El nombre de la villa de Putte seguramente no guarde connotaciones negativas para los flamencos. Si bien su topónimo chirría a oídos de gente de muchos otros países como España, e incluso a la parte valona de la propia Bélgica, nuestra malsonante expresión tiene allí una sintaxis y fonética muy distinta en sus denominaciones (hoer, slet, teef) como para ruborizar. Al norte de Flandes hay dos localidades llamadas Putte; una próxima a la ciudad de Malinas, y otra más al norte cercana a Amberes y pegada a la frontera con los Países Bajos donde curiosamente nació Mathieu Van der Poel. A la segunda el ciclismo le da proyección internacional con el Sluitingsprijs, carrera profesional que cada octubre cierra la temporada belga, y que desde 1929 ha vivido ochenta y seis ediciones de dominio local con escaso espacio para otros países en el palmarés. La prueba, que hasta hace tres ediciones formaba parte del Europa Tour, decidió pasar en 2018 al calendario nacional belga para adoptar el formato de las Kermesses y disponer así de mayor flexibilidad a la hora de aumentar el número de corredores inscritos por equipo frente al límite de siete que marca la UCI. El Sluitingsprijs discurre entre Bélgica y los Países Bajos, recorriendo parte del trazado de una antigua ruta de contrabando, y circula en un punto del trayecto por lo que fuera en su día la aduana que separaba a ambos países. Son once vueltas a un circuito de casi diecisiete kilómetros donde al espectáculo deportivo se le suma el entorno festivo de la cita, reuniéndose más de 30.000 espectadores que despiden el año ciclista en un ambiente bullicioso y desenfadado, a tenor de las imágenes que cada mes de octubre sirven los medios. Sluitingsprijs Putte Kapellen. Foto: sport.be Por este mismo término fronterizo de Putte, el Tour de Francia de 2010 transitaba en su segunda etapa procedente de Rotterdam y camino de Bruselas cuando a su recurrente toponimia -que en realidad viene de Put, hoyo en neerlandés- se unió la torpe ocurrencia del entonces presentador de ciclismo en France2, Gérard Holtz, dando lugar a un sonado incidente televisivo en la época. Para su suerte, este llegó en unos momentos en los que las redes sociales y el parecer instantáneo de televidente no marcaban la pauta de tantos aspectos de las retransmisiones como sucede ahora. La carrera había abandonado Holanda en medio de un notable gentío y con una escapada de tres corredores en cabeza cuando a Holtz, el entonces equivalente de lo que en España sería Carlos de Andrés, la circunstancia del paso por Putte, donde había un sprint intermedio, le sirvió de inspiración para comentar en antena que nunca había visto a tantos fils de Putte al borde de la carretera, lo que traducido a nuestro idioma viene a decir lo que casi todos nos imaginamos, "tantos hijos de p...". Al público aquello no le hizo mucha gracia. La centralita telefónica y el foro de la web de la cadena quedaron colapsados con mensajes de protesta, y el propio Holtz, toda una celebridad en su país, tuvo que rectificar antes de finalizar la emisión. Aquello, sin embargo, parecía no bastar, y muchas voces clamaron por su salida o al menos una suspensión provisional, precisamente la misma que esos días había sufrido su compatriota futbolista Nicolas Anelka por llamar también "fils de pute" a su seleccionador Raymond Domenech... pero esta vez no la Putte belga, sino con una sola -t- y mucho peor significado.