VIDEO.Alejandro Valverde se lleva el Tour de Romandía

Se ha impuesto al sprint después de responder a un ataque de Igor Anton

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VIDEO.Alejandro Valverde se lleva el Tour de Romandía

No hay mejor manera de asegurar un triunfo en una clasificación general que alzando los brazos en la última etapa. Así lo entendía Alejandro Valverde, brazo ejecutor magnífico. Donde pone el ojo, pone la bala. Por eso le llaman así "Balaverde". Perdigones mortíferos los suyos hasta ahora solo bajo la solana y el secano. Con la lluvia su pólvora se mojaba. Ahora no. Ha aprendido a hacerse ciclista acuático por obligación. Para saber salir a flote sobre las turbias aguas que amenazan con hundirle en la profundidad de océano de los sancionados. Muertos en vida atrapados entre las arenas del fondo del mar. No mira hacia ese oscuro fondo Valverde. Siempre hacia adelante. Hacia arriba. También cunado llueve, como en Romandía. "Este año me estoy adaptando bien al frío y a la lluvia", dice. No le queda más remedio. Tempestades con las que capear de la que siempre sale reforzado. Triunfador.


También en el Tour de Romandía, claro, para seguir con la tradición, con los golpes en la mesa del "todo lo que corro destaco". Como vive día a día, sus piernas siempre tienen que estar dispuestas para ganar. Nunca se sabe cuando dejarán de girar las ruedas. Cuando le obligarán a dejar de adosar los pedales a sus pies mortíferos y de aguda velocidad sobre la que sucumbió Igor Anton en la meta de Sion. Anda el vasco del Euskaltel-Euskadi persiguiendo una victoria que se le resiste. Una grande, para acompañar a las grandes prestaciones presas del muro de Huy de la Flecha Valona o la Redoute de la decana Lieja-Bastogne-Lieja. Se le resiste todavía. Encomendado a sus fuerzas, espléndidas todavía atacó Anton a 25 kilómetros del final.


Allí vio Valverde la oportunidad de desvestir al pegadizo Rogers. Se camufló entre tinieblas, las suyas propias, para responder a Anton. Con el murciano se marcharon Menchov y Spilak. Desapareció entre las nubes Valverde. Perdido Rogers, no sabía el australiano que el del Caisse d'epargne ahora sí sabe moverse entre tormentas. Tardó en comprenderlo para saltar con la ayuda de Marco Pinotti. Pero ni con cuatro ojos fueron capaz de vislumbrar al escurridizo murciano. Tiró del carro junto a Spilak y Menchov, por fuerzas y debilidad de mente acabó cediendo en el descenso del Ovronnaz.


Por allí había pasado Igor Anton con 21 segundos de ventaja sobre el caníbal murciano, suplicando clemencia. Oídos sordos para Valverde. Lo quería todo. Hambriento destructor. Con Spilak, el vislumbrante Valverde dio caza a Igor Anton, que reculó fuerzas para conceder a Denis Menchov el privilegio de reengancharse a la cabeza. Valverde miró para atrás. Ni rastro del amarillo de Rogers. Viajaba ya a sus espaldas. No escatimó en esfuerzos a falta de siete kilómetros, con el sprint intermedio. No compartió bonificaciones con nadie. Allí acababa su Tour de Romandía, la enésima conquista, un renglón de oro más a su palmarés.


Pero quedaba la otra meta, la de la foto. Otra para la historia. Ésta, a diferencia de la mayoría, con aguacero incluido. Saltó Igor Anton, hombre de frío y diluvios. De precipitaciones como la suya. Por adelantarse a los acontecimientos le alcanzó la bala del 'bala'. Nada que hacer ante semejante torrente de efluvios, rabia y poderío que sigue descargando su ira en la carretera. Como siempre. A base de victorias. A base de recitales. A base de espectáculo.

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