Tirreno-Adriático. 7ª etapa: Un australiano, un holandés y muchos italianos

Cadel Evans y Robert Gesink pudieron con la expedición italiana. Cancellara echó mano de su potencia para adjudicarse una crono más

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Tirreno-Adriático. 7ª etapa: Un australiano, un holandés y muchos italianos
Tirreno-Adriático. 7ª etapa: Un australiano, un holandés y muchos italianos

Cerca de las cuevas que nutrían de mármol a Miguel Ángel, en Marina di Carrara, en la Toscana, hace casi una semana, seis días, el pasado miércoles, sonaban campanas de guerra de unos chicos italianos, de todas las edades, jovenes y mayores, novatos y veteranos, que querían conservar el trofeo que desde hacía dos años no salía de tierras transalpinas. El de la Tirreno-Adriático, la carrera que en 2010 se decidió por las bonificaciones en beneficio de uno que ya lleva catorce años de profesional, catorce años viendo pasar su vida desde el sillín de su bicicleta. Stefano Garzelli evitó, por los pelos, por unos segundos de oro, que Michele Scarponi, otro que ya supera la treintena, repitiese el triunfo cosechado un año antes. Ese día, el de la crono por equipos que inauguraba una nueva edición de la carrera de los dos mares, en el hotel, unos cuantos de casa, italianos, se vistieron de esos superhéroes llamados ciclistas y comenzaron una aventura especial. La de ganar ante los tuyos, la de ser rey en tu tierra.

En la línea de salida estaba Garzelli y estaba Scarponi, los últimos protagonistas. Estaban también el pasado y presente y el presente y futuro del ciclismo local, Ivan Basso y Vincenzo Nibali. Estaba Damiano Cunego, el que nunca termina de demostrar la clase que lleva dentro, en esas piernas que enamoraron a Italia durante aquellos felices días de 2004. Estaba Danilo Di Luca, que corre gratis para el Katusha, que quiere hacerse oír, que quiere hablar más alto que nadie, que quiere gritar, que quiere decir al mundo que está arrepentido de lo que hizo. Estaba Giovanni Visconti, la figura del Farnese-Vini, su perla más valiosa. Estaban Ballan, Nocentini y Pozzato. Estaba Marzio Bruseghin, el chico que quiere abandonar el ciclismo para ser granjero. Estaban todos, los mejores italianos con el objetivo de la victoria entre ceja y ceja.

Querían dar espectáculo por esos finales 'made in Italy'. Los de las rampas interminables, los de las calles estrechas, empedradas, en cualquier pueblo perdido del país transalpino, que invitan al ataque. Querían ofrecer el mejor aperitivo posible de ese Giro que en mayo hará, como siempre, las delicias de todos, empeñado en recortar distancias a base de pasión, a base de diversión, con el Tour de Francia. Querían marcar territorio, dar la primera lección del año a la armada extranjera. No querían que ningún español, 'Purito' o Arroyo, que ningún belga, Gilbert, que ningún luxemburgués, Andy Schleck, que absolutamente nadie les estropeara la fiesta. Pero se la estropearon. Y no fue ninguno de los citados anteriormente, sino un australiano con cara de cabreado y un larguirucho holandés.

Cadel Evans, que llegó sin hacer ruido, que supo aprovechar todos los momentos de indecisión, que quedó primero, es el australiano cabreado, y Robert Gesink, que fue líder, que cayó hasta la cuarta plaza, que voló en la crono para saltar hasta la segunda, es el largo holandés, los dos que derrotaron a la numerosa expedición italiana. Ambos, uno de 34 años, el otro de 24, se colaron en los cajones más altos de la Tirreno-Adriático. Utilizaron la última contrarreloj para confirmar, el primero, el triunfo, y para amargar, el segundo, a Ivan Basso y a Michele Scarponi, los que comenzaron la séptima y última etapa con la esperanza de que Evans pinchara, de que Evans echase de menos algún día más de competición -sólo ha corrido la 'Eroica'-, y acabaron adelantados por Gesink, que, junto a la victoria en el Tour de Omán, puede dedicarle este segundo puesto a su padre, fallecido en octubre después de una caída con su bici de montaña.

El holandés, que corre en Rabobank, fue el mejor de los favoritos, noveno a 27 segundos, en una crono de 9,3 kilómetros que tuvo como vencedor al de siempre. Fabian Cancellara marcó 10 minutos y 33 segundos para alzarse con el triunfo. Fue más rápido que Lars Boom, otro holandés, otro del Rabobank, otro que quedó segundo, éste en la etapa, y que Adriano Malori, del Lampre, tercero. Un brillante Jonathan Castroviejo, vizcaíno, de 23 años, del Euskaltel-Euskadi, fue el mejor español. Quedó octavo, a tan sólo 25 segundos de la 'locomotora' de Berna, que puso punto y final a la Tirreno-Adriático que quisieron conquistar varios italianos pero que cayeron ante el impulso y la listeza de un australiano llamado Cadel Evans.


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