Joao Almeida es de esas personas que habla directo; sin tapujos. De las que no necesitan darle muchas vueltas a las cosas, embrollarse en palabrería para decir lo que quieren expresar. Gana en las distancias cortas, en una charla de sofá distendida de un día de descanso sin dorsal a la espalda que numere al ciclista aguerrido y luchador hasta el final que es el portugués.
El gregario fiel y honrado, el niño que veneraba un póster de Rui Costa colgado en la pared de su cuarto y que se quedó sin palabras cuando lo tuvo por primera vez a su lado. Ahora, él es el protagonista de esos cartelones que lucen en las habitaciones de los chavales que sueñan con ser ciclistas, como una vez se atrevió a hacerlo él.
“HE DADO UN SALTO”
- ¿Esta ha sido tu mejor temporada desde que eres ciclista?
- Sí, sin duda. He conseguido muchas y muy buenas victorias. Siento que he dado un salto este año, señal de que estoy haciendo las cosas muy bien.
- ¿Te lo esperabas?
- La verdad es que sí. Cuando entrenas y haces las cosas bien, normalmente soy un corredor que sé lo que tengo en mis piernas. Eres consciente de lo que puedes hacer, otra cuestión es lograrlo porque hay aspectos que no controlas. Si te caes, por ejemplo, como me sucedió en el Tour de Francia. Estaba muy bien y no hice nada. Son cosas que pueden ocurrir, pero todo acaba llegando si sabes que lo tienes y has trabajado para ello.
- ¿Te escuece todavía el abandono tan temprano en el Tour?
- Un poquito sí. Creo que podía haberlo hecho muy bien. No sólo personalmente, también como equipo fue doloroso dejarles tan pronto. Por eso lo intenté hasta que no pude más, pero los milagros no existen. Quedan muchos años por delante y volveré; seguro.
- ¿Cuando te caíste supiste al instante lo grave que era?
- Sí, inmediatamente noté en mi cuerpo que era una caída muy dura, aunque tampoco estaba muy mal. En el momento del golpe es normal sentir dolor; luego, viendo que tenía la costilla rota, resultó imposible seguir. Al principio ya sabes que estás mal, pero para levantarte, coger la bici y llegar hasta la meta puedes hacer un sacrificio. Quizá me dolían más las manos, pensaba que tendría un dedo roto, pero no sentí que la costilla estaba fracturada. Lo empecé a notar cuando estaba haciéndome los rayos X y un hematoma empezó a crecer a la altura de las costillas. Entonces les dije a los médicos: “Mirad, ¿podemos fijarnos aquí, que cuando me toco me está doliendo?”. Lo comprobaron y la verdad es que estaba rota.
- ¿Eras consciente de que al día siguiente no ibas a poder continuar?
- Sabía que era intentar lo imposible, pero deseaba probarlo. No quería pensar que me tuviera que bajar y menos sin intentarlo. Pero vi que para ir fuerte no era capaz. Me retiré cuando comprobé que había agotado todas las posibilidades.
- ¿Tenéis algo especial los ciclistas en cuanto a capacidad de sufrimiento que os diferencia de todos los demás deportistas?
- Sí, creo que es por el ambiente familiar que teníamos en el equipo. No quería dejar a mis compañeros, irme de ahí. Deseas sentir esa emoción de formar parte de algo y de ayudar. Eso siempre te hace llegar más lejos, es como un amor de madre.
- ¿Es cuestión de compromiso? Eres un corredor muy leal a Pogacar.
- En todo lo que hago, la verdad. Cuando tengo una función, doy todo por ella. En ese caso no podía hacer más, no soy Dios (ríe), pero no me marché a mi casa porque fuese una excusa perfecta para retirarme. Me demostré a mí mismo que no podía de verdad. Sientes una tristeza que se evapora rápido. Pienso mucho con la cabeza, no había mucho más que hacer. Hay que seguir adelante. Me hubiera sentido mal si hubiese visto por televisión que Pogacar perdió el Tour porque yo no estaba allí, pero mis compañeros lo hicieron muy bien. Quizá algunos días sí que hice falta, pero él tenía unas superpiernas. Vi varias etapas, tampoco seguí el Tour entero porque quise distanciarme un poco. Es duro vivirlo desde casa sabiendo que deberías estar allí haciendo tu parte, aunque podría haber sido peor.
- ¿Cómo es correr con Tadej Pogacar?
- A mí me gusta. Es desafiante y, a la vez, estoy relajado porque siempre tenemos un plan. Eres parte de la historia estando con él, para mí es el mejor ciclista de siempre. Es alguien especial. Sigue impresionándome verle correr porque lo que hace no es usual. En ocasiones me encuentro muy bien y Tadej siempre está un nivel por encima. Y dices, no es normal; es un extraterrestre.
- ¿Es un reto trabajar para estar a un nivel que te permita ayudarle?
