El regreso de Michael Rasmussen

El danés vuelve al ciclismo profesional de la mano del Tecos Trek con el que ya ha ganado la Vuelta a Puebla y se dispone a hacer lo propio en Chihuahua, como carta de garantía para cruzar el charco y volver a la primera plana del ciclismo mundial tras cumplir los dos años de sanción que le quitaron el Tour de Francia del 2007

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El regreso de Michael Rasmussen
El regreso de Michael Rasmussen

A Miguel Hidalgo y Costilla, sumo sacerdote y a la par militar rebelde mexicano, ídolo y espejo donde se reflejan los chihuahuenses como modelo proverbial, le cortaron la cabeza una vez fusilado en el palacio del Gobierno de Chihuahua. Prometió confesar sus cargos, decir la verdad en todo lo que fuera interrogado y quedar en paz consigo mismo antes de abandonar su cuerpo a la sinrazón del colonialismo que azotaba a la población mexicana y por la que luchó para independizarse. Testificó capturas, fabricación de armas y munición, además de persecución y destitución de autoridades hispanas. Fue suficiente para juzgarlo, después de ser capturado a traición días antes. Trotaba a caballo rumbo a Estados Unidos para abastecerse de armas, junto a varios camaradas de lucha. Los insurgentes. Ignacio Allende, Mariano Jiménez y Juan Aldama. Ellos cayeron primero. Después, las autoridades coloniales dejaron adentrarse en el bosque de Acatica de Baján, en el estado de Coahuila al Cura Hidalgo. Presa cazada. Doscientos años después se repetía la escena en la galia, la misma de la que el cura combatía por despojar a su país. El miliciano bélico era, por el contrario del religioso revolucionario, un alma peculiar. Danés de nacimiento, frío en consecuencia pero cálido por cada golpe de pedal, espectacular y apenas visible por su extrema delgadez.

 

Seña de camuflaje. Candor el de Michael Rasmussen en el Tour del 2007. Viajaba a París montado en una nube, como un sueño conquistador, el del cura Hidalgo. Vestido de amarillo. En el olimpo del ciclismo. "Estiraba la mano así", dice flexionando el fino músculo que rodea su cúbito, radio y húmero, todo un saco de huesos sin apenas piel que lo recubra en el cuerpo del danés, "y tocaba el cielo, es que lo tocaba con apenas alargarlo". Cuestión de horas. Porque su invasión quedó truncada también. Capturado, como si de asesino en serie se tratara. Del cielo al infierno en apenas horas de vida. Fue la caza de Michael Rasmussen mucho más simple que la del cura Hidalgo. Tan solo se tuvieron que contrastar opiniones y concatenarlas. Ponerlas en una línea del tiempo, magnífica y a la vez aterrante esclarecedora de hechos. Su palabras aseguraron pronunciarse en México, escondido de cuatro controles antidoping, tres según él mismo, que eludió antes del Tour de Francia que le pronosticaba ganador después de exhibirse en el Col d'Aubisque ante Alberto Contador, a quien sodomizaba a más de tres minutos cuando restaban tres etapas para llegar a los Campos Elíseos. Pero la testificación involuntaria de Davide Cassani terminó por condenarle.

 

El ex ciclista había visto las piernas espigadas de Rasmussen en Italia, machacando los Alpes en altura días antes de viajar a Francia para comenzar el Tour que le dio todo al mismo tiempo que se lo quitó. Su rapto fue fácil. Sin necesidad de hacerle caer en trampas. En el ciclismo basta una palabra discordante, una mínima deferencia para tumbar al mismísimo líder y virtual ganador del Tour de Francia. No importan verificaciones ni demostraciones. "Con la ley de entonces, no tenía que haber sido castigado. La reglamentación ahora sí que exige tener localizados a los corredores, pero antes no", se defiende 'Pollito'. No importó aquello. El particular bosque donde fue hecho preso Rasmussen fue Pau. Allí, horas después de mecerse en perfecta sintonía con el Aubisque, fue detenido por la gendarmería y expulsado de la ronda gala. Por asesino. No tuvo opción, al contrario que el cura Hidalgo, de presentar oposición. Al pontífice guerrero le ofrecieron las autoridades una rendición pacífica pero optó por la lucha. Sacó la pistola. Segundos. Pronto se dio cuenta de que con su ejército de 40 soldados apenas nada podría hacer. Rendición. De ahí, hasta Chihuahua un mes de penurias caminando por el desierto del sur mexicano, con el sol como garrote vil en la espalda. Defunción en vida.

