Que determinante es la suerte en nuestras vidas. Todos tenemos suerte, aunque no la apreciamos a menudo. Si analizamos un día cualquiera nos daremos cuenta de la cantidad de veces, en las que la suerte nos ha sonreído. Somos más dados a ver la mala suerte, pensamos que es la que más nos acompaña, pero estamos equivocados. Cuando caminamos sin tropezarnos durante días, cuando hacemos kilómetros y kilómetros sobre la bici sin ningún accidente, no pensamos en la suerte que hemos tenido. Sin embargo cuando tropezamos un día entre cien, cuando pinchamos nuestra rueda entrenando después de meses, enseguida gritamos “que mala suerte ”. En mi carrera deportiva he tenido muchas más situaciones donde la suerte ha estado a mi favor que al contrario. Pero ahora echando la vista atrás reconozco que cuando algo no salía bien, recurría a la “mala suerte” para contarlo.
“Que mala suerte, me he ido al suelo en la última curva” (Campeonato de España Murcia 2005).
“Que mala suerte, he metido la rueda en un agujero que no vi y he salido por delante del manillar” (Eneco Tour 2009).
“Estamos teniendo muy mala suerte con el tiempo, nos ha llovido tres días seguidos” ( Paris Niza 2011).
El pasado sábado se disputaba la prueba en ruta de ciclismo en Rio de Janeiro y en la última bajada Nibali( Italia) y Henao( Colombia), daban con sus cuerpos en el asfalto. Muchas o todas las posibilidades de medalla, de sentir en pocos minutos el cordón de esta deslizarse por su cuello y “zas”, todo al traste. Desde la cama del hospital y con fractura de cresta ilíaca, Sergio Luis Henao reconocía su suerte, aunque parezca extraño; “Agradecido con la vida porque pudo haber sido peor, como siempre, cuando se arriesga tanto. Aquí estamos otra vez para luchar”. Casualmente la mala suerte tiene más probabilidad de aparecer cuando más arriesgamos, cuando menos control de la situación tenemos, cuando estamos haciendo algo difícil, cuando buscamos metas.
Si estamos quietos, inmóviles, si no pasamos a la acción, la mala suerte no aparece. Nibali intentaba descolgar a Sergio Luis y tiraba fuerte, cada curva su bici estaba más tumbada, debía descolgar a un hombre rápido de cara a ese esprint final en Copacabana. Las curvas contra peraltadas y el asfalto “ahuevado” hicieron el resto para que el Italiano, uno de los mejores bajadores del mundo, perdiera el control de su bicicleta. Henao soldado a su rueda, soldado a la medalla, no podía evitarle y también se iba al suelo. Sentados en el prominente bordillo y en la carretera respectivamente, con sus miradas perdidas y pensando. He arriesgado demasiado, el asfalto estaba mal, tenía la medalla en mi mano, mi familia, mi país, mis compañeros. El que no arriesga no gana, no fue mala suerte simplemente. La mala suerte de los campeones es esa que solo tienen ellos, la que aparece cuando intentas conseguir objetivos y metas importantes. Ambos ciclistas estaban haciendo lo que debían, la carrera marcaba eso, bajar rápido para no ser alcanzados por el grupo perseguidor, para descolgar a Henao, para no perder la rueda de Nibali.
Anna Van Vleuten, afortunadamente consciente en la UCI, también descendía a tumba abierta camino de la medalla cuando perdió el control, también luchaba por un sueño, por algo grande. Buena o mala suerte, la vida nos da situaciones constantes donde ambas están presentes. Una nos obliga a levantarnos, la otra nos da la posibilidad de relajarnos y perder la concentración o el equilibrio. Como dicen Alex Rovira y Fernando Trías, en su libro ; Hay dos tipos de suerte, la de los juegos de azar, efímera y totalmente impredecible, y la Buena Suerte, con mayúsculas, aquella que aparece cuando se crean las circunstancias apropiadas para que ocurran cosas positivas. No dejes de buscar la Buena y levántate cuando la mala te tire.
Luis Pasamontes
@pasamontesluis