"Que le den": la guerra deportiva entre Hinault y Pelier

Todavía es habitual escuchar a muchos que en los casi cuarenta años transcurridos desde su última victoria, nadie ha marcado la pauta ni llevado el mando en el pelotón del Tour como lo hizo Bernard Hinault en sus tiempos de esplendor. Su figura de gran patrón del grupo, y por extensión del ciclismo mundial de finales de los años setenta y del primer lustro de los ochenta, generaba un aura de autoridad, y al mismo tiempo de respeto, que muy pocos osaban desafiar. Su compatriota Joel Pelier, de breve pero intenso paso por el campo profesional con estancia incluida en el BH de Javier Mínguez, fue uno de los escasos -y efímeros- espíritus díscolos gracias a un episodio recurrentemente recordado de la Grande Boucle de mil novecientos ochenta y cinco. En la decimosegunda jornada de aquella edición, la última ganada por el bretón, la carrera abandonaba los Alpes con un complicado recorrido de doscientos sesenta y nueve kilómetros montañosos con siete ascensiones, cuatro de segunda y tres de primera, y meta al suroeste de Grenoble en el macizo del Vercors. Pelier, entonces neoprofesional y desconocedor del pacto colectivo de no agresión en la primera fase del día con vistas a evitar un fuera de control colectivo, se destacaba en solitario en el descenso del primer puerto, la Colombière, e intentaba una aventura que sería aplacada en primera persona por Hinault. Tras alcanzarle, agarrarle por el maillot y reprenderle por su actitud, la situación degeneró en un acalorado enfrentamiento a la vista de todos que afortunadamente no iría a más, pero quedó inmortalizado con alguna imagen y sobre todo con las palabras posteriores de Pelier, apabullantemente sincero ante las preguntas de Jean-Marie Leblanc, por entonces redactor de L'Équipe: "¡Que le den a Hinault! Cuando tengo que atacar, lo hago, y punto". El impacto mediático de los hechos no agriaría el recién comenzado idilio del dúo. Justo tras acabar la prueba en París, recibió la llamada de Bernard Tapie para incorporarle de cara al próximo asalto al amarillo de La Vie Claire, una oferta frustrada por la voluntad de Pelier de respetar su contrato con el equipo Kas. Si bien Tapie se olvidó de él para siempre, Hinault, en cambio, promovería su presencia en la selección gala para el Mundial de Colorado Springs, cita que llegaba semanas después de otro momento donde sus carreras volvieron a converger y a ser noticia, el final en el Col de Granon del Tour de 1986. Hinault cedió en su cima a Lemond el último maillot amarillo de su carrera y, en paralelo, tras completar el último tercio de etapa sin apoyos y caer desplomado al atravesar la línea de meta, Pelier fue evacuado en helicóptero hasta un hospital de Briançon del que ya no saldría para tomar parte en la siguiente etapa. "Nos hemos visto unas cuantas veces después. Cuando pasé por un periodo difícil, él fue una de las personas que me animó a volver al ciclismo", reconocía Pelier, reconvertido en apicultor y escultor, y que años más tarde aprovechó la salida de una etapa del Tour de Francia para regalar a Hinault una de sus creaciones en madera, certificando la buena salud de su amistad.

"Que le den": la guerra deportiva entre Hinault y Pelier

La figura de gran patrón de Bernard Hinault generaba un aura de autoridad que muy pocos osaban desafiar en el pelotón. Su compatriota Joel Pelier lo hizo en un episodio recurrentemente recordado del Tour de Francia de 1985.

Asturias: 8 subidas que no te puedes perder por el parque natural de Fuentes del Narcea

Gran Canaria Tri, Bike & Run: un paraíso ciclista todo el año

Disfruta del ciclismo virtual por etapas con CITROËN ë-Tour by BKOOL

¡La luz trasera y radar Garmin Varia RTL515...más barata que en Black Friday!