Parece como que cuando uno se hace mayor, los sueños ya no tienen cabida entre el rostro lleno de arrugas y la mirada cabizbaja. Parece como que lo de soñar, lo de desear ya no va con uno. Que ellos, los veteranos, tan solo deben dedicarse a ver la vida pasar sentados en un banco atados a un bastón o en la primera fila de las obras de cualquier ciudad. Parece como que el resto, la vida, los anhelos se han quedado atrás, es cosa del pasado. Y ni siquiera se puede aspirar a imaginarlos.
De eso reniega Samuel Sánchez. 38 años recién cumplidos. 16 temporadas en la élite. Quince Vueltas al País Vasco en las piernas de las que doce ha terminado en el top ten. Una ganada. El asturiano ya no tiene nada que demostrar pero sigue siendo el ciclista ejemplo del pelotón. Pocos entrenan como él. Cuida cada detalle hasta lo más mínimo. No hay más secretos. Después de haberlo hecho todo, de subir al podium de la Vuelta y del Tour, de haber ganado las Olimpiadas más magníficas de los últimos años y de haber sido el santo y la seña del Euskaltel-Euskadi, Samuel Sánchez ahora es un ciclista de 38 años que hace de maestro.
Es el guía de los jóvenes y de los líderes del BMC. Para eso le fichó el equipo suizo a última hora cuando desapareció el equipo naranja y el asturiano se vio retirado antes de tiempo. Lo reclutaron para eso, tranquilizar los nervios y la inexperiencia de Van Garderen en el Tour de Francia. Para que le protegiera dentro del pelotón y le mimara en las noches de hotel con mil preguntas y dudas. Con esas, convertido en un viejo maestro lleno de talento y de buen hacer, a Samuel podría habérsele quitado hace muchos años ya la loca idea de soñar. De ganar.
Pero no. El instinto siempre está ahí, escondido pero latente. El martes llegó cuarto a la ermita de Garrastatxu donde ganó su pupilo Mikel Landa. “Aquí estoy, peleándome con la juventud”, dijo al llegar. Cuando Samuel se convirtió en ciclista profesional, en el 2000, Mikel Landa solo tenía diez años.
En el ciclismo que se crió Samuel Sánchez no existían los muros. Es lo que ahora está de moda. La Vuelta, el Giro y hasta el Tour han sucumbido a los finales ‘Youtube’. El espectáculo reducido a unos pocos segundos. Ciclistas dando chepazos, retorciéndose encima de sus bicicletas como animales. Las carreras cada vez buscan muros más verticales. Y en ellos no se puede avanzar, no hay lugar para los ataques. Uno de los más emblemáticos en la Vuelta al País Vasco es el de Aia. El año pasado, fue la mecha que prendió la explosión de Mikel Landa y, un día después, cimentó la victoria de Joaquim Rodríguez. Es a uno de los pocos ciclistas que aún siguen manteniendo su amor por este tipo de finales.
Samuel Sánchez no es uno de ellos. Tampoco Carlos Verona, ni Luis Mate ni tampoco a Tim Wellens pero juntos superaron el segundo paso por Aia, la vertiente del puerto que se convierte en un muro. A chepazos. Y por detrás, imposible casi atacar lo prueba Contador que tiene que sentarse una y otra vez, caminar sobre la bicicleta como inmóvil, con la espalda recta y rígida para probar al Sky y a su líder que en esos momentos ya es Sergio Henao, pues cualquier vestigio del Mikel Landa que por esas carreteras machaba la etapa del año pasado es solo puro recuerdo. El amarillo del alavés ya se funde con el del Tinkoff, primero Kreuziger y después el chico de Pinto probándolo. Pero nada, en la pared de Aia, si no es con piolet y crampones es imposible abrir hueco alguno sobre la piedra y el asfalto resbaladizo.
Lo sabe Nairo Quintana, cuya única misión en esta Vuelta al País Vasco donde partió con desventaja sin los hermanos Izagirre es pegarse a la rueda de Contador. Y cuando por fin termina el muro y vuelve la carretera de verdad regresa el gran ciclismo y el espectáculo. En el descenso, Carlos Verona se lanza a por la victoria de etapa y por detrás Fabio Aru se despierta. Con él se marcha Thibaut Pinot, el francés que cada vez tiene menos miedo a las bajadas.
Al final del descenso de Aia ni los intentos de Henao ni los de Aru valen más que para certificar que los muros de poco sirven si no vienen seguidos de carreteras de verdad y de nuevo los favoritos se reagrupan cuando quedan menos de dos kilómetros y también atrapan a Carlos Verona, a Maté y a Wellens.
Pero en el camino hacia Orio se esconde una trampa. Una cuesta que no viene señalada en el libro de ruta. Alberto Contador ya se la sabe. Lleva muchos años corriendo la Vuelta al País Vasco, ganándola. Por eso espera. Su ataque es ahí, a un kilómetro y medio de la meta. Con él se marcha Sergio Henao y también Quintana. A rueda, claro. Ahí también va Samuel Sánchez que entonces, pasado el último kilómetro piensa rápido y razona, que no por viejo debe dejar de soñar. Que nadie debe prohibírselo. Así que adelanta por la derecha el asturiano y se cuela en primera posición, se ve lanzando el sprint y de repente, el sueño. Las lágrimas.
Con él entran todos los favoritos. Henao, que ya es segundo a cuatro segundos del nuevo líder Wilco Kelderam, Contador que ahora es quinto a 10, Pinot, que está a doce y Quintana a catorce. Pero Samuel no quiere pensar en la general. “Yo prefiero ir día a día, esa no es mi lucha”, asegura. Quién sabe. Samuel no ganaba desde que en 2013 alzó los brazos en la Dauphine. “Esto es un sueño de veterano”. Él se lo puede permitir.
Vuelta al País Vasco 2016 – 4º etapa
- Samuel Sánchez (BMC/ESP) 4.13.12
- Rui Costa (Lampre/POR) m.t
- Warren Barguil (Giant/FRA) m.t
- Alexis Vuillermoz (Ag2r/FRA) m.t
- Sergio Henao (SKy/COL) m.t
- Nairo Quintana (Movistar/COL) m.t
- Alberto Contador (Tinkoff/ESP) m.t
- Wilco Kelderman (LottoNL/HOL) m.t
- Lawson Craddock (Cannondale/EEUU) m.t
- Joaquim Rodríguez (Katusha/ESP) m.t
Vuelta al País Vasco 2016 – General
- Wilco Kelderman (LottoNL/HOL) 17.52.48
- Sergio Henao (Sky/COL) 0.04
- Mikel Landa (Sky/ESP) 0.07
- Samuel Sánchez (BMC/ESP) 0.08
- Alberto Contador (Tinkoff/ESP) 0.10
- Thibaut Pinot (FDJ/FRA) 0.12
- Rui Costa (Lampre/POR) 0.14
- Nairo Quintana (Movistar/COL) m.t
- Robert Gesink (LottoNL/HOL) m.t
- Sebastian Reichenbach (IAM/SUI) m.t