Montera y madreñas en Lombardia

El Blog de Luis Pasamontes

Luis Pasamontes

Montera y madreñas en Lombardia
Montera y madreñas en Lombardia

El pasado sábado se disputaba el Giro de Lombardía, una de las carreras más bonitas que he corrido en mi época profesional y que ahora disfruto viendo cada año. Me gusta por varios motivos, pero sobre todo me apasiona por ver como se entregan los ciclistas a estas alturas de temporada. La gran mayoría con un calendario exigente durante el año, otros con su futuro profesional en el aire o asegurado, otros pensando en el mundial,  ganas de descansar, otros ganas de brillar… creo que es una de las carreras donde más diversidad de estados emocionales se recogen en un pelotón.

Yo en particular guardo un recuerdo especial de la del año 2010, la edición que unía Milán y Como. Fijaros que lo interesante de las carreras suele ser al final, en los últimos kilómetros, pues bien, ese año lo más interesante estaba en la salida, con permiso y respeto hacia el ganador y resto de ciclistas. Normalmente eran 240 kilómetros los que se recorrían, pero en esa edición fueron 20 más. Era un 16 de octubre, hacia fresco, nada comparado con lo que nos tenía preparado la clásica italiana para la parte final. Mientras terminaba de ponerme maillot y chaleco en el autobús del equipo, uno de los auxiliares me grita desde la puerta: “Pasa, están Samu y Barredo aquí, que salgas un momento”. No me imaginaba que querían, pero su procedencia geográfica los delataba, entre asturianos andaba la cosa. Estaba en lo cierto, habían preparado unas madreñas (calzado típico asturiano hecho de madera) y una montera picona (sombrero tradicional asturiano terminado en punta) para entregar a otro de los asturianos presentes en aquella carrera. El motivo: Rubiera había elegido Lombardía para poner punto y final a su trayectoria deportiva.

Tras 16 temporadas en el profesionalismo, aquel ídolo que se crió en la Escuela de Ciclismo Las Mestas, la misma de donde salimos Barredo, Navarro, Cortina y este que escribe, decía adiós. Casualmente allí estábamos tres asturianos para acompañarle en aquel día único y especial en la vida de cualquier deportista. Estaba todo preparado, iríamos a buscarle a su autobús y le pediríamos que bajara un momento. No se lo imaginaba, no sabia que pese a estar lejos de su Gijón natal, íbamos a acercarle al menos una parte típica. El presidente de la Peña ciclista de Carlos Barredo, Fernando, había cuidado cada detalle. Las madreñas pintadas con el rojo y gris, colores del equipo. En la izquierda el año en el que comenzó como profesional (1995) y en la derecha el año en el que había decido parar (2010).

Digo “había decidido”, porque Chechu tenía la posibilidad de seguir corriendo.  Su equipo y otros le habían hecho ofertas para continuar, pero era el momento de detenerse. No todos los deportistas pueden elegir el momento de su retirada, no todos tienen ese privilegio y valentía para hacerlo. Nos acercamos al bus de nuestro paisano perseguidos por una masa de periodistas y fotógrafos. Nadie quería perderse el momento, nadie quería dejar de inmortalizar la cara de Chechu durante el homenaje. Cuando descendió por las escaleras y nos vio a Samuel Sánchez, Carlos Barredo y a mi, con un regalo envuelto en la mano, debió de pensar que los gaiteros saldrían de detrás de un coche en cualquier momento. Tras darnos un gran abrazo a cada uno, de esos que casi duelen, de los sinceros, de los que sientes, comenzó a desenvolver aquel misterioso paquete. Sabía que no era la típica placa conmemorativa y que algo se tendría que probar, como cuando nos regalan ropa o calzado para nuestros aniversarios. Además las madreñas eran su número, el 44, sin calas para sus pedales automáticos, pero también pisaba fuerte con ellas como lo  hacía en los puertos. La gorra desapareció inmediatamente de su cabeza, pasó a un segundo plano y se enfundó la montera picona.

Fue un momento único y me siento un privilegiado de poder haberlo vivido. No se si recordáis en un post anterior que os contaba como enmudecía cuando era juvenil y Chechu venía a vernos a las Mestas. Chus, nuestro director y casi padre en la Escuela, me miraba y exclamaba “Luis puedes hablar, no come a nadie”.  Pues bien, años después estaba viviendo su despedida en directo, estaba formando parte de aquel homenaje “a la asturiana” en Milán. Lo que es la vida, su poster firmado adornaba la pared de mi habitación, allí dirigía mi mirada cada vez que hacia un paréntesis en mis estudios. Quién me diría a mi que le acompañaría el día de su retirada, aunque sin saber del todo lo que podía estar sintiendo en ese momento. Ahora, después de haberlo vivido yo también, sé lo que sintió, se lo importante que debió ser vernos allí y restar tensión al momento con aquel gracioso homenaje. Ahora entiendo por que llovió sin cesar durante la carrera, como en la mayoría de sus entrenamientos por las carreteras asturianas. Entiendo por que fueron 16 sus temporadas y también fue 16 el día que se celebró Lombardia aquel año. Ahora entiendo por que la organización añadió 20km más al recorrido en aquella edición, querían disfrutar unos minutos más del pedalear de Chechu. Ahora, después de unos años, entiendo todo…

 

Luis Pasamontes

@pasamontesluis