Foto: Rafa Gómez
Como si fuera un prolegómeno de un deseo escrito sobre un papiro largo. Sabio. Un anhelo de un vuelco a última hora. Eusebio Unzue abrió su libro de la sabiduría antes de comenzar a subir Navacerrada, el puerto donde mañana Alberto Contador sellará su Vuelta a España. El navarro había anotado una sola palabra. Guerra. Y así, con las páginas descubiertas, recorrió los últimos kilómetros de la antepenúltima etapa de la ronda hispana. Su etapa. De libro. Best- sheller. Arrasó en ventas en Segovia. Pero con un autor desconocido. Inesperado. Todo se suponía a Valverde. No. Nada de V. La ciudad del Alcázar embistió a los grandes imperios. A los de
Segovia es una ciudad de cobijo. Para los Reyes de Castilla, con su majestuosa residencia. Albergue de monarcas. Allí se quedó el Caisse d' epargne. A terminar de editar su libro. El que llevaba el nombre de David Arroyo. También aloja rasgos turísticos. De acueducto. Puente para trasvases acuáticos. Y de responsabilidades. A los pies de la imponente construcción se quedó Alejandro 'Magno' Valverde. Emperador que dejó hacer. Eludió presión ante la cercanía del circuito de
Valverde se desentendió de la carrera. Sin peso. Trasvase. De Murcia a Talavera de
Contador y los favoritos se mueven
De manual. Tras una bajada rápida, los escapados se plantaron en Navafría. Otra batalla. Unzué contagió a los candidatos para subirse al podium. Combate. Las primeras balas de fogueo las puso Carlos Sastre, sin apenas pólvora, pero llenas de rabia. Para Riis. Le siguieron Contador, Valverde y Ezequiel Mosquera. Primera contienda superada. Pero el gallego se tomó la venganza por la emboscada y dio continuidad al ataque de Sastre, desdoblado. Calibró su motor. Como siempre. Y llegó. Otra vez a base de tesón. De constancia. De moral. Con la que está luchando toda la vuelta. No con las piernas. Engancharon con el grupo de cabeza y, con ellos, Kloden, Moncoutié, Dani Moreno y Xabi Zandio. El pelotón real de la vuelta.
Unzué lo tenía todo. Menos a Erviti y a Chente, que ya inscribieron sus nombres en el libro del Caisse d' epargne en las Rozas. Tocaba descanso. Como el que envolvió al grupo cabecero tras el descenso de Navafría.
Intentos de Txurruka y
Xabier Zandio abrió paso a las tropas al disipar el acueducto. A Kiryienka no lo vio. Ni a David Arroyo. Valverde tampoco. Apenas tuvieron tiempo de secuestrar a Loubet. Y a Txurruka, Herrero y Castaño, que en el Circuito de
Era un circuito al símil de una clásica primaveral. Predestinada para Valverde. No. Se quedó en el Alcázar, reteniendo rivales. La labor de su compañero Arroyo. Cambiaron los papeles. El talaverano destrozó el acueducto de Kiryienka, que con tanto mimo había edificado desde que disipó la entrada a la cultural Segovia. Lo dejó sin piedras. Las había colocado en los últimos kilómetros de la etapa. La del libro de Eusebio Unzué. Éxito en ventas. Con un autor sorpresa. Día de letras. De