Un simple camión y dos coches en un parking de hotel aparcados puede, en ocasiones, hacer más ilusión que poseer el mayor tesoro del mundo entre las manos. La situación por la que el mundo atraviesa da para sensaciones y emociones como ésa, en las que lo que antes era habitual resulta convertirse en lo extraordinario. En lo más preciado. La bendita rutina que por fin, más despacio que deprisa, más tarde que pronto, y muy a contrapié, se va retomando. La ilusión que hace eso, un simple camión serigrafiado con los colores y logotipos de un equipo ciclista y que hasta hace poco era lo más normal topártelo cuando llegabas a un hotel, cansada de kilómetros y carretera. Y que cuando llegas a tu lugar de descanso, al sitio donde hay reservada una cama con tu nombre, maldices por todos tus adentros porque te quitan sitios para dejar el coche y seguramente retrasan la hora de meterte en la ducha y descansar.
Ahora ver la flota de un equipo en un hotel es ilusión pura. Porque eso quiere decir que el ciclismo se reinicia, que ya estamos en la ruta de nuevo, comiéndonos el asfalto, recorriendo mundo, de un lado para otro. Los que ocupan casi la totalidad del aparcamiento del hotel Iriguibel, un alojamiento a las afueras de Pamplona, en Uharte, son los coches y camiones del Movistar femenino. Parte del bloque de chicas se reúnen aquí para ultimar la puesta a punto antes del ‘re’ debut en esta extraña temporada, que tendrá lugar en apenas cuatro días, en la Nafarroako Klasikoa. Los nervios o las dudas después de tanto tiempo de parón para ellas se suplen con la emoción de volverse a ver. Todas coinciden: “Nos hemos visto mucho a través de videollamadas y hemos tenido mucho contacto entre nosotras pero ya teníamos ganas de estar juntas”, dice Sheyla Gutiérrez.

Para acudir a la cita, tanto ellas como todo el staff y quien esto escribe y allí presente gracias a la invitación de Canyon, debemos pasar en, máximo, las 72 horas previas a viajar a Pamplona el PCR de rigor que acredite que estamos libres de coronavirus. Así son los nuevos tiempos y así será de aquí en adelante hasta que llegue una vacuna que nos libere a todos de estas cadenas. El propio equipo Movistar, como la mayoría de las escuadras, ya tiene diseñado su protocolo de seguridad. Nada de periodistas en los hoteles a partir de ahora, nada de entrevistas presenciales, todo será por teléfono o videollamadas. Nadie ajeno al equipo podrá subirse a los coches ni tampoco a los autobuses. Todos los miembros, desde ciclistas hasta auxiliares deberán pasar de aquí en adelante un PCR cada vez que tengan que correr o trabajar en una carrera.

Por eso el reencuentro con todos es tan especial. Nada más bajar del coche, por allí están Lide Larrañaga y Gari atareados como siempre estaban antes de toda esta nueva normalidad, y Mikel y Manolet limpiando bicis, que tanto gusto da verles, haciendo lo de siempre. Por los aledaños, en la terraza del Hotel Iriguibel está Jorge Sanz, tan concentrado como acostumbra, iPad en mano retocando los últimos detalles: trazados para las salidas de los próximos días, los números en los entrenos de las chicas, la logística… Dentro, las chicas que poco a poco asoman de sus habitaciones y otras, como Paula Patiño, que acaba de aterrizar del llamado “vuelo del deporte” directamente desde Colombia se reúnen también en la terraza.

Cuatro meses de parón
Son más de cuatro meses de parón e inactividad para todos. Cuatro meses en los que nadie se ha movido de casa. Cuatro meses sin hacer ni deshacer maletas. Y eso se nota. Y se paga también. A Lourdes Oyarbide se le ha olvidado la pasta de dientes en casa. A Jacobo, el responsable de prensa del equipo, la espuma de afeitar y el champú. “Mira, yo ese problema no tengo ahora”, comenta entre risas Sebastián Unzue, manager de la escuadra. A él, cuesta y hasta impresiona verle con el pelo rapado, “tan cómodo”, dice.

Al día siguiente toca salir a rodar, a soltar piernas para las chicas, a dejarte la vida para poder seguirlas para el resto de los mortales. Al bajar de la habitación con la Ultimate CF SL en las manos, ya vestida de ciclista, Gari y Lide activan todas sus dotes de masajista. “¿Quieres sales o agua?, ¿podremos las dos cosas, no?”. Una se siente por momentos sobrepasada. Porque rápidamente viene Mikel con otro portabidones que colocar en el cuadro de la bicicleta. ¿Ellos a mi servicio? Se hace tan extraño eso de pedir y que te lo den todo. Por momentos una se siente toda una ciclista profesional. Lide prepara el bidón de sales y dos barritas, Gari te recuerda que después te dejará una red para que metas toda la ropa y así puedas tenerla limpia por la tarde. ¿Y yo que hago? Nada, solo pedalear.
Jorge Sanz, que nunca deja un cabo suelto, ya ha diseñado una doble ruta, una para el grupo que tras rodar unos cuarenta kilómetros se subirá a las ‘cabras’ de crono y otro para las que dos días después tendrán que colgarse un dorsal. 60 kilómetros en dirección a la frontera con Francia por una espectacular carretera que atraviesa el pantano de Eugi hasta Esteribar y su antigua fábrica de armas. Con Alicia González, Jelena Eric, Alba Teruel y Eider Merino rodamos. Ellas, siempre atentas, haciendo el esfuerzo alguna que otra vez de mirar para atrás y echar el freno para esperarnos.

A la vuelta, en Eugi paramos a tomar el café. Las risas se suceden y las ganas de las chicas por competir son cada vez más grandes. Impacientes. El gen de la competición que llevan dentro sale a relucir. Apenas les quedan unas cuantas horas. Por la tarde es momento de volver a hacer lo de siempre, lo nuestro: entrevistar. Eso sí, ahora hay que hacerlo con un complemento nuevo: las mascarillas. A pesar de tener todas el PCR con resultado negativo en la mano, y ellas desde esa mañana otro más recién hecho, toda precaución es poca y además, necesaria. Pero ni con esas se va la ilusión de volver a hacer lo que nos gusta: preguntar, charlar, reírnos, grabar y de nuevo, escribir. Sentirse las unas ciclistas, la otra periodista. Hablando de objetivos, de competiciones, de rivales, de ambiciones Al fin.

Al día siguiente, otra nueva salida de unos cincuenta kilómetros soltando piernas y el día de la carrera, se aprovecha la mañana también para rodar junto a Eider, Sheyla Gutiérrez, Paula Patiño y Alba Teruel. A ellas les esperan ya las carreras. Las navarras, donde Eider Merino cosecha un octavo puesto en la primera y Sheyla un sexto, la de Durango, con Eider 15º de nuevo en la pelea en la que es la tercera y última exhibición de Van Vleuten. Pronto vendrá la Strade Bianche, el Giro y las clásicas con ese debut tan ansiado en la París-Roubaix en este año tan extraño. El primer paso, el del ansiado reencuentro ya está dado. Y no podía haber sido más especial.