Los sueños son un combustible que nos espolean para avanzar tanto como nos consumen; nos ilusionan y nos exigen, nos revitalizan y nos fatigan. Navegando a favor del viento, perseguir el norte de nuestra brújula es fascinante y nos empuja más allá de donde deseábamos. Cuando las circunstancias se ponen en nuestra contra, el peso de los deseos puede tornarse en un lastre que nos aboque a convertirnos en un pecio. Pero, como dejó cantado la MODA, ¿a qué vinimos a este mar, sino a naufragar?
Hoy día, el ciclismo femenino español se frota las manos con esa generación de Paula Ostiz, Leyre Almena, Ayala Serrano o Irati Aranguren que madura en la categoría juvenil con vistas a convertir a nuestro país en una potencia mundial. Antes que ellas, vinieron otras que supieron no dar la bicicleta por hecha y compaginarla con un proyecto de vida paralelo en las aulas. Ahí están los ejemplos recientes de la química Sara Martín, la biotecnóloga Mireia Benito o la arquitecta Sandra Alonso.
En la quinta de 2004, las hermanas cántabras Ruiz Pérez están sabiendo llevar adelante sus estudios de Veterinaria a la vez que crecen como ciclistas en Movistar Team tal y como nuestra protagonista se emplea para ir aprobando con nota asignaturas de Ingeniería Industrial, vocación heredada por parte de padre que desarrolla en la UPV, mientras se experimenta en el equipo Laboral Kutxa de la Fundación Euskadi al lado de Ane Santesteban, Usoa Ostolaza y compañía.

“Es muy complicado, sobre todo psicológicamente”, reconoce. “Vivo con la sensación de que no me da la vida para todo”. Porque perseguir un doble sueño es, en el fondo, una doble vida. “Y yo soy superautoexigente. No me entra en la cabeza lo de poder suspender o relajarme en una de las dos facetas. Estudio por las mañanas, llego a casa, tengo que entrenar, luego aunque esté cansada me toca estudiar... y así todos los días”.
La determinación para ver cómo llueve al otro lado de la ventana y, en lugar de holgazanear en el sofá, montarse en el rodillo o encarar los apuntes. “Ha habido épocas en las que lo he pasado muy mal por el agobio de deber llegar a todo y sentir que no llegaba a nada. Y luego me he dado cuenta de que los agobios sin sentido no me merecen la pena”. Porque es eso, el sentido, la brújula que orienta el sacrificio a buen puerto.
‘POWER POINT'
Para Eneritz Vadillo (2004, Gorliz), el ciclismo es un sueño que se dibuja en el horizonte desde que arrancó a competir. “Y eso que en infantiles me retiraban de las carreras por ir demasiado descolgada, y en cadetes era una más del pelotón tirando a mala”. Sin embargo, al principio de la ESO, supo quién era Joane Somarriba, aprendió su historia y, cuando le pidieron que hiciera un trabajo para clase sobre un ídolo, la eligió a ella.
“Me presenté en su casa y le hice una entrevista. No hace mucho me encontré en el ordenador con el ‘power point’ que preparé y me hizo ilusión”. Son el tipo de detalles que generan aprecios recíprocos. No es extraño que a Joane, la mejor ciclista española de la historia con su arcoíris de contrarreloj, sus dos victorias en el Giro y sus tres en la Grande Boucle, se le caiga la baba con Eneritz. “Es una joya -la define-. Joven, con cabeza, con los pies en la tierra, y además un amor de chica. Hay que dejarla tranquila para que evolucione poco a poco, sin presión, cuidándola mucho”.

