Despertó huracanado el Giro, resultas del cambio de temperatura, del calor y los saltos maratonianos, del Etna poderoso y vivo, dominante como su dueño y rey Contador, a los nublados Abruzzos. 800 kilómetros separan los dos mundos y una barrera. El tiempo, cambiante y su líder, sólido como roca inmóvil a pesar de los huracanes. La tiranía de Contador lo puede todo. Su espectaculo en un bello crepitar lanza por las carreteras lavas de tinta. Lo demás no importa. "¿Es que ningún medio de comunicación se ha preguntado, ha escrito el por qué los sprinters llegaron a menos de media hora de Contador en el Etna? ¡Eso es peor que doparse!", comentaba a modo de 'doc' Joaquim Rodríguez antes de tomar la partida real del Giro, el que sobre él se presenta magno y atemorizante: Zoncolan, Grossglockner, el temido Crostis que sí se subirá, Fedaia y Giau. Ahora empieza el Giro, con el descenso de las temperaturas, el anuncio de tempestades de lluvia con entrante servido en la mesa de Teramo. Un huracán ventoso.
Tardó poco el cántabro, casi tanto como breve fue la etapa de 159km, ácido láctico a punto de reventar por derivación del esfuerzo originario en un sprint eterno, casi dos kilómetros de recta eterna para el estallido de rabia y furia no contenida en bramar. "¡Ahí lo tenéis!", abroncaba el cántabro, casi como si de un extaldado 'tifosi' abucheando a Mark Cavendish que le había ganado la etapa cuando en realidad, vociferaba Ventoso, "tenía que estar en casa". Una bomba en detonación escupida como lava que cayó sobre el Etna el domingo. Allí, Cavendish llegó 25 segundos antes de que se cerrara el fuera de control que dicta sentencia. Quien se queda y quien no, el tiempo máximo para aprobar y seguir adelante. Cavendish llegó a tiempo, pero Ventoso, que asegura la existencia de imágenes en las que se ve al inglés agarrándose a los coches para subir hasta el volcán, vocifera como un loco. "Ha hecho trampa, deberían haberlo descalificado" dijo por la mañana. Sentía el perfume viciado de la trampa en el viento que se levantó en la mañana de Térmoli. Huracán Ventoso.
"¡Ahí lo tenéis!", gritaba a la nada Ventoso sintiéndose estafado porque de no haber sido por la vista gorda de los jueces, más atentos al mágico paisaje del Etna que de la mano larga de Cavendish, hubiera sumado su segunda victoria de etapa en el Giro de Italia. Cavendish se defendía, como buen líder, atacando: "Yo también puedo acusar a Ventoso de hacer trampas, pero prefiero no hacerlo". Venenoso mordisco inglés. Escuece. "No es entrar o no fuera de control, ¡Pero por lo menos que de pedales, coño!". Atronador.
Y Cavendish, de boca picante, al que poco le hace falta para saltar mostró el rifle. Diez pasos atrás, a espaldas siempre del cántabro, sin de choque de miradas, nada de encontronazos. Choque limpio en medio de la suciedad de declaraciones desde la esquina opuesta de la arena, la que se reserva para el ganador se giró el vaquero Cavendish y desenfundó el arma. Desafío. "Le reto a que pase un día conmigo en la cola del pelotón. Cada vez que me paro a orinar o a cambiar de rueda tengo hasta al camión de los helados y a la jodida banda del pueblo detrás de mi vigilándome. Si hago trampas es que soy David Copperfield".
Calmó segundos después la rabia Ventoso, ventajas que tiene el tiempo. Lo cura todo. O lo oculta. Con Cavendish o sin él en carrera, se anticipó. Erró, por anticiparse. Venía haciéndolo desde la mañana cuando desató el huracán señalando con el dedo acusador a Cavendish y fue adelantándose siempre. "Me ha faltado decisión, no veía el momento justo de arrancar", reconoció. Y le sobró rabia tóxica en Teramo, allá donde Cavendish no debió ganar.
FOTOS. Giro de Italia 2011. 10ª etapa: Donde Cavendish no debió ganar
Fran Ventoso, segundo, enfurece en Teramo ante la victoria de Cavendish que llegó remolcado por los coches al Etna. "Tendría que estar en casa", protestó el cántabro

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