Abandonemos un momento la rutina de esta sección, y aprovechando que la recién finalizada Vuelta a España situaba una de sus llegadas en el casco histórico de Toledo tras treinta y un años de ausencia, volvamos la vista atrás para contemplar al pie la foto de la meta de aquella lejana edición. Quien suscribe la tiene entre sus favoritas de este deporte desde siempre. Sucedía a pocos metros de los Jardines del Alcázar, donde terminó este año, y el lugar seguramente no necesite de presentación para quienes conozcan mínimamente la capital manchega: la Plaza de Zocodover. Allí, en una genial instantánea captada por Graham Watson, el británico Malcolm Elliott encabezaba la estirada fila de corredores que llegaban procedentes de la calle Armas coronando una cota urbana de cuarta categoría. Café de Colombia patrocinaba el Gran Premio de la Montaña como se puede apreciar, eran los tiempos de la primera oleada ciclista a Europa del país sudamericano. Sean Kelly, Van Brabant, Moreda, Unzaga, Earley, Echave... la fila de perseguidores se perdía en una perspectiva que se tornaba espectacular en el lateral, donde no parecía quedar sitio entre un público que abarrotaba vallas, soportales y balcones de edificios. Desde ese día y por espacio de tres décadas, La Vuelta no había regresado al centro de esta ciudad. Lo hizo como mucho a su perímetro, y aunque la también imponente Puerta de la Bisagra solía presidir las llegadas, el montaje siempre distaba de ser el mismo. Elliott, protagonista del día, conseguía en Zocodover el primer gran triunfo internacional de una prolífica y sobre todo longeva carrera. Sucesor de campeones de la talla de los Stablinski, Van Looy o Txomin Perurena entre los ganadores en Toledo, lo hizo integrado en el Fagor galo y ataviado con la entonces clásica cinta de pelo. Culminaba una larguísima jornada -había empezado en Albacete- de casi doscientos cuarenta y cinco kilómetros con una ascensión de casi dos sobre suelo empedrado como colofón. Su equipo y él mismo trabajaron ayudando a su compatriota Robert Millar, quien se equivocó con las pancartas finales y le acabó permitiendo disputar y conquistar la primera de sus tres etapas en la gran ronda nacional. Corriendo después entre 1989 y 1992 en los equipos españoles Teka y Seur, Elliott se convertiría durante las cuatro temporadas siguientes en uno de los grandes dominadores de las llegadas masivas de nuestro calendario. Le seguiría un ciclo de cinco años integrado en formaciones estadounidenses, y un retiro que abandonaría en 2003 para volver a competir en su país y estirar su trayectoria hasta los ¡cincuenta y un años! Allí compartió incluso pelotón con la exitosa generación de compatriotas que alumbraron al primer Team Sky. Por entonces, a muchos de ellos les doblaba en edad. Se decía de él que su talento estaba muy por encima de su ambición, y que más allá de los éxitos que pudiese conseguir en su tierra el resto le importaba más bien poco. Una cierta fama de ave nocturna le acompañó durante gran parte de su carrera, algo que tampoco se molestaba en desmentir. "No sé lo que se habrá dicho de mí al respecto, pero seguro que será verdadero", afirmaba con rotundidad. Lo cierto es que demasiado mal no le sentó, basta ver su nivel deportivo con medio siglo de vida a la espalda.