Desde dentro: la cara de Contador

Desencajado, más por tristeza que por cansancio, Alberto Contador no puso excusas y tampoco huyó, como nunca lo hace, de la prensa para explicarse el día que perdió las opciones de luchar por su última carrera como ciclista profesional.

Ainara Hernando / Fotos: PhotoGomezSport

Desde dentro: la cara de Contador
Desde dentro: la cara de Contador

Hay pocas cosas que se asemejen al desaliento que se siente cuando, esperando en una meta, llega un corredor de los definidos como favoritos para ganar una grande y llega vacío, muerto, exhausto como para no dar una pedalada más ni siquiera hasta el hotel aunque lo tenga a 200 metros de allí. Uno de esos corredores que se pasan todo un año preparando al milímetro una carrera, cuidando cada detalle, acumulando indecibles e incontables sacrificios por el entrenamiento, el trabajo duro, las horas encima de la bici. Y llega un día, la tercera etapa de la Vuelta y todo se va al traste. A Contador le lleva pasando varias veces en las últimas temporadas, sea por caídas o sea, como en esta ocasión, por un pajarón tremendo. Pero nadie, ni él ni los que le rodean son capaces de acostumbrarse. 

Tiene un poco de decepción, mucho de pena, tantísimo de nostalgia. Otro más de añoranza. De los grandes tiempos que ya no van a volver. De la decadencia del gran campeón que tantas líneas nos ha hecho escribir y tanto nos ha emocionado. Hay pocas cosas que se asemejen a ese desaliento de todos los que corremos a su lado, esperamos a que pare y empieza a hablar. Casi todos vamos con gafas, para cubrirnos del sol que tan raro se hace ver cuánto aprieta en Andorra, casi 30 grados. Pero también para ocultar la mirada triste que nadie somos capaz de evitar.

Porque sí, a todos apena. No solo a Contador, su entorno o sus fans. También a toda la prensa española que con tanto ímpetu comenzamos esta Vuelta, sabiendo que era la última del madrileño, el ciclista que más ha emocionado a nuestro país desde Miguel Indurain (con todos los respetos para Alejandro Valverde, por supuesto). Que Contador esté en la pelea, luche por la general y la gane o quede cerca de hacerlo nos viene bien a todos. A todo el ciclismo español.

Pero no. Esta vez tampoco va a ser y ya no va a haber una más. Y no sabemos cómo mirarle al empezar a preguntarle sin sentir esa pena. Por eso las gafas. Lo peor en realidad es mirarle y verle. Entender lo que hay detrás de su mirada perdida y baja. Y hay mucho. Lo que trasmite Contador cuando frena y atiende a los medios es tristeza mucho más que el cansancio que se ha visto en televisión y reflejan los dos minutos y medio que se deja en Andorra. Una tristeza infinita.

Y aún así nos atiende. Se para, bebe agua y se traga ese desaliento y empieza a hablar. En los últimos años, a Contador siempre se le ha achacado que no para de poner excusas, de mentir incluso se lee en muchas opiniones, de inventarse motivos por los que ha dejado de estar en la pelea por las grandes vueltas. Pero lo cierto es que Alberto es el ciclista más expuesto del pelotón, mucho más que Chris Froome incluso. Porque Contador siempre, siempre, siempre, y remarco, SIEMPRE ha atendido a los medios de comunicación. En los días buenos y también en los malos, cosa que la mayoría de ciclistas no hacen. Todas las etapas de las vueltas que corre habla, responde a las preguntas, incluso llegando a una meta chorreando sangre tras una caída. En la meta de Andorra, donde acumuló “el mayor retraso de toda mi carrera deportiva en una grande” no fue una excepción. Aunque observar su rostro colmara de toda la tristeza que él traía.

A partir de ahí ya se han abierto las cábalas en la sala de prensa. “¿Hará como Indurain en la Vuelta de 1996?” era la pregunta más escuchada.

A pocos metros, en la línea de meta, Vincenzo Nibali hablaba con Stefano Garzelli antes de atender a los medios. Garzelli trabaja éste año como conductor de la organización y entre susurros le decía: “Lo mejor de todo es que no has cogido el liderato y así les haces trabajar al Sky”. El Tiburón le respondía: “¡Ya te digo!”. Al poco rato se acercaba David de la Cruz para atender a la prensa tras la ceremonia del podio, lamentándose, aunque sin perder la sonrisa, de no haberse llevado premio alguno de Andorra. Ni etapa ni liderato, por solo dos segundos frente a Froome. “Lástima”. Tranquilo, David, que queda mucha Vuelta. “Qué va, que va. Eso que tienes, eso que llevas”, respondía el catalán.