 

"Cerca de suicidarme"

Vía de penitencia fue también la interminable noche del 25 de julio para Rasmussen. Desnudo. Sin amarillo ya, a pesar de su apodo eterno. 'Pollito', por su cuerpo flaco. Zancudas piernas sin espíritu entonces. Aún hoy recuerda las horas fatídicas con la mirada perdida en la nada. Así estaba sumido él, en medio del vacío. "Todo se fue así", dice, a la vez de provocar un chasquido de sus dedos. "Me quedé solo en el hotel hasta la mañana siguiente. No había nadie más. Fue la noche más larga de mi vida, estuve cerca de suicidarme", recuerda sin despojos. Sincero. Gual que el cura Hidalgo. No tiene reparos ahora, dos años después y de vuelta de las oscuras cavernas en las que se ha visto obligado a vivir, en un mundo subterráneo, exiliado por obligación. Apestado. Le sucedió aquella noche de finales de julio a Rasmussen como al cura Hidalgo. Las autoridades mexicanas lo mantuvieron preso durante cuatro largos meses. Perecimiento en vida. Mortificación penitencial durante la que fue excomulgado y sometido a juicios constantes. También Rasmussen ha vivido al estilo. Condenado a dos años de nulidad y silencio. Un preso en libertad. Sin alma pero con fuerza mental. "Nunca he llegado a odiar la bicicleta, ni al ciclismo ni a los ciclistas, solo a los dirigentes, son unos hipócritas", juzga sin pelos en la lengua. "El ciclismo se convirtió para mi en una terapia. Tuve grandes depresiones, pero cogía la bici, salía a entrenar y me encontraba mejor", recuerda el danés. Todo por volver a recuperar su carnet de ciclista. "La pasión que tenía al entrenar era la misma que cuando corría, siempre pensaba en regresar porque si no sería de nuevo ciclista no podía ser feliz".

 

Para Rasmussen, la resistencia constaba de un juego espiritual. Pensaba, "si uno es capaz de ganar un Tour de Francia significa que no es una persona del todo normal, que tiene algo más mentalmente que le hace fuerte". Porque aquel Tour del 2007 al que le sobraron para él tres días lo considera en parte una edificación suya. "No sabría si tomar ese Tour como mío, pero si el mundo del ciclismo puede aceptar que el mejor de una carrera, el más fuerte, no la gane, entonces yo no soy el ganador de aquel Tour". Lo dejó sentenciado, a tres minutos de recuperación para un Alberto Contador que no quiso colocarse el maillot que olía a descalificación en la siguiente etapa, huérfana de líder. Lo ganó el madrileño después, en la contrarreloj de Angouleme mientras Rasmussen debatía consigo mismo si seguir con vida o arrancarse el corazón del mismo modo que le dejaron sin maillot jaune. "Fue el mayor sacrificio que he hecho en toda mi vida. He sufrido mucho. El Tour me lo dio todo, pero también me lo quitó". Le mordió la mente, pero no la pasión. De negro completo, oscuro y a escondidas vivió Rasmussen los dos siguientes años en los que se confirmó que su orina estaba cargada de DynEPO, sustancia entonces sancionable en aquel año. Aguantó, a la contra que el cura Hidalgo. Mientras el mundo del ciclismo luchaba por sepultarle. Mientras Alberto Contador se encumbraba frente al Arco de Triunfo de Napoleón Bonaparte. Ocupó en el cielo el madrileño el lugar vacante de Rasmussen, al borde de su propio homicidio.

