Tirreno-Adriático. 3ºetapa: Haedo, parece tan fácil

Victoria del sprinter argentino frente a Tyler Farrar en una jornada donde Euskaltel movió a sus fichas y se dejó ver con Sesma, solo y en fuga casi toda la etapa y Txurruka, Izagirre y Castroviejo tentando sin suerte a evitar la llegada masiva en la parte final

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Tirreno-Adriático. 3ºetapa: Haedo, parece tan fácil
Tirreno-Adriático. 3ºetapa: Haedo, parece tan fácil

Cuatrocientos metros para un final cantado al sprint, el grupo se parte y solo unos elegidos, no solo los más veloces en cuanto a piernas, también los de intuición veloz, sagaces mentes con chispa especial de inspiración divina, se quedan delante para disputar la victoria. Elegidos por buscar su propio destino. Bastan los dedos de una mano para contarlos. Cinco, no más. Predilectos. Entre ellos sobresale la figura de Juan José Haedo, portento tren superior musculoso que más que un ciclista parece un portero de discoteca. Moreno, de tez oscura. Viene por la derecha mientras Farrar se dedica en suprimir la via a Daniel Oss, la nueva velocidad sobre el pavé del Liquigas, y Petacchi, la vieja y eterna potencia transalpina. Tan empeñados el trío en su propia 'volata' que no ven a Haedo. Como una moto cruza la meta. Fácil.

"Lo parece pero no lo es". Así condensa Juan José Haedo su propia vida. En dos frases la cuenta, veloz. Se nota que es sprinter, aunque con sabor diferente, cálido. Viene de lejos su 'volata', lanzada desde Chascomús, una pequeña ciudad al sur de Buenos Aires. Allí creció entre balones de fútbol, no podía ser menos en el país del balompié, de la albiceste campeona mundial y del gol de la mano de Dios del todopoderoso Maradona. "Mi padre era ciclista y mi hermano -Lucas Sebastián,  profesional y compañero suyo en el Saxo Bank- también y yo acabé dando pedales". Por inercia se encerró en la pista, "era la única forma de que el gobierno te subvencionara. Lo usé como trampolín". Le empujó hacia arriba, a Estados Unidos, donde corrió varios criteriums con un espectador de lujo, Bjarne Riis.

Sesma, fuga en solitario
"Se fijó en mi, le gusté". Trampolín hacia Europa. Veloz, como su sprint vencedor en la tercera de la Tirreno-Adriático. "No ha sido tan fácil como parece". El camino hasta el Saxo Bank le subió a un andamio, "hacía chapuzas, pintaba casas para sobrevivir". Lo consiguió. Despierta ahora la bestia que congrega en su cuerpo musculado Haedo. El año pasado ya ganó en Catalunya y sorprendió con un tremendo sprint en Dauphiné. Crece todavía, a pesar de su treintena. Por la victoria de Haedo caminó Daniel Sesma. El navarro fue solo la primera pieza de un bonito despliegue del Euskaltel en los últimos kilómetros buscando evitar lo inevitable del sprint.

La de Sesma, como Haedo, es una carrera indiscreta. De aprendizaje aún, toma de valores que cada kilómetro recorrido, cada metro que exprime el aliento aporta una lección nueva. Sesma viene del ciclismo sacrificado, ese que pocas veces acaba siendo el vendedor. Menos aún en su caso. "Soy inquieto en carrera, gasto demasiadas balas. Con la cabeza más fría hubiera ganado carreras", reconoce. Esa ansiedad dio como resultado una centena de kilómetros en fuga. Sin premio, como suele suceder en las jornadas que cantan antes del banderazo de salida el sprint.

Ciclismo sacrificado el suyo. "Pero me gusta esta vida. He estudiado, he salido por ahí...pero a mi me tira la bici", asegura. Igual que a  sus compañeros Amets Txurruka, Castroviejo y a Ion Izagirre. Ellos fueron las piezas que le siguieron una vez neutralizado, a treinta kilómetros para el final. Les faltó dureza para conseguir hacer buena la intentona, especialmente la de Castroviejo, unido a Mikael Cherel. Emoción impuesta pero nada que, al fin y al cabo, evitara un sprint que reventó el Saxo Bamk, controlando la cabeza del pelotón al ver que Cavendish sufría más de la cuenta.

Rompió el equipo de Contador a los velocistas. Solo los que llevaban consigo el instinto y la inspiración encarnada en chispa pudieron contenerlo. "Ellos lo hicieron todo, luego solo basta tener piernas y una posición buena para ganar", confesaba Haedo. Así de fácil. Camino de ida y vuelta el suyo. De enero a octubre en Girona, donde reside desde que llegó a Europa hace cuatro años. Después huye al sol bonaerense, a ver a la familia y disfrutar "de las cenas con los amigos que luego se echan de menos tanto". Tres meses de libertad para volver a Cataluña veloz, como él. Separarse de su Argentina y comenzar. No es tan fácil, dice Haedo, aunque lo parezca. Igual que sus victorias
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