la Vuelta 08. 16º etapa: Tijeretazo a la impasibilidad

Tom Boonen suma su segundo triunfo en la etapa más lenta de la carrera

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la Vuelta 08. 16º etapa: Tijeretazo a la impasibilidad
la Vuelta 08. 16º etapa: Tijeretazo a la impasibilidad

Fotos: Tim de Waele

Zamora es una ciudad plácida. Imperturbable. No supera los 70.000 habitantes. Se extiende en medio de la ancha llanada. Es La Mancha/> de la Vieja Castilla./> Pero sin molinos. Ni siquiera corre el viento. Entre los pinares fronterizos, solo se distinguen las rectas interminables que conectan la ciudad con sus aledaños. Con Ponferrada. Otro espacio sosegado. Como el pelotón cansado, después del exigente Angliru. De las rugosas Fuentes de Invierno. Que no está dispuesto a engaños como el de la decimocuarta etapa, donde Unipublic se olvidó señalar la subida al Lombillo. La venganza, calma absoluta. Mar sin olas. Hasta que llegó el tifón que desencadenó la tempestad. Tenía licencia belga, pero venía de Andalucía. De Córdoba. De nombre, Tom Boonen. Huracán conocido.

 

Devastador. Arrasó con Zamora. Y con el sosiego del pelotón. A tijeretazos. Hidalgo y guerrero, como Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, que fue nombrado caballero a las afueras de Zamora, en el mismo lugar donde Boonen desató la guerra, después de agudizar sus tijeras. Tuvo tiempo de afilar las cuchillas durante una hora. La que se demoró el pelotón en llegar hasta Zamora. Venganza silenciosa. A Boonen le hicieron esperar más de la cuenta y su represalia invocó a las tempestades belgas del Quick Step que aceleraron el paso del pelotón por las afueras de Zamora. De quince kilómetros en la primera hora, lo que les costó ascender el Alto del Acebo, pasaron a sesenta. Los que exigió Boonen para seguirle. Imposible. Tijeretazo.

 

Boonen, como el Cid Campeador, dominó Zamora con su mesnada. La del Quick Step. Un tren con sabor italiano. El de Matteo Tosatto y Andrea Tonti, que junto a Wouter Weylandt manejaron a su antojo el timón de la carrera en la culminación del sprint. El de Paolo Bettini. Guarda sus cantos. Ahora hace series para entonar su mejor melodía en Varese. El cantar del mio Grillo. Aroma del Fassa Bortolo de Petacchi. Uno por uno, relevos controlados y después, tormenta. Pozzato respiró esa fragancia pero se quedó cortado. Las dos tijeras de Bonnen lo anularon. La de Córdoba y la de Zamora. Ciudades solo perturbables por la ventisca belga.

 

Rosendo y Pedraza escapados

Entre el retraso y la calma, dos aventureros se beneficiaron del adormecimiento del pelotón. Jesús Rosendo y Walter Pedraza se escaparon del grupo una vez coronado el costoso paso por el Alto del Acebo. Una hora de lento caminar por el escarpado solitario puerto de la jornada y después, llanura. Allí saltó Rosendo. Es su demografía. La plana. Como en Andalucía, donde durante las primeras etapas él y su equipo fueron los más combativos del pelotón. Se le unió el colombiano Walter Pedraza. Acostumbrado a la solera latinoamericana. Juntos sumaron una renta de ocho minutos permitida por el pelotón que, entre risas y parones permitió el lucimiento de la pareja. Hasta los últimos siete kilómetros, cuando la reconquista del Cid Boonen cambió la marcha.

 

Tijeras afiladas. Soldados en pie de guerra. Paolo Bettini impuso su ritmo con la vista puesta al frente. En la llanura que disipaba las calles de Zamora. La ciudad tranquila que rompía su calma. Cuando el campeón del mundo desapareció, Weylandt le tomó el relevo. Unos pocos metros. Después Tonti prosiguió suscitando la tormenta. Luego Tosatto. Se avecinaba ventisca. Vendaval. Impasibilidad hecha añicos con una sola incisión. De tijera. Al entrar en meta, Boonen alzó dos de sus dedos. La segunda victoria. Y los cerró. Tijeretazo. A Pozzato. A Haussler. Y a la impasibilidad del pelotón. ainara@ciclismoafondo.es

 

- Clasificación de la 16º etapa

- Clasificación general

 

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