Muchos, casi todos, no se acuerdan. Pero aquella Vuelta a España que Ángel Casero le arrebató a Óscar Sevilla en la crono final de Madrid, en 2001, supuso el inicio de una historia. Fue la primera grande que corría un desconocido de 23 años y melena rizada y poderosamente rubia. “Fue tan bonita", recuerda sentado en el sofá de un hotel a las afueras de Santander, en el que es el segundo día de descanso de La Vuelta a España 2018. El último de su última grande. El último de todo lo último.
Pero Franco no se pone melancólico ni místico, no se deja llevar por las emociones de lo que le va sucediendo en La Vuelta, ponerse el dorsal, acudir a la presentación de equipos, subir un puerto..., sea la última vez que lo haga. Ese jovencito que llegó a Madrid montado en su cabra, vestido con el buzo del Alessio y concluía su primera grande en el top20 es hoy un hombre, un marido y un padre de familia numerosa. Los mismos rizos, ni una sola cana, pero con una melena que, aunque no tan espesa, pesa más. Es el peso de todos esos “grandes momentos y también de muchas desilusiones".
Elegir cuándo
Pellizotti ha vivido de todo; lo bueno y lo peor. Pero no se deja llevar por las emociones. Llegó a la Vuelta “preparado mentalmente porque el año pasado ya hablé con el equipo cuando firmé mi renovación. Al siguiente, en 2019, acordamos que pasaría a ser director, aunque me dejaron abierta la posibilidad de que si me lo replanteaba y quería seguir corriendo, podía hacerlo". Sus rizos no han titubeado, aunque sea “inevitable" la pena por colgar la bici. “Tenía claro que debía ser ahora y estoy contento de que sea en La Vuelta". Donde todo comenzó. Lo mejor, dice Pelli, “es poder haber elegido yo el momento de dejarlo". Hubo un tiempo en el que no lo tuvo tan claro.
Porque el ciclismo le ha dado todo, pero también le ha quitado tanto. “Sobre todo pienso en el tiempo que he dejado de dedicar a mis hijos. Y en las desilusiones". Aun así, si pudiese volver atrás elegiría de nuevo el ciclismo. “Lo haría una y mil veces, toda la vida". Siempre se sintió un privilegiado. “He hecho lo que deseaba desde niño. Mi sueño se hizo realidad".
18 años que empezaron casi por casualidad, cuando un día paseaba por su Bibione y se topó “con una bici de carreras en un escaparate. Mis padres me la compraron y al poco tiempo el presidente del club ciclista me vio dando vueltas con ella. Así que preguntó a mis padres si se animaban a apuntarme. Entonces jugaba al fútbol, como todos los niños. Empecé a compaginar ambas cosas hasta que me quedé con el ciclismo por la sensación de libertad que me daba. Y era un deporte individual donde si ganaba, la victoria era sólo mía".
Dio el salto a profesionales con ese Alessio que le llevó a debutar en la Vuelta con 23 años. Ahora, casi dos décadas después, se baja de la bicicleta con los 40 cumplidos. Echa Pellizotti la mirada al pasado y ve “cómo he ido madurando. Entonces era un crío. Lo veo en jóvenes como Cortina, las cosas que hace y pienso que así era yo a su edad".
El ciclismo le ha dado una “disciplina que alguien que no hace deporte no podría entender y una buena vida. Hay que hacer muchos sacrificios, pero son para vivir haciendo lo que te gusta; eso es lo más grande que te puede pasar". Por eso, asegura y repite que los buenos momentos tapan los desvelos, “aunque los malos no se olvidan". Él los tiene grabados en la mente, especialmente uno que sobresale por encima de cualquier carrera perdida o las caídas: “Los dos años que estuve parado".
El momento más duro
Sucedió en 2010. Pellizotti se había coronado rey de la montaña en el último Tour de Francia y subido al podio del Giro que ganó Denis Menchov. Iba a ser el año de su confirmación. Pero días antes de comenzar la carrera, la UCI le notificó que estaba suspendido por valores anómalos en su pasaporte biológico. A pesar de que el CONI lo absolvió, la UCI se embarcó en una cruzada en la que Pellizotti sólo era el peón sacrificado dentro de un sistema que, sí o sí, tenía que funcionar.
Y estuvo a punto de costarle su carrera. A pocos pareció importarle. Tuvo que aguantar los dos años de sanción y ver cómo mucha gente le daba la espalda. Sintió miedo de caer en un pozo sin fondo, pero su familia le mantuvo a flote. “Fueron momentos muy duros, pero me hicieron entender cuánto me gusta este deporte". Aunque no niega que “al principio pensé en dejarlo porque no aceptas el sistema. Después de ese momento de rabia entendí que debía luchar y seguir adelante".
Gianni Savio le reservó un dorsal en el Androni y Franco Pellizotti se encargó de demostrarle apenas un mes después que no se había equivocado ganando el Campeonato de Italia en 2012. “Fue inolvidable después de lo que había pasado", confiesa. No se hubiese demorado en colgar ya la bici, a su modo, a lo grande y como merecía, de no haber sido por la llamada de Vincenzo Nibali para correr a su lado en Bahrain-Merida. No le costó cambiar su naturaleza de líder para trabajar para el Squalo. “Ya estaba en un punto mental que no tenía ganas de buscar resultados a toda costa. Me bastaba saber que sería una persona de referencia dentro del equipo. Eso me ha dado mucha satisfacción".
Dos años después, Pelli lo deja. Cómo y cuándo quiere, disputando La Vuelta como última grande, la misma que le bautizó como corredor. El ciclismo se lo debía. Lo hace “satisfecho y sin ninguna cuenta pendiente" y sobre todo con una inmensa sonrisa. La que siempre le acompaña, dibujada en su rostro coronado por unos rizos de oro. “Cuando me preguntan por qué sonrío a todas horas siempre respondo lo mismo: porque me considero un afortunado de hacer lo que hago".
La retirada de Nibali en el Tour
"Él tuvo que consolarme a mí"
Sabiendo que 2018 era su última temporada, Franco Pellizotti trabajó más que nunca para preparar uno de sus últimos grandes objetivos: intentar ganar el Tour de Francia con Vincenzo Nibali. Desde enero compartieron calendario, entrenamientos y concentraciones en altura. Muchos días lejos de los suyos por un sueño que se truncó subiendo Alpe d’Huez cuando la correa de una cámara de fotos tiró al siciliano y lo sacó de la ronda gala. Pellizotti y Nibali compartían habitación y “al volver del hospital me vio los ojos llorosos. No podía evitar pensar en todos los sacrificios que habíamos hecho, que era mi último Tour después de nueve años sin correrlo... y me tuvo que consolar él a mí en vez de al revés. Era nuestro faro y nos quedamos vacíos. Nunca me había pasado algo así y fue muy duro", confiesa.
Todavía está Pellizotti a tiempo de realizar ese sueño, aunque no sea como corredor porque en 2019 se pondrá al volante del coche de Bahrain-Merida como director deportivo. Su labor será principalmente “dar consejos a los jóvenes. Noto que muchos se me acercan y eso me gusta, trasmitirles toda mi experiencia es muy bonito. Será algo totalmente nuevo y tendré que aprender a dar órdenes a los que ahora son mis compañeros".