Fotos: Rafa Gómez
Al río Cadagua, que emerge del valle burgalés de Mena y humedece toda la comarca de las Encartaciones vizcaínas, se le conoce como el río escondido. Con timidez se abre paso entre las rocas y pequeños senderos que lo rodean. Recóndito paraje. Orgullo bilbaíno, por su desembocadura en el Nervión. Sucede lo mismo con Mendrisio, cuna que meció los primeros lloros de Michael Albasini y santo y seña que se convertirá en capital mundial del ciclismo allá por septiembre, cuando el campeonato de mundo busque cobijo entre los Alpes. Susurrantes. Silenciosos. Así es también Albasini. Suizo de nacimiento. Italiano de corazón pero alemán de adopción. Acogido por Rof Aldag en el Columbia-High Road, apadrinado por el técnico italiano Valerio Piva. Valor de resorte le aseguraron al ex corredor alemán. Capaz de ahogar a sus contrincantes en un sprint reducido. Cumplidor silencioso. Pero desenfrenado.
Hizo buenas las palabras de Piva en Gueñes el suizo del Columbia-High-Road. Se había fijado en él cuando militaba el pasado año en el Liquigas, tapado por sus grandes líderes. Escondido entre la marea de olas mediáticas que asignaban su hueco a Ivan Basso en el conjunto italiano. Él, en silencio ahogaba sus penas. Sumergido en aguas rabiosas, profundas. No desataba entonces desbordamientos. Logró, en cambio una lev e inundación en Estella, cuando buscó sorprender a las dotes navegantes de Fabian Wegamnn en la subida al Puy. Inexpugnable el muro alemán. Solo pudo ser segundo. Silencioso. Es el puesto de los perdedores. Del que nadie se acuerda. A esos mismos pensamientos se encomendó al subirse a su lancha para descender hasta Gueñes por el río Cadagua. La suya tenía que ser una inundación bestial. Desenfrenada.
Su particular crecida de aguas comenzó a fraguarse más cerca de su nacimiento que de la desembocadura en la localidad vizcaína que albergaba la meta de la cuarta etapa de
Caída y abandono de Horner
El intento del asturiano, sin embargo, encendió la bombilla del Caisse d' epargne. Idea. Luis León Sánchez, ojo avizor de los descensos, se lanzó rumbo a Dima para conectar su luz a la de la cabeza de carrera. Esbozado entre el amarillento de sus pies, el murciano tensó al Astana. Dani Navarro jugó a la contra. Caza. Como él Horner, luchador entregado al fosforito de Alberto Contador en Arrate y también en el ascenso a Urkiola. En el santuario guipuzcoano, donde se impuso el madrileño, se dejó la piel por su jefe. En el vizcaíno, lindante con Álava, los huesos. Literal. Se fue al suelo, junto a Navarro. Magullado uno. Lesionado el otro. Susto, afortunadamente. Las primeras revisiones descartaron fracturas. Pero tuvo que hacérselas en Galdakao. Cortó su dorsal mientras el pelotón cruzaba Otxandio y Luis León Sánchez, ético y correctamente justiciero, decantó su intento a favor del respecto y la educación. Código no escrito en el mundo del ciclismo. Figurante solo, de esos que honran a cada hombre que se apoltrona en un sillín para dar pedales.
La caída de Horner fue el hundimiento del pelotón, que dejó entregada la etapa, a falta de una reducción final por parte del Euskaltel-Euskadi y el propio Caisse d ?epargne para demarrar la pelea por la clasificación por equipos, en los más de siete minutos con los que el cuarteto se plantó en Bezi, a treinta kilómetros de meta. Allí fue donde Van den Broeck y Vandevelde, sabios sujetadores de manillar, quisieron desterrar de las Encartaciones vizcaínas el torrente caudal de Albasini. Vano intento. Solo Deignan se entregó, ahogado por la refrienda de los corredores del Silence-Lotto y del Garmin. No era el del Cervélo por su objetivo. Lo sabían. Imprevisto. Albasini mientras, en la retaguardia, diluía sus aguas. Pedaleando hacia delante y agachando la cabeza. Símbolo de entrega y de espionaje. Vigía suizo, que aguzaba el oído ante los cambios de piñones que desataran el desembocamiento en Güeñes.
Tardó en llegar. Era lo que Albasini quería. Solo Van den Broeck hizo su intentona a tres kilómetros para la meta. Lo hizo sin flotador. Ahogado. Vandevelde no respiró. Pedaleaba sin bombonas de oxígeno auxiliares, sin terreno montañoso en la parte final que le permitiera presentar sus opciones y repetir su triunfo de la cuarta etapa de
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