Fotos: Rafa Gómez Hace unos meses, Alexandre Vinokourov
anunció que la de 2011 sería su última temporada profesional. El
fin de su segunda vida como ciclista. La primera, la de verdad
fructífera, la de la admiración incrédula la quemó en el 2007
cuando le cazaron en un control del Tour de Francia por culpa de una
autotranfusión. Pecó, pero se purificó, solo, horas y horas
machacándose entre casinos, Porsches y Ferraris que trastocan la
orografía plagada de cotas de Mónaco donde vive. Allí tiñe su
rostro de kazajo frío al color rojizo que luce por las carreteras
vascas, abrillantadas aún más si cabe por la inusuales temperaturas
que hacen de ésta Vuelta al País Vasco una olla a presión. Así es
Vinokourov, basta un poco de calor infundado, un pequeño repecho a
final de meta y explota. Delicioso.
Una de esas maravillas que ya raciona con echa de caducidad lanzó al vuelo Vinokourov entre Amezaga de Zuia y Murgia. Un pueblo que son dos, dos denominaciones que sirven para separar las dos localidades por las que recorrieron los últimos kilómetros de la jornada transitoria de la Vuelta al País Vasco. Calma antes de la guerra que mañana desatarán los favoritos en Arrate. Por allí le gustaría asomar también al kazajo pero ahora, en su segunda vida, no tiene ese 'punch' divino de antes. Por eso se ha hecho conservador, más inteligente. Atrapa lo que puede, como la cuesta entre Amezaga y Murgia, el billete para romper la única posibilidad de los sprinters en la Vuelta al País Vasco.
Para eso había venido Freire, renqueante con sus alergias. Puso el cántabro a sus hombres a trabajar tímidos para echar abajo la fuga de Pineau, Moinard y Bellotti. Vendidos. Cogieron el sol asfixiante y atípico el trío cabecero. Todo para ellos mientras Ivan Basso y Danilo Di Luca se ahogaban. Los dos italianos se bajaron antes de llegar a meta, aquejado de una bronquitis en último ganador del Giro. Mejor no arriesgar antes de perderse las Árdenas alegó. Al marcharse, Di Luca no pudo ver a su compañero Joaquim Rodríguez vestido de amarillo.
Purito líder
El color que el catalán tendrá que defender mañana en Arrate si quiere ganar la Vuelta al País Vasco. El puestómetro -Purito fue 10º mientras que Kloden acabó 19º- le ha teñido de líder el mismo día que perdió al que debería ser su gran aliado en la etapa reina de la ronda vasca. Una subida "que nunca se me ha dado bien", recuerda con lamento el catalán. Quizá porque los casi seis kilómetros de subida tendida hasta el santuario ciclístico vasco se ponen a prueba con un kilómetro final llano no apto para escaladores menudos, como él. Pondrá a prueba a su maldito destino Purito.
Se enfrentará a la historia, la que personifica Kloden y su más de una década que cumple su triunfo en la Vuelta al País Vasco. Litigará contra el empuje y la ambición de Samuel, a la enésima va la vencida, y se pondrá frente a Horner y su dorsal 1. La armada del Radioshack que partirá tranquila, sin peso después de quitarse de encima el maillot amarillo para encarar Arrate. Allí llegará también Vinokourov. "Es una bonita etapa, pero hay corredores que están mejor que yo". Ahora le preocupa menos porque ya ha cazado su particular triunfo fraguado en un sideral ataque cuando el pequeño Fabio Duarte exprimía sus esculpidas piernas sobre el repecho de Domaika.
No le hizo falta ni mirar para atrás al colombiano del Geox. Escuchó el sonido del motor y en cuestión de segundos un avión le pasó. Aerolíneas kazajas, uno de los patrocinadores del equipo que él montó y al que el año próximo se incorporará como técnico. El año próximo, porque aún queda mucho para eso. Tiempo y cuerda. En Vinokourov, para rato.
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