Fue cuando llegó a juveniles que Vadillo empezó a despuntar, a ser “más constante entre las 10 o 15 mejores de España” en esa generación de 2004 liderada por las Ruiz y en la que también figuraba la llorada Estela Domínguez. “No obstante, no gané nada hasta la crono”. Se refiere al Campeonato de España CRI juvenil en el que, con sus 49 kilos mal contados, logró hacerse con un maillot rojigualda que en sus dos primeras campañas como sub-23 se ha investido en la versión de línea.
Tres prendas que la acreditan como un proyecto sólido para la élite, refrendadas con las cualidades escaladoras que este verano le permitieron encaramarse al podio del Tour del Porvenir junto a Marion Bunel -futura Visma | Lease a Bike- e Isabella Holmgren (Lidl-Trek), bien acompañada por la impresionante Paula Blasi -4ª en la general final; descubierta en Massi- Tactic, enrolada en el filial de UAE- o la potente Idoia Eraso -coequipier de Vadillo en Laboral-. Su sexto lugar entre las sub-23 en el Mundial de Zúrich le permite apuntar a las medallas el próximo mes de septiembre en Ruanda.

Como Somarriba, el resto de técnicos de la Fundación Euskadi son conscientes de los tiempos del talento que evoluciona en su seno. “La buena comida no se prepara en el microondas, sino a fuego lento”, asevera Ion Lazkano, director deportivo de Laboral Kutxa. “Compaginar la carga académica con la deportiva no es fácil, y en el caso de Eneritz se nota mucho que en verano es cuando más puede demostrar su calidad”.
La ciclista, más poética, utiliza otra palabra para su cénit estival: “florezco”. Retoma Lazkano: “Esta temporada no ha podido disfrutar con nosotros de todo el calendario que podría haber asumido, y ha brillado con la selección más que con el equipo. En 2025 dispondrá de más oportunidades, y puede ser incluso que conozca las grandes vueltas”. Mientras tanto, continuará estudiando en su doble vida, en su doble sueño.
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El mundo de Eneritz
¿Por qué Ingeniería Industrial? La vocación viene de mi padre. Aparte, siempre he sido muy de números y ya desde pequeña me han dicho que tenía mucha visión espacial y talento para el dibujo técnico. Lo típico que captas e imaginas ciertas cosas en un segundo mientras tus compañeros o tu madre te dicen que ellos, ahí, no ven nada.
¿Cuándo te pusiste por primera vez un dorsal? En alevines. Antes había practicado otros deportes: danza, balonmano, rugby... Me animé a competir con la bici porque mi hermano mellizo andaba buscando deporte y un chico de su cuadrilla le propuso apuntarse juntos a la escuela de ciclismo, así que me uní a ellos por gusto de probar. Al principio hacíamos sólo bicicleta de montaña, pero en infantiles mi hermano se quitó de la escuela, yo probé la carretera... y aquí me he quedado.
¿A quién le debes el haber llegado hasta aquí? A mi familia, que me apoya cada día y soporta mis lloros y mis quejas. También a mi entrenador Iker Oleaga, que no sé cómo me aguanta.
¿Quién era tu ídolo de pequeña? He de decir que, de niña, no seguía mucho el ciclismo: sólo me lo pasaba pipa montando en bici. Poco a poco empecé a seguirlo y me aprendí los nombres de Eider Merino, Lourdes Oyarbide o Joane Somarriba.
¿Con quién sueles entrenar? Durante el curso suelo entrenar sola, porque monto en bici en los huecos que me permiten los estudios. No obstante, intento coordinarme con los chavales que prepara mi entrenador, que son mayormente de la zona de Gernika, para las tiradas largas.
¿Cómo es Eneritz Vadillo como persona? Muy autoexigente y... no sé qué más decir.
¿Cuál ha sido tu mejor momento encima de la bici? Los Campeonatos de España de 2023, creo yo, por todo el cariño que sentí por parte de mi equipo. También he disfrutado mucho de mis experiencias en el Tour del Porvenir.
¿Y el peor? He tenido alguna caída fea, pero destacaría los momentos de bajón en los que me sentía tan agobiada y tensa que no quería tocar la bici. Verme tan superada como para ni siquiera querer entrenar me daba mucha pena.
¿Alguna manía incurable? El horario previo a las carreras. Media hora antes de la salida tengo que estar vistiéndome y con todo preparado. Necesito tenerlo todo controlado; si no, me pongo nerviosa y siento que voy a arrancar dejándome en la mochila algo que necesitaré en carrera.