Dos de la tarde de un cálido día casi primaveral en la ciudad de Milán, donde cuatro millones de personas corretean de un lado para otro, presas del reloj y los horarios. Prisas. Siempre con el tiempo ajustado. Sin mirar a su alrededor. En busca de un tren. De un metro. De la oficina. De volver a casa o de coger el coche. Podría ser un día cualquiera en la capital lombarda. Pero no. Hoy, a esta hora, el mundo se detiene para centrar su vista en esta ciudad y en su Castello Sforzesco, la fortaleza que sirve para salvaguardar algunos de los bienes artísticos más preciados de ciudad.
Allá donde va le persigue una constante tormenta. De máquinas que recogen sus imágenes. Cada paso es recopilado en una cinta de vídeo. Lleva consigo constantemente una nube. Flashes que iluminan su rostro. Aunque no articule palabra. Si lo hace tampoco importa. Ahora, cada uno de los latidos de su corazón es noticia que se llena los primeros planos de los periódicos y abre los informativos radiofónicos y televisivos. Todos, prensa escrita y audiovisual se reunieron en el museo de arte milanés para ver precisamente eso. Puro arte. Mediado por gestos y miradas expresivas. Las de Lance Armstrong. Artista del lenguaje no verbal. Con el revuelo y el gentío agolpado en escasos metros cuadrados, ni siquiera los micrófonos por los que salía despedida su voz podían competir con el ruido de las cámaras de fotos. Echaban humo. Cada una de sus palabras venía secundada por el craqueteo de una veintena de fotógrafos. Ineludibles. Pero lo que decía era lo de menos.
Gestos y miradas
Todos los invitados a la cita lo sabían. No importaba. Aunque estuviera callado y de antemano la centena de periodistas congregados hubieran sido conscientes, nadie hubiera faltado a la cita. Son sus gestos, constantes movimientos de mano que expresaban mejor que nadie sus sensaciones. Su mirada, siempre directa y cercana a cada periodista que le formulaba una pregunta. Su forma de andar, rápida, aparentemente tranquila pero sin bajar la guardia. El espectáculo ciclista. Puro arte. Y cuando habla, sus palabras son recogidas por todos, con una atención óptima. Si suena un teléfono móvil, se desconecta al instante. Sea lo que sea. Armstrong lo paraliza. Atención máxima. "Quiero ganar algo, a todo el mundo le gusta el sabor de la victoria". Entonces todos abren los ojos. Y le miran. Devuelve, generoso la vista. "Conforme pasa el tiempo me siento más fuerte". Alerta máxima.
Entre frase y frase, vuelan los micrófonos. "¿Te ves candidato a ganar el Tour? ¿Y el Giro? ¿Quién crees que puede ser el favorito para ganar
Entrenamientos en Francia
Viene de pasar varios días entrenando en Francia. Correrá
Lo repite una y otra vez. Lo viene haciendo desde que superó un cáncer y comenzó a ganar Tour. "Me siento perseguido, y siempre va a ser así, pero estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para demostrar que estoy limpio". Impoluto. Y feliz. De nuevo con la sonrisa en el rostro. "Estoy realmente contento por correr
Contador es mejor que yo
Y entonces, llegan las constantes preguntas sobre la incógnita del liderato en el equipo para la ronda gala, alimentadas por sus últimas declaraciones tras
Cuarenta minutos después de dar comienzo a su particular espectáculo, Armstrong comienza a mirar el reloj. Es hora de comer. Se da la orden de no permitir el pase de los micrófonos. La voz del texano va a apagarse. Se cierra el telón. Y el del Astana no admite un 'bis'. En cuestión de segundos se levanta y escapa al aire libre por la puerta lateral. Evita así la tormenta, al menos hasta salir a la calle. Cuando lo hace, todos los periodistas que antes estaban sentados ya han echado a correr, por la vía más larga, para darle alcance. Antes de aparecer por las escaleras cercanas a su coche ya le esperan todos. Personas, grabadoras y cámaras. Dos guardaespaldas le abren paso, entre destellos de flashes y apelaciones a su nombre. "Un instante Lance, mira solo un segundo a nuestra cámara". Obedece. Y saluda. Centésimas que valen oro, antes de envolverse de nuevo en sus gafas de sol y cobijarse en el hotel. Intimidad después del alboroto que creó en una mediodía aparentemente como las demás. Realmente única. En la que Armstrong paralizó Milán. ainara@ciclismoafondo.es
LAS FOTOS DE LA CONFERENCIA DE PRENSA DE LANCE ARMSTRONG