Por fin teníamos un carril bici totalmente independiente a la carretera y podíamos circular desde Alcobendas hasta Soto del Real, por nuestra autovía particular. Bien es cierto que había y hay algunas zonas peligrosas, curvas ciegas en las que no ves si vienen otros ciclistas y donde se alcanza bastante velocidad. Un día más me dispuse a salir con la grupeta, esa de la que os hablé en el pasado artículo. El 2002 era un año determinante para mí y había entrenado con muchas ganas durante todo el invierno. Mi primer objetivo era disputar la Copa de España, un conjunto de carreras puntuables de gran prestigio que tenían en su palmarés a un buen elenco de ciclistas profesionales. De regreso a casa y en zona de descenso, en una de esas curvas que acabo de mencionar, me encuentro a un ciclista que venia directo a mi o yo directo a él, como queráis. El caso es que hicimos una acción similar a cuando caminas y te tropiezas con alguien. Yo me voy a la derecha, él también, yo me voy a la izquierda, él también…y fuerte golpe entre ambos. Mi cuello chocó de lleno con su hombro y ambos quedamos aturdidos. Fernando, el ciclista contra el que impacté, estaba bien, muy nervioso y asustado, pero bien. A mi me costaba mucho tragar, me dolía horrores cada vez que hacia el gesto. Me hice pruebas médicas y debido al golpe tenia fuertes contracturas acrecentadas por la zona donde se habían producido, el cuello. Los músculos de esa zona están poco desarrollados y con una simple mala postura a la hora de dormir, nos duelen. Pues yo había parado todo el impacto con esa zona, imaginar…
Tenía que alimentarme con líquidos y purés para no forzar al tragar, como dolía amig@s. Quedaba menos de una semana para el Trofeo Guerrita, la primera puntuable de la Copa y mi estado de forma era muy bueno, pero ahora ese contratiempo me hacia dudar. Ese día estaba rodando con Óscar de la Cruz, una persona a la que siempre admiré, de esas que nunca se tenían que haber ido y cuyos consejos me llegaban. Su forma de hablar pausada y sincera, la enciclopedia deportiva que transportaba en su cabeza, imagino que todo esto hacía que siempre le prestara atención. El caso es que siempre le buscaba cuando no estaba seguro de mí mismo en las víspera de una competición, necesitaba su beneplácito, su bendición. Asiduo de la Selección Española Paralímpica y oro en Sidney en tándem (entre muchos títulos), él era la mejor representación de generosidad y sacrificio. Recuerdo el diálogo como si fuera ayer: “Óscar no me encuentro bien, me duele el cuello mucho y apenas puedo tragar. Este fin de semana tengo el Guerrita tío y no se que hacer”. Me miró extrañado, “¿qué vas a hacer?, mira te lo voy a explicar; vas a ir a Alcantarilla y vas a ganar, te vas a poner el primer maillot amarillo de la Copa de España y el Lunes nos invitas a tomar café en Soto”. Solté una carcajada, “¿Crees que debo de ir?, “joder Luis, habrá algún corredor que esté como tú, pero mejor imposible. Estas en un gran estado de forma”. No pensé más, me lo decía con una confianza tremenda, mi caída no podía ser un impedimento y había que empezar a quitarla de la cabeza. Estaba poniendo el dorsal y pensaba en todo el trabajo de invierno, llegaban los objetivos y había que visualizarlos. En la línea de salida corredores de gran nivel, respeto pero sin miedo.
Tenía que confiar en mí, pensaba en las palabras de Óscar, “nadie puede estar mejor que tú”. Mis sensaciones eran muy buenas, estaba disfrutando y enseguida nos quedamos un reducido grupo de ciclistas. ¿Dolor de cuello?, ¿qué cuello?, no tenía tiempo para pensar en eso. Intenté no gastar nada más que lo necesario, reservar fuerzas para el final. No era rápido, debía de sorprender a los velocistas con los que viajaba. Desde el coche Nemesio Jiménez me daba instrucciones; “Pasa, tienes que intentarlo de lejos”. A 10km de meta comenzaron los intentos, debía de estar atento. Se produjo un duro ataque y enseguida salieron a neutralizar, ese era el momento. Me lancé con lo poco que me quedaba, dolor de piernas importante, pero seguro que como el de todos, apretar dientes y cabeza abajo, . Nemesio gritaba por el “pinganillo” y yo pensaba ya en como celebrar la victoria, quedaban 3km agónicos e intensos. “Cuidado con la última curva Pasa”, yo ya levantaba los brazos en la recta de meta cuando escuché aquello. Óscar nunca te olvidaré por muchos motivos, aquella victoria fue de los dos. Si trabajas y haces las cosas como mejor sabes, confía en ti mismo. La confianza intrapersonal, es la mejor herramienta para vencer tus miedos.
@pasamontesluis