Desde Dentro: Si le llevas a bailar

Nuestra enviada especial Ainara Hernando nos narra las interioridades del sensacional ataque de Contador en el Torcal que ha llenado de emoción la 12ª etapa de la Vuelta.

Ainara Hernando / Foto: PhotoGomezSport

Desde Dentro: Si le llevas a bailar
Desde Dentro: Si le llevas a bailar

La mueca es una sonrisa. Es la de Alberto Contador, el ciclista de la tez negra al que una dentadura blanca, perfecta se le dibuja al cruzar la meta. No hay euforia, no hay locura como en Fuente De. No ha habido una victoria. Pero hay alegría. A casi todos los puertos, subidas, tachuelas o rampas que se han subido se les ha quedado grabado un ataque de Contador. No hacen falta grandes moles de montaña. Basta un segunda categoría como el Torcal o el Garbí. Son los puertos en los que más daño ha hecho Contador, en los que más espectáculo ha regalado. Los días imprevisibles. Como él. El ciclista genial. 

Y llega Contador y sonríe, pronto lo borra. Lo va diciendo todo sin hablar. Bailarín. De nuevo ese pedalear mágico en una rampa de esas tan cortas, tan de transición que ni siquiera en el libro de ruta oficial de la Vuelta aparece su altimetría. Contador empieza a divertirse, se alza, danza. Si no lo puedes sentir, es porque esto acaba de empezar.

Aún no se le escucha bien. Son solo 10 segundos, 20, medio minuto. Y Froome, quizá pensando igual que en Calar Alto, “déjale que se marche, no necesitamos cogerle al momento”, como reconoció que le dijo a Moscon ayer. A Contador, ser valiente le está saliendo caro en esta Vuelta. De su espectáculo solo saca rédito en los aplausos y las ovaciones del públicos. Lo más romántico. Pero el cariño del público no sirve, por desgracia, para ganar una Vuelta a España.

Pero cree. Sabe que debe hacerlo. Eso lo que le queda. Aferrarse a sus pinturas de guerra, a su espíritu inconformista. 20 segundos, medio minuto. Se levanta, se alza y danza como en sus mejores días. Que si la llevas a bailar, se convertirá en una estrella abriendo el camino.

Empieza a decirlo todo sin hablar. Bailarín que enciende su luz con solo respirar Contador. Pancartas a los lados frenan los jaleos del público. “Gracias por todo Alberto”. Y por detrás, dos gritos que son dos caídas de Chris Froome. Y en la meta sonrisas, algún puño en alto que se alegra de las desgracias aunque a quien le haya tocado sea al siempre educado y correcto Chris Froome.

Y por delante, Contador que lo sabe, que se encuentra con Edward Theuns que se descuelga de la fuga y se deja la vida por él. Y lo que nadie mira es lo que sus ojos ven. Un maillot rojo que quiere, que desea y por el que va a luchar hasta la misma meta de Madrid. Porque cree.

Y llega y sonríe, o quizá lo que dibuja su rostro moreno y tostado es el vacío que lleva, la respiración que le falta, la agonía que le viene. Alberto no habla hasta que Chris Froome cruza la meta. 42’’ le recorta al líder y 22’’ a Nibali. Piensa antes de hablar. “Hoy era uno de esos días que tienes que tirar de decisión para intentarlo”. De eso le sobra. Por detrás llega Theuns que no puede aguantar la euforia. “¡¡Grandeeeee!!”, le grita. “Pero con los potenciómetros, cada vez el ciclismo es menos para valiente”, se lamenta. Él es la estrella que abre el camino. ¿Pero es que no hay más ciclistas españoles en la vuelta? Sí, y extranjeros. Pero ninguno emociona como él”. El bailarín de la Vuelta.