Entre 1958 y 2001, La Vuelta contó entre sus clasificaciones secundarias con la de Metas Volantes. Siguiendo la sencilla fórmula de otorgar puntos en función del orden de paso bajo sus pancartas y convertir en vencedor a quien más acumulase, este premio perduraría e incluso se desdoblaría, hasta desaparecer tras la edición de dos mil uno. Primero se les integraría en una compleja clasificación combinada que también ha sido suprimida, y actualmente, y camufladas bajo el nombre de sprints intermedios, sirven de soporte a las clasificaciones de la regularidad y la general, por otorgar tanto puntos para la primera, como bonificaciones en tiempo para la segunda. Sus cuatro décadas y media de historia dieron lo bastante de sí como para ser todavía añoradas y recordadas por muchos por ver en ellas ver el modo más objetivo e idóneo con que primar y reconocer el rendimiento de los ciclistas del segundo escalafón del grupo. Su historia y algunos de los grandísimos nombres que asoman en su palmarés demuestran, no obstante, que esta clasificación, mantenida por otra parte por la mayoría de rondas de una semana del calendario actual, no siempre fue cuestión de modestos y,sobre todo, que es un patrimonio ciclista a conservar y nunca convendría olvidar. Miguel Ángel Iglesias: el pentacampeón Hablar de las Metas Volantes en la Vuelta Ciclista a España es indisociable a la figura de Miguel Ángel Iglesias. Este corredor de Valls, reconocido ahora por muchos por participar en algunas de las retransmisiones de ciclismo en Teledeporte, enlazó consecutivamente cinco triunfos en la clasificación entre 1987 y 1991. Al sexto, apenas pudo pensar en optar el año siguiente por culpa de una caída que le obligó a abandonar muy pronto en la que fue su última participación. La desaparición en 1992 del Puertas Mavisa, su equipo en aquellos momentos, y la imposibilidad de encontrar un hueco en un pelotón fuertemente marcado en aquellos momentos por el paro después de que también se fueran Wigarma y CHCS, terminarían con su carrera y la posibilidad de reverdecer laureles en un premio que vivió sus mejores días a la par que él destacaba. Profesional por espacio de diez temporadas en los equipos Kelme, CR y Mavisa, Iglesias supo labrarse un sitio en el pelotón gracias a su notable punta de velocidad y al empeño que desde muy pronto puso en llevarse este tipo de clasificación parcial, donde acumularía decenas de victorias y de la que en nuestro calendario sólo le faltó por ganar la de la Vuelta al País Vasco. Pocas semanas antes de retirarse definitivamente en la Escalada a Montjuic, se llevaba la última en La Rioja precedida por los sprints especiales en la Volta, una carrera en la que cuatro años antes había obtenido su triunfo profesional más destacado. Fue en la cuarta etapa, con llegada a Manresa, donde se imponía a Miguel Indurain y Pepe Recio tras un recorrido de media montaña previo que redujo la cabeza de carrera a un grupo de setenta y cinco unidades en el que fue el más rápido. En una de aquellas ediciones victoriosas, la de mil novecientos ochenta y ocho, Iglesias debió lidiar además con la disputa paralela de la general desarrollada por alguno de los candidatos como Sean Kelly, quien buscaba en las propias Metas Volantes bonificar segundos de cara a la lucha que mantuvo con Raymond Dietzen y los BH. Finalmente, y después de que en los dos primeros tercios de carrera el irlandés llegase a liderar la clasificación, su ímpetu se aflojó con la aparición de los Pirineos y de la semana final, y el catalán consiguió su segundo triunfo. 34 vencedores: Hinault o Merckx también se impusieron Un total de treinta y cuatro nombres se agrupan en el histórico de una clasificación con cabida para ciclistas de toda condición y en la que, por su relevancia histórica, tres destacan muy por encima de todos, atendiendo al momento de su carrera en que lo lograron. Fueron Bernard Hinault, Freddy Maertens y Eddy Merckx, y todos ganaron en la década de los setenta, en ediciones donde también se llevarían la general individual. El hecho de que en los recorridos de aquella época escaseasen las etapas selectivas, y de que a la par, los pasos por metas volantes se bonificaran generosamente, motivó al trío a implicarse en su disputa como modo de acumular tiempo ante sus rivales, y como consecuencia, acabar llevándose una clasificación que, en el Tour por ejemplo, nunca iría a manos de su vencedor definitivo durante su existencia entre 1971 y 1989. Al anteriormente mencionado Miguel Ángel Iglesias, le siguen en el palmarés otros dos ciclistas del pelotón nacional relegados a un cierto olvido provocado por los años en que llegaron sus victorias, las décadas de los cincuenta y los sesenta. Se trata del castellonense Vicente Iturat, el mejor de modo consecutivo en las cuatro primeras ediciones, y el catalán José Segú, que se llevaría otras tres. En el caso de ambos, los dos ya desaparecidos, este galardón aparece en sus respectivos palmareses rodeado de numerosos