El camino de regreso de una de las etapas del Tour de Qatar, el despertar de la temporada para los clasicómanos, muchos días los ciclistas lo hacen en bicicleta para acumular kilómetros y hacerle fuerza y fondo a unas piernas que en apenas unos meses traquetearán al ritmo de las piedras de la París-Roubaix y el Tour de Flandes. En ese camino donde el único paisaje que se divisa a lo largo y a lo ancho es un mar infinito de arena con cuatro carriles de ida y otros tantos de vuelta abiertos en el desierto como una serpiente que repta hambrienta y veloz hasta la capital de Doha, en ese camino donde, entre el cansancio acumulado, el calor y el viento es fácil sufrir de alucinaciones, divisar oasis de agua y palmeras donde solo existe la arena, regresan juntos pedaleando Markel Irizar y Jasper Stuyven. Y regresan hablando, claro. Porque con Markel no puede ser de otra forma.
Y Markel, 35 años estupendamente llevados, le envidia a Jasper. “Ojalá yo tuviera tu edad”, le dice, esas 22 primaveras tan lozanas, “ojalá tuviera tu edad, el futuro que tu tienes, esa cabeza tan amueblada y todo lo que se te presenta por delante”, pero eso sí, añade Markel, “ojalá tuviera todo eso tuyo pero con todo lo que yo sé”.
Del vencedor en Murcia se dice que es un diamante en bruto. Una joya por pulir. El nuevo niño prodigio de la escuela ciclista belga. El sucesor natural de Tom Boonen que maravilló en el 2011 cuando terminó segundo en la París-Roubaix amateur. Stuyven es un tallo de metro 86 centímetros y 78 kilos de peso que puede ser el relevo de los grandes clasicómanos del presente. “Es el relevo de Cancellara”, avisa Irizar. Él lo conoce bien. “El año pasado después de la Clásica de San Sebastián se vino conmigo y con toda mi familia a Jaca a entrenar. Estuvo tres semanas con nosotros”.
Lo que vio Markel le dejó sorprendido. Su planta se conjuga con un poderío excepcional. “Y rápidamente se dejó querer mucho. Es muy cariñoso y con mis hijos entabló enseguida muy buena relación”. Le hizo una foto junto a sus tres retoños. “Así un día, cuando sea uno de los grandes podrán decir que Jasper Stuyven se hizo una foto con ellos”.
La primera piedra para conquistar el pavé de Flandes y Roubaix lo ha puesto en Murcia. Y no ha sido fácil. “Se esperaba que diera el salto de calidad antes pero le ha costado. Se cayó en la Strade Bianche, se hizo una avería grande y le tuvieron que operar. En Roubaix estaba delante con los mejores y pinchó. Después estaba en el grupo del Tour y pilló un virus en la Vuelta a Suiza que le dejó fuera”.
Pero nunca ha perdido la calma ni se le ha ido la cabeza. “La tiene muy bien amueblada”, cuenta Irizar. “Suele alquilar un apartamento en Álora, cerca de Málaga con otros tres ciclistas y se va a entrenar allí”. Con los libros. Entrena por la mañana y estudia para sacar adelante su carrera de Empresariales. En Murcia se ha doctorado. Y eso que “a la Vuelta vino sin estar súper pero hoy estaba mentalizado”. Con su victoria, reconoce Irizar, “nos ha quitado la presión a todo el equipo, lo necesitábamos más que el aire para vivir”, se felicita Markel. “Llevamos todo el año cruzado. Ahora podemos disfrutar de la Vuelta”. Y del nuevo diamante del ciclismo belga.