- Sí. Siempre me enfoco en mí mismo. Mi motivación cada mañana para entrenar es lograr ser el mejor yo. Después, si estoy al nivel de Tadej, de Jonas Vingegaard, de Remco Evenepoel o de quien sea, es igual, pero que sea lo máximo a lo que pueda llegar. Espero que sea siempre cerca de Tadej (ríe). Pero al fin y al cabo se trata de maximizar lo que tengo en mis piernas.
- ¿Has encontrado tu sitio en esta era ciclista dominada por Pogacar, Vingegaard y Evenepoel?
- Sí, también hay espacio para mí, son muchas carreras. No siempre sale todo bien y según lo planeado, tanto para mí como para los demás. A veces la mala suerte de unos es la buena de otros. Hay que aprovechar las oportunidades cuando llegan carreras en las que alguien se cae, otro no está bien, otro enferma... Hay que saber ver las fugas grandes que marcan una carrera. Sepp Kuss es un buen ejemplo cuando ganó La Vuelta. Esto sucede muchas veces si te paras a pensar. No siempre vence el más fuerte.
- ¿Qué ciclista eres ahora?
- No lo sé. Un ciclista consistente, guerrero.
- ¿Cuál es tu mejor victoria?
- (Se lo piensa durante un rato) No lo sé, tengo unas cuantas bastante bonitas, pero la Itzulia de este año me gusta mucho. Fue la primera carrera por etapas que gané esta temporada. También destacaría la Vuelta a Suiza porque me la llevé remontando. Tampoco he conseguido demasiadas, así que todas son buenas y de calidad. Me resulta difícil elegir una, todas son importantes y tienen algo.
- ¿Esperabas andar así de fuerte en la Itzulia?
- Sí porque sabía cómo estaba, aunque creía que no era una carrera muy adaptada a mí. La afronté de una forma diferente y la gané con fortaleza. En Suiza tiré tanto de fuerza como de inteligencia. Empecé con tres minutos de retraso y a partir de ahí me puse a pensar: ¡Hostia! ¿Dónde voy a recuperar yo tres minutos? Porque el recorrido tampoco era muy duro, no había grandes puertos. Pero lo conseguí.
INICIOS Y RUI COSTA
- ¿Cómo empezó esta historia? ¿Por qué elegiste el ciclismo?
- Jugaba al fútbol y también practicaba natación, pero estaba un poco cansado de esos deportes y quería hacer otra cosa. De siempre montaba en bici y empecé a salir con la mountain bike. Me encantaban las bajadas. Un día probé con la de carretera, tenía doce o trece años y lo disfruté mucho. Iba a carreras y al cabo de un año empecé a ganar alguna, competiciones muy pequeñas eso sí, con poca gente, pero para mí era lo más grande. Me apasionó este mundo. También comencé a seguirlo por televisión, eran los años de las batallas de Contador con Froome y me gustó muchísimo. Además comprobé que era donde más futuro había, así que aquí estoy. No hace excesivo tiempo de eso, unos diez años, pero han pasado un montón de cosas en mi vida desde entonces
- ¿Tenías referentes portugueses?
- Entonces ya estaba Rui Costa, aunque empecé a seguirlo tarde. Justo había ganado el Mundial de Florencia y recuerdo que tenía un poster suyo muy grande colgado en la pared de mi cuarto.
- Luego has compartido pelotón con él, incluso selección.
- Y también equipo en los años que él estuvo aquí, en UAE Team Emirates- XRG. Aprendí mucho a su lado. Es impresionante que uno de tus ídolos sea tu compañero. Me dio muchos consejos, me enseñó un montón sobre cómo correr. Rui ha sido un ciclista muy inteligente. Ha ganado carreras porque estaba fuerte, pero también otras por ser el más listo. Y él lo sabe.
- ¿Cuál es tu punto fuerte como ciclista?
- Los mismos, creo. Tengo piernas fuertes, pero gano siempre con la cabeza.
- Ahora eres el referente para los niños portugueses como el que fuiste tú en su día.
- Espero que sí. Todos los consejos que pueda dar los trasmito. Recuerdo la primera vez que vi a Rui Costa. Fue en el Mundial de Richmond. Yo era júnior y él estaba también con la selección. Me quedé mirándole sin saber qué decir.
- ¿Cómo surgió tu salto al World Tour con el QuickStep?
- Estaba en el Axeon, el equipo de Axel Merckx, y previamente en un continental italiano. Fueron los años más importantes de mi carrera porque me desarrollé, aprendí mucho y aposté por lo que quería hacer. No tenía claro lo que deseaba ser hasta que cumplí 18 ó 19 años. Entonces fue cuando me dije a mí mismo: o lo intento de verdad o lo dejo del todo y no hago ciclismo nunca más en mi vida. Dedicarte a esto en Portugal es muy difícil. O te vas lejos y estás solo, que es muy duro, o no consigues nada. Cuando subí de la categoría júnior tuve que tomar la decisión. Fue el año más importante de mi vida, el que más me marcó. Un día llamé a mi madre llorando porque me quería ir a casa, diciéndole que no quería hacer más ciclismo... (se emociona, entrecortado, al borde de las lágrimas). Sí, es muy duro.
