Iker Ballarin: "Soy corredor de equipo, sobre todo para las jornadas con montaña"

- Os pilló la nieve en O Gran Camiño. ¿Cómo llevaste el frío? ¿Se plantea uno dedicarse a otra cosa? - El primer día, según íbamos al control de firmas, ya estaba nevando y nos dijimos que sería una jornada muy dura. Con el paso de los kilómetros ni siquiera llovía y pensamos que libraríamos, pero acabó granizando. Después, en plena nevada, no podías ni ver y así no se puede ir en bici. El organizador lo entendió. Yo no lo pasé del todo mal porque llevaba un buen Gore-Tex, aunque en las manos apenas sentía nada. Dentro de los coches sí que noté tiritona. Son días que salen a veces. ¿Dedicarme a algo menos duro? La verdad es que en la salida de la primera etapa me fijé en una señora que paseaba al perro y en ese momento me hubiese cambiado por ella (risas). - ¿Recuerdas por qué te dio por la bicicleta? - Claro. Tengo un tío que corrió hasta juveniles, aunque yo no lo sabía. Hacía judo porque mis padres querían que practicase deporte, pero de la ikastola nos llegó un folleto con opciones deportivas para extraescolares. Mi madre me preguntó y yo le dije que trialsín sin tener ni idea de lo que era eso. Como es lógico, mi madre se negó (ríe). Miró si había algo similar y optamos por el ciclismo, que también era de bicis. Empecé en el Club Ciclista Iturribero de Durana, un pueblo al lado de Vitoria. - Se puede decir que eres un hombre de club, llegado desde el Laboral Kutxa al primer equipo en verano de 2019. - En 2018, mi tercer año como sub-23, estaba en el AMPO que derivó en Laboral Kutxa y hasta hoy. También entró parte del staff como Gaztañaga y Xabier Goikoetxea; eso me animó aún más. Al final es el equipo de casa, el que sigues por la tele desde pequeño con la marea naranja, con ese sentimiento de dejarse ver que supone una motivación extra. Cuando pasas por los pueblos te pitan para saludarte y dentro somos como una cuadrilla de amigos. - ¿Qué tipo de ciclista eres? - En aficionados puedes ser rápido o escalador, pero cuando llegas a profesionales la cosa cambia. Soy corredor de equipo, sobre todo para las jornadas con montaña. A nivel personal busco mis oportunidades y dar visibilidad al equipo en las escapadas, dar la cara en definitiva, que es lo que se le pide al Euskaltel-Euskadi. También intento colocar a los líderes y subir bidones. No sé si más adelante podré dar un paso más. - ¿Piensas que puedes dar ese paso adelante en tu carrera? - Soy realista, sé el nivel necesario para disputar carreras y ahora mismo lo veo complicado. ¿Encontraré más adelante ese nivel o esa confianza? No es nada sencillo, aunque trabajaré para ello. - Tres palabras que te definan en lo personal y otras tres sobre la bici. - Diría que soy cercano con mi gente, con inquietudes y realista. Como ciclista, buen compañero, tranquilo y disciplinado. - ¿Cuáles son tus objetivos principales en 2023 y dónde te gustaría brillar? - Mis objetivos llegarán a partir de mayo, que es cuando siento que voy mejor. Si progreso intentaré pelear por una clasificación de la montaña, por ejemplo en la Volta a Portugal, donde las fugas suelen llegar. Ganar una etapa allí sería una locura. - ¿Con qué compañero del mundillo del ciclismo te irías de vacaciones? - Con unos cuantos del Euskaltel-Euskadi. Una vez nos fuimos algunos del equipo a Madrid en un mes de octubre y estuvo muy bien. En particular me iría con Unai Cuadrado, que quitando 2019 llevamos juntos desde infantiles con el Iturribero. Es de mi cuadrilla de amigos de toda la vida. Nos conocimos en el cole, donde incluso nos sentamos al lado en clase, hemos hecho acampadas, viajes de estudios y vacaciones. El año pasado estuvimos en Budapest, así que con él no es que me iría, es que ya me he ido (carcajada). - Dicen que en el ciclismo se tienen muy pocos días buenos y muchos más malos. ¿Con cuál de los buenos te quedas por ahora? - Eso dicen, cien malos para uno bueno. En 2019 tuve un año muy bueno, me veía en la pomada con resultados destacados. En todo caso, para mí un día bueno también es aquel en el que te dejas ver en la tele y al llegar al hotel te encuentras con un montón de mensajes de los amigos en el móvil. Ahí te das cuenta de que les has alegrado la tarde. Cualquier escapada en la que haya entrado es una jornada positiva. De hecho, creo que días malos hay pocos. Eso sí, los malos son muy malos (ríe). Un día de diciembre de 2018 cambió mi visión de todo esto: me atropelló un coche entrenando. Ese sí que fue un día malo. Desde entonces pienso que sólo con darme una ducha después de pedalear ya es para sentirme satisfecho. Por eso ahora intento disfrutar cada día. - Háblame de tu ciudad, Vitoria-Gasteiz. Si te nombraran consejero de Turismo, ¿qué lugares promocionarías en una visita guiada? - El Casco Viejo de Vitoria, que es justo donde vivo. Hay un gran ambiente, buenos bares y alrededor también parques muy bonitos, además del anillo verde que une muchas zonas de interés. - ¿Escondes algún tipo de manía que consideres crónica? - ¿Manías? Me apaño con cualquier cosa, quizá poner los dorsales el día antes de la carrera. Sin embargo, justo hoy los tengo sin poner, así que no parece una manía muy acusada. - Todos tenemos un sueño. ¿Cuál sería el tuyo como ciclista? - En mi casa no se seguía este deporte hasta que acabé en la escuela de ciclismo y nunca me había planteado ser profesional. ¿Sueño? El de pasar a profesionales cuando era amateur, así que ya lo he cumplido. Ahora, y siendo realista, no sabría decir uno. Tal vez correr un Mundial.

Iker Ballarin: "Soy corredor de equipo, sobre todo para las jornadas con montaña"

Iker Ballarin -sin tilde- afronta con 25 años su cuarta campaña como corredor del Euskaltel-Euskadi. El gasteiztarra es un tipo tan majo -jatorra como dicen por el País Vasco- que te hace perder la noción del tiempo hasta pasarte de frenada hablando con él.

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