Dominio de principio a fin. El Tour
Corredores más que asentados, como Valverde, Thor Hushovd y Stefan Schumacher se alzaron con los primeros triunfos parciales en una semana inhabitual en el Tour de Francia, donde las llegadas rápidas brillaron por su ausencia. Precisamente fue en ese terreno donde eclosionó el poderío de la nueva velocidad. La de Mark Cavendish. Cuatro victorias se metió en el bolsillo el alemán, arrebatando las "volatas" a ilustres como el propio Hushovd, Mc Ewen o Zabel. Ha sido una carrera de ladrones. Pero en el buen sentido. De los nuevos nombres que se imponen a los grandes hombres. Como Cavendish. Y como Stefan Schumacher. El particular diablo de Fabian Cancellara en las contrarreloj. El suizo se ha marchado del Tour de Francia sin una victoria de etapa, ni siquiera en su especialidad. Las dos cronometradas fueron para el corredor del Gerolsteiner, que ha sido uno de los hombres con más presencia en las fugas.
En ellas no faltó tampoco el protagonismo español. José Ivan Gutiérrez, Carlos Barredo y Amets Txurruka se echaron la mochilla a la espalda e hicieron de aventureros en varias etapas. El del Caisse d' epargne lo intentó en varias jornadas, pero nunca consiguió llegar a meta destacado. Txurruka se quedó a cuatro kilómetros de la gloria en la octava etapa y a Barredo se la arrebató Markus Burghardt en la decimoctava. Quién sí culminó fue Luis León Sánchez en Aurrillac. Se mantuvo fugado la mayor parte de la séptima etapa y asestó un magistral ataque en los kilómetros finales. Auspiciado por su equipo, se lanzó en solitario y abrió su particular cuenta de éxitos en el Tour.
Otro que continuó engrosando su palmarés fue Óscar Freire. Ataviado con el maillot verde de la regularidad, se impuso en el sprint de la decimocuarta etapa. Con ese color llegó hasta París. Y marcó historia. El primer español que se enfunda la acreditación del hombre más rápido del Tour de Francia. Rápido, como quiso bajar Óscar Pereiro el Col Agnel en la decimoquinta etapa. El gallego saltó por encima del quitamiedos y se lanzó en picado, pero sin bicicleta cinco metros abajo. El resultado, fractura de húmero y abandono del Tour. El ganador de 2006 se estaba viendo con los mejores. Activo, protagonista. Presente en los últimos ataques. Asistiendo a Alejandro Valverde. En las etapas del macizo central incluso se le vio en mejor forma que al murciano.
La página negra
Pero mucho antes del accidente de Pereiro, el Tour abrió su particular página negra. La comenzó a escribir el "Triki" Beltrán, con su positivo por EPO. Le siguió Moisés Dueñas, con la misma sustancia. Ambos se fueron a casa, no sin antes pasar por la gendarmería francesa. La carrera casi no se inmutó. Llegaban los Pirineos. Miles de aficionados vascos llenaron las cunetas, ansiosos de ver a su equipo, el Euskaltel- Euskadi. Los de Madariaga no estuvieron a la altura. Escasa presencia en fugas. Desfonde en los momentos cruciales. Y es que ni los naranjas, ni ninguna otra escuadra pudo hacer frente al poderío del Saunier Duval en las dos primeras etapas de alta montaña. Riccó en Bagneres de Bigorre y Piepoli en Hautacam hicieron presagiar que, después de cuatro años, por fin el equipo de "
Explotaron. Poco se tardó en saber que "
Pero la carrera proseguía su marcha. Cadel Evans se enfundó el amarillo entre lágrimas. El objetivo de toda una vida. El Tour parecía hecho a su medida. Era el ganador que Francia buscaba. Solo le faltaba ser francés. No importa. Sigiloso, no muy espectacular. Corredor de fondo. Son los valores que busca la ronda gala. Los de la verdad. Alejados de las exhibiciones casi imposibles. De los desfallecimientos y posteriores resurrecciones. Evans corrió como le gustaba. A la contra. Pero sólo. Sin equipo. A pesar de contar con el maillot jaune, el Silence- Lotto nunca dio muestras de tomar el mando de la carrera.
Khol, la sorpresa
A ese volante se puso el CSC con dos caballos. Jens Voigt y Fabian Cancellara dinamitaban los kilómetros antes de la llegada de los Alpes. Prato Nevoso,
Con escasa espectacularidad, sin demasiado lucimiento, la caravana se presentó en Alpe d'Huez. Era el día. El que atacara se llevaría el Tour. Así fue. Carlos Sastre no quiso esperar y cuando la carretera comenzó a ponerse cuesta arriba lanzó su embestida. "Frank, me voy", le dijo a su compañero de equipo. Y se fue. No le volvieron a ver hasta que se subió al podium, como vencedor de la etapa y como líder del Tour. Los Schleck tardaron en entrar en razón. Cuando Sastre abría hueco con los favoritos, los luxemburgueses saltaron a relevar a todos los ataques. A los de Valverde, recuperado de su descalabro en los Pirineos. A los de Bernhard Khol. Riis tuvo que pararlos desde el coche. Por delante, Sastre iba encendido. Tejiendo.
Sastre aguantó en la contrarreloj
Solo quedaba el asalto final. El "ring" elegido, Saint Amand Montrond, ciudad que pule el oro. Sastre lo cosió. Se cumplió la profecía. Aquel que sale de amarillo en Alpe d'Huez llega vestido del mismo color a París. Ni Evans, ni Menchov, ni Khol, ni su compañero Schleck hilvanaron tan rápido como el abulense. El minuto y medio que tenía de ventaja con Evans le bastó para alzarse con la victoria. La suya. Y la del Chaba.
Nunca se olvidó de él. Ni cuando llegó a Alpe d'Huez. Ni cuando entró en meta tras la última contrarreloj, ni mucho menos en lo más alto del podium de Paris. Cuando sonó el himno español de nuevo. Como el año pasado con Alberto Contador. El momento irrepetible que le robaron a Pereiro. La de Sastre es la tercera victoria consecutiva española en el Tour de Francia. Es el premio a la constancia. Al trabajo. Al gregario que se convirtió en líder. Al líder que es ya el séptimo corredor español en ganar el Tour de Francia.
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