- ¿Qué te dijo tu madre?
- Inténtalo y si no, te vuelves a casa. Iba bastantes veces porque todavía estudiaba en la universidad. Vivía en Padova, cerca de Venecia, con varios compañeros del equipo. Incluso había un español de Oviedo, Dani Viejo, que tras pasar con Murias dejó la bici.
- Menos mal que tú no lo hiciste.
- Pues sí, me hubiera perdido todo lo que ha venido después. Estaba estudiando nutrición, pero la verdad es que no me gustaba. Iba a cambiar de carrera sí o sí. No tengo ni idea de por cuál. Ahora que he logrado todo esto lo valoro mucho más. Provengo de un pueblo pequeño, Joaquim Agostinho vivía a 40 ó 50 kilómetros de él. Hay algo de tradición ciclista a mi alrededor, pero tampoco excesiva. Cuando me llegó la llamada del QuickStep fue un sueño cumplido. Lo que viniese a partir de ahí ya era un extra. Luego empiezas a ganar una carrera, dos... te ficha otro equipo muy bueno, encuentras tu rol y de repente estás luchando por una gran vuelta.
- Pero para ese 'de repente' hay un largo camino recorrido.
- Es trabajo duro.
- ¿Hay más calidad o trabajo en tu caso?
- Hoy en día todos trabajan duro. Creo que es una mezcla de calidad y de astucia. También soy inteligente entrenando.
DEPRISA, DEPRISA
- ¿Da tiempo a disfrutar del ciclismo hoy en día?
- No, ya no. En las carreras van todos muy rápido, sufres bastante más que antes. Cuando ganas disfrutas un montón porque es bastante más difícil lograrlo. Yo lo saboreo porque me gusta mucho este mundo y he nacido en este ciclismo, pero creo que no se disfruta tanto como antes. Hablo a veces con Mikel Landa y me dice lo mismo. Y él cuenta con un gran motor, imagina los que lo tienen más pequeño. Yo lo llevo bien porque como persona soy muy tranquilo, pero habrá ciclistas a quienes les estrese. Seguramente algunos caerán en depresión porque aguantar resulta complicado cuando ves que esto no es como pensaste que sería.
- ¿Entonces de qué se disfruta ahora?
- Yo disfruto entrenando, del proceso desde el primer día. Desde que tengo trece años, lo que más me gusta del ciclismo es el trabajo ese de mejorar.
- ¿Con qué sueña hoy Joao Almeida?
- Con ganar una grande, la que sea. Ya he conquistado carreras importantes de una semana y una vuelta de tres semanas me emocionaría todavía más. Tengo la suerte de poder ser líder en algunas carreras en las que no está Pogacar. Quizá si le pido al equipo ser colíder con él me diesen la oportunidad, pero prefiero ir para ayudarle y si puedo lograr un resultado algún día, hacerlo, pero sin comprometer su victoria.
Tocó el cielo en el Angliru: "Una victoria muy especial"
En su primer Tour de Francia, y ejerciendo como gregario de Tadej Pogacar, acabó cuarto. Un año antes, Joao Almeida había pisado por primera vez el podio de una gran vuelta. Fue en el Giro de Italia, la carrera que tres ediciones atrás le había descubierto y donde vistió durante quince días la maglia rosa. En 2023 acabó tercero -por detrás de Roglic y Thomas- y se llevó el maillot de mejor joven. Esta temporada, la mejor de su carrera deportiva, el portugués la coronó en la Vuelta a España, que cerró con un segundo puesto en la general, sólo superado por Jonas Vingegaard a quien tuvo el honor de batir en la cima del Angliru.

"Es una victoria muy especial en mi palmarés. Me siento orgulloso de lo que hice ese día porque Jonas estuvo a mi rueda durante toda la ascensión. Esperaba que en cualquier momento me atacara, pero no fue así. Me acordaba de la última curva de cuando lo subí dos años atrás. Tenía claro que debía entrar primero en ella para que él no pudiera rebasarme y lo logré. Fue un día inolvidable, me costaba creer que había ganado la etapa. Para mí, el Angliru es la subida más dura del mundo". Tuvo al danés a tiro, pero no pudo arrebatarle el maillot rojo. "Aun así, me siento muy feliz de lo que logré en La Vuelta. Acabar segundo es un gran resultado. Creí hasta el final que podría conseguirlo, pero me faltaron piernas en la Bola del Mundo. Lo intenté todo, así que puedo sentirme satisfecho".



