Se está disputando el Giro de Italia y quería compartir esta semana con todos vosotros una reflexión.
Era mi primer año en el equipo, mi primer Giro, mi primera gran Vuelta por etapas distinta a la Vuelta a España. Cuando pasé a profesional tenia como objetivo crecer cada año, dar un paso, aún ahora mantengo esa filosofia. Correr las tres grandes Vueltas y las mejores clásicas era un sueño y una motivación para no bajar la guardia. No quería relajarme por haber llegado a la élite, aún estaba todo por hacer. Estaba ilusionado, nervioso, con ganas de que empezara la ronda italiana. Observaba mi nombre en el dorsal y pensaba que otro objetivo casi cumplido, ahora había que llegar a Milán. Formar parte del nueve de una grande y en un equipo como el Caisse D´Epargne era todo un honor, un privilegio. David Arroyo, José Rujano, Pablo Lastras, Joaquín Rodríguez, Marlon Pérez, Vladimir Karpets, Joan Horrach, Fran Pérez y un servidor, la armada que nos desplazamos a Palermo para defender los colores de nuestro equipo.
La primera etapa era una contrarreloj por equipos que transcurría casi en su totalidad, por un circuito urbano. Teníamos ganas de hacerlo bien, David venia de hacer 10 en la clasificación general el pasado año y el venezolano Rujano y Purito debían de ser hombres fuertes para la montaña y también para colarse en el top-ten de la general. El resto de corredores debíamos de estar cerca de ellos, acompañarles, filtrarnos en las fugas, ser piezas importantes para un buen resultado colectivo. Salimos a reconocer los 23,6km de la crono y enseguida nos dimos cuenta que el asfalto no estaba en buena condición. Desgastado, sucio por el continuo y abundante tráfico, pasos de cebra…y todo eso aderézalo con lluvia prevista.
Nuestras caras mostraban preocupación por todos esos ingredientes, de los que se compondría nuestro primer plato en el Giro. Comenzamos con el reconocimiento del recorrido y aparecen las primeras gotas. Las nueve bicicletas de contrarreloj se deslizaban sobre aquella pista de patinaje, cuando al venezolano se le va la rueda delantera en una curva que apenas revestía peligro. Las cuatro gotas que habían caído mezcladas con la suciedad que provoca la contaminación de cualquier ciudad, hacían el resto. Caída de casi la totalidad de los corredores, solo dos o tres consiguieron no dar con sus huesos en el suelo. Me incorporé rápido, enseguida vi que solo tenia algún golpe y abrasión pero nada serio. Karpets era el ciclista que más se quejaba, se dolía de la muñeca. Finalmente las pruebas demostraron que tenía una fisura en el escafoides y que una muñequera rígida seria su compañera de viaje, durante los próximos 21 días. Las cosas no habían empezado nada bien, pero los preparativos de una gran vuelta seguían adelante, nada se detenía, todo seguía girando. Al día siguiente fuimos a rodar por la mañana y un mal entendido en un cruce hizo que Fran Pérez y Arroyo, volvieran a dar con su cuerpo sobre el asfalto. David tenia un fuerte dolor en el codo, no le hacíamos demasiado caso, la caída había sido casi parados, aún así se cumplieron los peores presagios… rotura de codo.
Nuestro líder no podría tomar la salida en un Giro que había preparado con mimo y empeño. La motivación y el ánimo del equipo estaba por los suelos. Pero me seguía dando cuenta que nada paraba, nada se detenía a nuestro alrededor todo seguía girando. El francés Perget recibía una llamada mientras entrenaba, tocaba hacer la maleta y viajar al Giro de forma inesperada. Creo que era la primera vez o de las pocas en la historia, que un equipo se presentaba con solo seis corredores. David en el hospital, Fran y Karpets haciendo pruebas de rayos, el francés aún de viaje. Antes de subir al podio observaba al resto de equipos, a la gente de la organización, al público, a la gente de la ciudad…todos seguían su ritmo, su vida, todos seguían girando. Nosotros debíamos de hacer lo mismo, crear una pértiga gigante para saltar esos obstáculos que se nos habían presentado y seguir adelante. Nada ni nadie se detendría por nosotros, no es que fuera justo o no, es que es así. Ahora me doy cuenta como decía ayer en mis redes sociales, que hay que seguir, que debemos de pasar a la acción. Nada va a cambiar, nada va a solucionarse y nada se va a detener. Todo está en movimiento menos tú, aquel equipo debía de moverse y de continuar adelante. Salvamos una situación que parecía insalvable, pero al final todo siguió su curso. Con dolor en el glúteo, en las rodillas, en la muñeca, con un corredor en casa, con un reserva que viene sin esperarlo, con la motivación baja, con dolor por no entender del todo la vida… pero todo sigue su curso. No te detengas, no pares, no dejes de girar…como lo hacen las ruedas de tu bici.
Luis Pasamontes
Twitter/Instagram: @pasamontesluis