En la línea de meta de Alhama de Murcia no hay focos para Jaime Rosón. A nadie le interesa el zamorano del Caja Rural-RGA teniendo cerca a José Joaquín Rojas que se masca la rabia de haber perdido la etapa frente a Trentin. Y luego interesa, cuando al poco llega, Alberto Contador. Y Jaime Rosón con su pena. Los ojos hinchados del cansancio, las piernas a reventar de ácido láctico. Cuando Joseba, el masajista del Caja Rural-RGA lo frena pasada la meta, Rosón echa pie a tierra y se muerde las lágrimas. Casi no es capaz de aguantarlas. Están a punto de desbordarle como dos grandes riadas de tristeza. Oportunidades como ésta, dice “son pocas”.
Joseba intenta consolarle. “Lo has hecho de maravilla Jaime. Venga, ánimo. ¡¡Que has estado muy bien Jaime!!”. Y parece, por momentos, que esas palabras de aliento van a terminar de poder con él y el zamorano va a terminar cayendo en el pozo de la llorera. Joseba, masajista, confesor, amigo, padre y psicólogo, lo mira y se da cuenta al instante. Le agarra del cuello a su chaval y se lo acerca al pecho para abrazarlo. Qué más da el sudor que chorrea, los restos de tierra que lleva pegados al rostro.
El agua, a Rosón le calma, es otro río, que corre deslizándose por su garganta para aplacar las lágrimas. Llevarlas hasta la tripa. “Ojalá hoy fuera mañana”, le dice Jaime a Joseba. Mañana, el Calar Alto, el final en alto, el primer día de montaña de verdad en la Vuelta a España con un puerto largo, de esos que a los corredores como Rosón que apenas sobrepasan los 60 kilos. Ojalá estas piernas tan fantásticas se dice para sí el zamorano, mañana en el Calar Alto.
Jaime Rosón es una estrella en proyección. La joya de la corona del Caja Rural-RGA pero aún no tiene focos reservados para él. Aún se los llevan los grandes. Contador, Valverde, hoy Rojas que disputó la etapa hasta el final. Todos ellos, ciclistas que pasan de la treintena. Hay muchos que no le conocen. El día que comenzaba la Vuelta, por ejemplo. En Nimes, el Caja Rural-RGA, presentó su proyecto solidario. En esa rueda de prensa estaba presente Javier Guillén y también Rosón. Y el director de la Vuelta se dirigió a él en dos ocasiones, hasta que le corrigieron, llamándole Juanjo.
El año que viene, Jaime, que no Juanjo, correrá en el Movistar Team al servicio de Valverde y Mikel Landa y buscando mientras tanto sus espacio para seguir medrando. Cuando vista de azul, seguro que nadie confunde su nombre. Igual que si mañana se mete en la fuga y vuelve a disputar la etapa. “Pero a ver cómo me levanto, que igual después de lo de hoy, entre la lluvia y el cansancio, las patas se me ponen muy duras”. Ojalá hoy hubiese sido mañana.
Hay otros a los que se les exige que el mañana llegue lo más rápido posible. Es lo que le pasa a Enric Mas. Nunca el autobús del Quick Step ha tenido tantos periodistas españoles rodeándolo en la salida para esperar a un corredor. Allí había un puñado de ellos. Todo porque ayer, en la jornada de descanso, casi a punto de finalizar su rueda de prensa, a Alberto Contador le preguntaron a quién veía como su relevo para salvar el futuro del ciclismo español. “No me gusta meter presión a nadie y luego estáis los periodistas que a veces metéis mucha pero…yo creo que Enric Mas va a marcar una época. Lo tiene todo para las grandes vueltas”. Toma patata caliente.
Así que ahí estaban todos, como buitres a la caza de su presa. Y Enric, tímido y poco hablador hasta los tuétanos intentando salir del ‘fregao’ en el que sin quererlo le han metido. Y cuando llega a meta, a la televisión a seguir contestando preguntas. Bueno. Pregunta, que siempre es la misma. Y sin pensar o disfrutar del hoy, de ser testigos de su progresión, pidiéndole ya triunfos, ataques, exhibiciones, espectáculo. Pidiéndole ya un mañana.