CICLISTA POR ACCIDENTE. De pequeño apenas tocaba la bici, jugaba más pelota a mano y andaba en moto. Pero tuve una mala caída con ella, me pegué un buen golpe. Se me quedó la moto encima, no podía salir de ahí y lo pasé muy mal. Decidí que no la volvería a coger y me dio por la mountain bike. En Zumaia hacían cursillos de bici y así empecé. Después pasé a la carretera, me fue gustando cada vez más y así hasta ahora, que se ha convertido en parte de mi vida. Cuando me retire me gustaría estar ligado al ciclismo, aunque no todo el tiempo pendiente de él como ahora.
LA LLAMADA PARA SER PROFESIONAL. Me llegó en el Tour del Porvenir 2019. Había estudiado automoción por si acaso, por si esto de la bici no salía bien y aquella llamada del Kern Pharma me hizo mucha ilusión. Esa semana en el Porvenir ya me estaba sintiendo como un ciclista porque esa carrera es prácticamente el Tour de Francia sub-23 y subíamos puertos míticos como la Loze. Dar el salto fue un sueño cumplido.
VESTIR DE NARANJA ES UNA PASADA. Notas que la gente te mira y te anima más sólo por llevar este maillot. Llevaba cinco años en la misma estructura, en Kern Pharma, y veía que ya tenía mi sitio dentro del equipo. No te estancas, pero me sentía cómodo. Te relajas un poco. Sentí que no tenía nada que perder y me hacía ilusión venir aquí, por la marea naranja. Por el simple hecho de llevar este color, aunque vayas muerto te animan igual que si fueses el primero.
MEJORO EN TODOS LOS ASPECTOS. Así me estoy viendo con el paso de los años. En las primeras temporadas en la máxima categoría cada dos por tres tenía días malos. El cuerpo, con los años, los kilómetros y los entrenamientos, mejora en todo. Mi objetivo es ese, la constancia. Evitar pasar malos días, saber correr mejor e intentar aprender de los compañeros. Si te abres a ello, siempre están para ayudarte. Miro para atrás y va pasando el tiempo. En según qué carreras ya me siento un veterano, aunque todavía me queda mucho por aprender.
MIS MEJORES MESES DE CICLISTA han sido los de este inicio de temporada. He sabido llevar las carreras y compruebo que sigo mejorando. Eso para mí es lo
más importante porque el ciclismo ha evolucionado mucho. Con mis vatios de hace cinco años, cuando pasé a profesionales y con lo que hacía cuando di el salto, ahora no me valdría ni para la grupeta. Después llegó el Tour de Eslovenia, que en la primera etapa, a falta de 7-8 kilómetros, sufrí una caída y me rompí la cabeza del radio. Al principio pensé que era un golpe normal, incluso terminé la carrera, pero el dolor no se iba con el paso de los días. Me decían que de tener el brazo roto no podría ni soportar la fuerza del manillar, pero intenté aguantar. Fue insoportable.
LAS MUJERES AGUANTAN AÚN MÁS EL DOLOR. Todos los ciclistas estamos acostumbrados a sufrir. Cuando te caes, tu primera reacción es coger la bici del suelo y montarte sin pensar qué puedes haberte roto. Creo que es por todos los sacrificios que hacemos y tantas ganas de correr que tenemos. No lo piensas, tu cerebro se aísla. Pero luego llegas a casa y el dolor es aún peor. En otros deportes quizá se tira la toalla antes. Pero las mujeres ciclistas soportan todavía mucho más el dolor. Nosotros cedemos antes y ellas se quejan mucho menos.

EL COVID LO HA CAMBIADO TODO. Ahora, desde el kilómetro cero hay mucha tensión. Antes, hasta mitad de las carreras era un poco de transición, algo que ya no existe. No sé si es por el parón por la pandemia, pero se ha dado un salto de calidad general muy grande. Todo el mundo busca y pule cada detalle. Luego también están los puntos UCI, que han complicado todo mucho. Cada equipo va con lo mejor que tiene a todas las carreras, pues te juegas bajar de división.
EL COSTE MENTAL de todo eso puede ser muy grande. Pienso en los chavales que vienen desde juveniles ya ganando y dando su máximo. No creo que puedas aguantar tantos años en la élite cuando has exprimido tu cuerpo desde pequeño. Si eres ganador y te superan, mentalmente te hunde; y para sufrir todo el tiempo, no merece la pena. Yo soy muy tranquilo, pero veo gente fuera de las carreras que se pesa todos los días y además pesa cualquier cosa que come.
SOY ESCALADOR PURO. ¡Soy muy pequeño! Amo las montañas. Recuerdo hace unos años en el Giro del Friuli, una etapa que terminaba en Piancavallo, fue de los mejores días que he tenido como ciclista. Arranqué en el último puerto y me pillaron a un par de kilómetros de la cima. Me dolió. Cuando eres escalador, subir esas montañas es algo muy especial. Recuerdo que en la Route d’Occitanie estuve tres días como mejor joven y ascendí el Tourmalet con ese maillot. Eso se me quedará grabado para siempre. Son lugares con historia, colosos. Aunque subirlos suponga un sufrimiento de una hora, sabes que no estás ahí todos los días.
ENVIDIA SANA DE VINGEGAARD. Todo ciclista diría que envidia las piernas de Pogacar, pero yo miro al danés. Me gusta mucho. Con lo que le pasó el año pasado en la Itzulia fue increíble ver su recuperación y las ganas que le puso para llegar al Tour, aunque no estaba en su mejor forma. Eso es de valorar. Uno que ha estado en el hospital tanto tiempo como fue su caso, y sin saber qué le iba a pasar, fue capaz de volver a subirse a la bici en un par de meses y acabar segundo en el Tour de Francia. Eso es la leche.
LAS BATALLAS ENTRE CONTADOR Y ANDY SCHLECK es lo que más recuerdo de pequeño, cuando empecé a andar en bici. Alberto de amarillo y Andy de blanco. Me fascinaban esos Tours. En aquella época también fui al Vivero, cuando Igor Antón ganó la etapa de La Vuelta en Bilbao. Fue una fiesta tremenda con toda la gente disfrutando y animando a lo loco, como si fuesen sus hijos los ciclistas que pasaban por allí.
[Nota de la Redacción] El pasado 13 de julio, dos semanas después de que esta entrevista fuera publicada en el número de Julio de Ciclismo a Fondo, Jon Agirre firmaba en el Tour of Magnificent Qinghai, en China, su mejor resultado como profesional al finalizar 5º de la clasificación general en esta prueba de categoría UCI 2.Pro. Un resultado que confirma su notable primera temporada con Euskaltel-Euskadi.