos. Si no pedaleas sobre ella, caes al vacío. “A mi en ese momento no me costó. Sabía lo que tenía que hacer y me animaba a mi mismo diciéndome que no me rindiera, que tenía que seguir hacia delante y que no me iba a dejar pillar por detrás".
Detrás suyo, en el coche de la selección española, Pascual Momparler se desgañitaba para llevarlo en volandas. “Me iba animando y diciéndome constantemente que estaba haciendo un etapón, una carrera increíble y que tenía que darlo todo hasta la meta". Fer le obedeció. “También me gritaban el mecánico y el médico todo el rato y me decían que por detrás no eran capaces de cogerme. Eso sube mucho la moral pero también tienes que controlar esos sentimientos", comenta con frialdad. “Porque igual a falta de 30 kilómetros ya te lo crees, derrochas demasiada energía y aún te queda una hora de carrera".
Confiesa que “a falta de cinco kilómetros me di cuenta de que no me estaba dando bajón físico", empezó a verse ganador. “Iba con mucho sufrimiento pero vi que tenía la opción de llegar a meta". Cuando lo hizo, triunfador, dice que “me imaginé a toda mi familia que estaría viéndome por televisión, lo felices que les estaría haciendo". No se equivoca.
Su hermano Adrián “tuvo que salir después de la etapa a correr porque no podía estarse quieto en casa". A su padre le pilló de viaje. “En cuanto le dijeron que estaba escapado paró en un área de servicio y hasta que no entré en meta no volvió a arrancar. Me dijeron que acabaron casi llorando". El recibimiento en casa no ha sido como a su regreso de cualquier otra carrera. “Me dieron un abrazo muy grande cuando llegué. Solo por algo así merece la pena todos los momentos difíciles que pasas en este deporte". A ellos se lo brinda. “Va dedicado a toda la gente que me ha apoyado siempre".
Dice que las dos imágenes que se le quedarán para siempre en la memoria será “la del momento del ataque, cuando me decidí darlo a todo hasta el final y cuando crucé la línea de meta". Hace cuatro años ya experimentó lo que es ganar en el Tour del Porvenir aunque no fuese en sus piernas. Barceló formó parte de la Selección Española que hace cuatro años ganó la carrera francesa con Marc Soler. “Entonces vi lo que era aquello, la exigencia física que requería, ganar ahora yo me es una sensación increíble". Cuatro años después ha vuelto “más hecho" como ciclista, y con la mentalidad de ganar. No se equivocó.
En la celebración nocturna con todo el equipo, le costó descorchar el champán. “¡Es que lo apretaron más de la cuenta y yo no tenía fuerzas! Había pedaleado hasta con las orejas". Va a tener que acostumbrarse a celebraciones, es lo que su maravilloso futuro dicta.
Al día siguiente le llegó el bajón. Pagó la exhibición. Del cuarto puesto que ocupaba a 5 segundos del podio cayó al 12º. “Fue una lástima. Las fuerzas no me acompañaron. No me subía el pulso, las piernas no me iban, no podía ir con los mejores, cuando había estado todos los días con ellos. En cuanto había una pequeña rampa me iban pasando todos los grupos". Pero un premio gordo ya tenía en el bolsillo.
Con él se encamina ahora hacia la última parte de su primera temporada como profesional. Con el Euskadi-Murias correrá “todo lo que me manden hasta finales de septiembre u octubre". Y por medio, un sueño: “Estar en el Mundial y lograr acabar lo más delante posible".