triunfos en pruebas y etapas del calendario nacional, con parciales incluidos en la propia Vuelta, cuatro para Iturat y dos para Segú. Mauro Radaelli, exponente prototípico del ciclismo italiano de segunda fila que tanto botín supo acumular en las ediciones de los años noventa donde los transalpinos y sus equipos eran mayoría en el ciclismo internacional, es el cuarto y último participante que repitió galardón, en su caso en las ediciones de 1994 y 1997. Radaelli, que se mantendría por espacio de diez temporadas como profesional en formaciones de su país, obtuvo en suelo español los resultados más notorios de una carrera parca en victorias, pero donde mantuvo el nivel como para estar presente en las principales pruebas del calendario, tanto por etapas, como de un día. Entre el resto de ganadores de una única edición se entremezclan nombres de todos los niveles entre quienes cabe reseñar a otro ilustre y vencedor de la general, Sean Kelly, que se llevaría esta clasificación en 1980, cuando era un corredor eminentemente centrado en triunfos parciales y las pruebas clásicas. También aparecen Domingo Perurena y Miguel Mari Lasa, dos de nuestros corredores más completos y notables de la década de los setenta, y les acompañan nombres que a partir de la década de los ochenta se empezaron a teñir de una modestia que se prolongaría hasta la desaparición de la clasificación. Hasta cuatro de este total de treinta y cuatro -Carlos Echevarría, José María Uribezubia, el propio Lasa y Ventura Díaz- acabarían imponiéndose gracias a una particularidad del reglamento de la época, donde se obligaba a los ganadores de clasificaciones secundarias a terminar entre los veinticinco primeros de la general, cosa que no habían logrado quienes inicialmente les precedieron a la finalización de la última etapa. Sprints especiales y metas secretas: primos hermanos El auge y la popularidad alcanzados por La Vuelta tras la entrada de Unipublic comportó un notable incremento de patrocinadores que, entre otras cuestiones, permitió ampliar el abanico de premios de la carrera entre los que encontraron su sitio los sprints especiales. Con una mecánica calcada a la de las metas volantes, esta clasificación secundaria se prolongaría durante doce ediciones hasta mil novecientos noventa y cuatro, año en que el italiano Alessio di Basco -en el podio en la imagen- se convertiría en su último vencedor y conseguía la única presencia en el podio final de una gran ronda del controvertido Amore & Vita. Alessio di Basco Jesús Suárez Cueva y Asiate Saitov -en la foto de abao-, con dos triunfos cada uno, son los líderes de una lista de ganadores en la que Carlos Machín y Manuel Carrera son los otros dos ciclistas españoles presentes, y donde sobresalen nombres como los del luso Acacio Da Silva o Pascal Jules, un histórico del ciclismo francés tristemente desaparecido pocos meses después de imponerse en la edición de 1987, en la que el maillot distintivo era de un color negro inusual para la época. Asiate Saitov Mucho antes que los sprints especiales, y por espacio de una única edición, la de 1970 que conquistó Luis Ocaña, la carrera tuvo otra clasificación denominada metas secretas, independiente de las metas volantes convencionales. Como su propio nombre indica, tenían la particularidad de que su ubicación no venía reflejada en el libro de ruta, sino en señalizaciones en la propia carretera cuando estas se aproximaban, una circunstancia que, en muchas ocasiones, implicaba que pasar primero por ellas no podía obedecer más que a la casualidad de encontrarse en ese momento en cabeza. Jos Van der Vleuten, un neerlandés que había ganado la clasificación de la regularidad cuatro años antes, y llegó a imponerse en tres etapas en distintas ediciones, fue el triunfador de aquel experimento que no tendría continuidad en el tiempo. Una Miss en el podio: el año de Helen Lindes En la edición de 2001, la de su epílogo, gran parte de la atención en la clasificación, e incluso del conjunto de la carrera, recaería en Helen Lindes, modelo canaria que había ganado el año anterior el título de Miss España, y que estuvo presente trabajando como azafata del Gobierno de su comunidad, patrocinador en aquella ocasión del premio. A Cesar García Calvo, el combativo berciano que se acabaría imponiendo y subiría como líder al podio desde muy pronto, le lloverían aquel año las preguntas y alusiones al hecho de recibir a diario dos besos de una celebridad del momento como era la guapa canaria -casada en la actualidad con Rudy Fernández, jugador del Real Madrid de baloncesto-, circunstancia que todavía hoy se suele recordar cuando se rememora su notable trayectoria. Incluso Luis del Olmo, conocedor de la circunstancia, pero también de su paisanaje con el apodado Jabalí del Bierzo, se haría eco de la historia en su programa de radio. Cada mañana, durante la conexión con la carrera, preguntaba a José María García por la actuación del que sería último ganadorde las Metas Volantes en La Vuelta.