David Moncoutié, un ciclista fuera de norma

Introducida desde la primera edición, la clasificación de la montaña de la Vuelta Ciclista a España ha conocido a diversos dominadores según épocas. Con mayoría nacional hasta la llegada de este siglo, tres nombres destacan entre sus múltiples ganadores; son José Luis Laguía, el plusmarquista, quíntuple vencedor entre mil novecientos ochenta y uno y mil novecientos ochenta y seis, y a un solo triunfo de distancia y siguiéndole muy de cerca, tanto el recordado José María Jiménez como David Moncoutié, dominador por espacio de cuatro ediciones consecutivas entre dos mil ocho y dos mil once, donde dejó una impronta frecuentemente evocada tanto por su gestión táctica, como por el dominio que ejercía en las jornadas victoriosas. Moncoutié, originario de Provins en el sudeste parisino, fue profesional durante dieciséis temporadas hasta finales de 2012. Integrado siempre en la estructura del Cofidis junto a la que llegó a la máxima categoría, mostró desde muy pronto y por numerosas razones ser un corredor fuera de norma. A sus portentosas cualidades que invitarían a muchos a verle como un posible contendiente para las generales de grandes vueltas, se unía un carácter simpar reflejado en su forma de afrontar la competición y la vida en general, y que han permitido, transcurrida más de una década de su retirada, que casi todos le sigan apreciando. Su llegada casual a este deporte fue un factor determinante para que lo entendiera, inmerso de lleno en la propia competición, como un sinónimo de placer y entretenimiento, sentimiento prolongado a lo largo de toda su carrera e incluso tras retirarse. Si bien muchos le criticaron por su falta de ambición en determinadas pruebas, un argumento que podría rebatirse simplemente poniendo en la balanza su palmarés profesional, con dos victorias de etapa en el Tour y cuatro en La Vuelta más los reinados de la montaña como balance más destacado de sus 21 éxitos en la máxima categoría. La anécdota ciclista más llamativa de Moncoutié, incapaz de ponerse o sacarse en marcha un chubasquero en los días de lluvia, y a quien Armstrong y Bruyneel cortejaron para la temporada de su regreso en las filas de Astana, le sucedió pronto y precisamente en suelo español corriendo la Vuelta a Navarra con su selección como sub-23. En aquella edición, que se adjudicó Chente García Acosta del Banesto amateur, utilizó para la jornada cronometrada un reloj con la hora retrasada que le hizo llegar tarde a la rampa de salida y comprobar como nadie le esperaba para seguirle. Al primer sobresalto le sucedió otro kilómetros después en pleno esfuerzo, tras comprobar durante el trazado que no llevaba coches por delante, ni por detrás y que de repente se le venía encima un tráfico completamente ajeno al de la carrera. Al final, y tras varias preguntas a los viandantes de la zona, consiguió llegar a su hotel sin pasar por la línea de meta, siendo lógicamente eliminado de la prueba. Por fortuna, los suyos prefirieron reír y mantener una confianza en él que con los años quedaría sobradamente justificada.

David Moncoutié, un ciclista fuera de norma

El francés, profesional durante dieciséis temporadas en el Cofidis y cuatro veces ganador de la clasificación de la montaña de La Vuelta, mostró desde muy pronto y por numerosas razones ser un corredor fuera de norma.

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