Mi momento del año: la carrera del keniata

El Blog de Álvaro Calleja

Álvaro Calleja

Mi momento del año: la carrera del keniata
Mi momento del año: la carrera del keniata

14 de julio de 2016. Es día de fiesta nacional en Francia. Es día de Mont Ventoux, de la montaña maldita, de ese monstruo que se levanta, inmenso, imponente, en la Provenza. Es el gigante que mata -Tom Simpson-, la luna que asfixia hasta casi acabar con la vida de varios intrépidos -Jean Malléjac-, la horrible caldera, huérfana de vegetación, sobrealimentada de dureza, que enloquece aún más a aquellos con ya alguna avería en sus cabezas -Ferdi Kübler-. Cada kilómetro del Ventoux es una trampa. Cada curva esconde un martirio distinto. Es un laberinto en las alturas que guarda historias de todo tipo. Las hay felices, pero, sobre todo, abundan los dramas, relatos que asustan, que provocan escalofríos. Por eso, cada vez que el Tour de Francia dibuja su perfil en el recorrido de una edición, todos saben que algo allí sucederá.

14 de julio de 2016. Duodécima etapa. El día empieza torcido, pues la organización se ha visto obligada a recortar el puerto final por el viento infernal, por esas ráfagas que alcanzan los 100 km/h en su parte más alta, en esos últimos kilómetros rapados, allá donde el inigualable paisaje lunar, allá donde el viento campa a sus anchas, allá donde el oxígeno te abandona, allá donde, en días de calor, el sol te golpea hasta hundirte. La meta, que debía reposar a orillas del observatorio y las antenas, se colocó a la altura del Chalet Reynard, el lugar que marca el cambio de decorado. Así, pensaron los que dirigen, se evitaría un disgusto. Pero...

Pero el ciclismo es tan bonito porque es imprevisible, porque nadie, por mucho que mande, por mucho que quiera, puede modificar el rumbo del destino. Si éste está encaprichado en que algo ocurra, ocurrirá. Y así fue. La realización enfocaba cómo Alejandro Valverde trataba de no perder más metros con el grupo de su compañero Nairo Quintana, por el que acababa de desfondarse en su intento de alcanzar al trío que estaba marcando el ritmo de la ascensión -Mollema, Porte y Froome-, cuando se encontró con un tapón de motos y ciclistas. Unos apoyados en los otros, Porte intentando arreglar su bici… Y, de repente, Froome, de espaldas y desesperado, corriendo montaña arriba.

Cuando los espectadores vimos la esperpéntica imagen, aún no sabíamos qué había ocurrido. El que esto escribe pensó que al pobre Chris le habían dado un empujón y le habían robado su preciado vehículo. Pero muy pronto resultó que esta inútil hipótesis era sólo eso, ya que en realidad lo que pasó es que la bici del líder del Tour de Francia quedó inservible tras el choque de los tres que iban dándose palos con la atrancada moto de la tele, regalándonos la carrera a pie de un amarillo Chris Froome que pareció recordar que de algo le debía servir haber nacido en Kenia, cuna de atletas. Un show digno de una película de comedia.

Éste es mi momento del año ciclista, de un 2016 en el que ninguna victoria puede hacer frente en repercusión a una imagen que dio la vuelta al mundo y que ya está guardada en la historia de este bello deporte. Es la humilde opinión de un servidor. ¿Y cuál es vuestro mejor momento de la temporada?