 

Dos años de sanción

Dos decenas de años antes al cura Hidalgo lo fusilaron en el mismo palacio de Gobierno de Chihuahua. Colocaron para la ocasión un altar con cirios y un crucifijo santificador. Válido para perdonar sus pecados, para mandarle al infierno pleno. Primero le arracancaron manos y yemas de los dedos. "Te arrancamos la potestad de sacrificar, consagrar y bendecir", justificaron entre gritos sus ejecutores. Igual que a Rasmussen, despojado de su bendición por espectáculo al máximo nivel entendido en e Tour de Francia. Después, a Hidalgo le dejaron sin pelo: "Te arrojo de la suerte del Señor, como hijo ingrato, y borramos de tu cabeza la corona, signo real del sacerdocio, a causa de la maldad de tu conducta". Castigo a la inmoralidad también para el danés. Monarca del ciclismo con un reino contraído a lo largo de las alargadas dos semanas y media en las que impuso su autoridad como rey del Tour en Tignes, en la octava etapa y en el Aubisque. Soberano sin corona. A Hidalgo después le vendaron los ojos y descargaron contra él tres descargas. Mano en el pecho, para tapar su corazón libre ya de pecado, acabó muriendo en el amanecer del 30 de julio de 1811. Doscientos años después en el mismo borde se situó otro guerrero, extremo en finura. "Me motivaba pensando en volver y conseguí recuperarme poco a poco". Mano en el pecho constante. Siempre con la pasión como bandera, Rasmussen no abandonó el amor por la bicicleta y esperó. Dos años largos, eternos en los que veinte puertas de equipos y patrocinadores fueron reclamadas. Todas cerradas.

 

Apenas asomaban el ojo por la mirilla y veían su rostro. Non grato. "Llegué a tener un pre-contrato con un equipo italiano pero la UCI/>, al enterarse, les llamó para avisarles de que era mejor que no me aceptaran en su equipo". Aviso de muerte para la escuadra que deseaba hacerse con las pedaladas de Rasmussen. También en España se dejó querer. "El Conténtpolis-Ampo estuvo cerca de ficharme para la Vuelta/> a España, pero me dijeron que, al no tener pasaporte biológico y que no estaba en la preinscripción no podían contratarme", aspecto absurdo para Rasmussen, "puesto que varios corredores que no aparecían en la lista de pre-inscritos acabaron corriéndola. Me apenó porque creo que hubiera estado disputando el Top-10 de la general. Ganar hubiera sido muy difícil, pero entre los diez primeros sí que hubiera terminado". Acabó refugiándose al otro lado del charco. El Tekos Crek mexicano, país natal de su mujer Cariza, también  ciclista en el pasado le hizo un hueco cuando su castigo fue cumplido, cuando ya nada tenías que apenar ni declarar. Cuando ya no tenía que pedir perdón, pero todos le veían como un criminal. Entonces se vistió de nuevo de ciclista y disputó la Vuelta/> a Puebla. Al segundo clasificado le sacó diez minutos de ventaja. Ríe al mencionarlo. "La pasión sigue siendo la misma", repite. Las piernas también. "Ahora soy más fuerte", asegura.

 

Con esa fortaleza asaltará la Vuelta/> a Chihuahua, una carrera "con pocas dificultades". Solo la cronoescalada. "Puede decidir todo muy pronto", pero no podrá machacar a sus rivales en apenas cuatro kilómetros de prólogo, dos de ellos en ascensión al Cerro Coronel. Es consciente el simpático 'Pollito' que la ronda mexicana puede ser para él el salto definitivo a la primera plana del ciclismo. El regreso del monarca sin gobierno. "Tengo dos o tres ofertas de equipos europeos y en poco tiempo firmaré con uno de ellos para correr el año que viene la Vuelta/> a España o el Giro de Italia". ¿Y el Tour? " Los franceses y la UCI/> no me quieren mucho, creo que están un poco enfadados conmigo", comenta sin perder la sonrisa. No se coloca techo. Dice que aún no lo ha tocado, después de haber estado apunto de hacerlo en el 2007. "Armstrong dice que quiere ganar el Tour con 39 años... yo me encuentro bien. Físicamente me siento joven y me da mucha confianza cuando salgo a entrenar con Roman Kreuziger y veo que soy más fuerte que él". Lozano de piernas, pero "viejo en cuanto a cabeza". Amueblado, después de pasar "tantos momentos malos" y consciente de que "el castigo a mi se me mantendrá siempre". Pero con una idea cara: "Tengo una carrera larga y meritoria y yo seré quien decida cuando se acaba".