Es de ley comenzar el reportaje reseñando que su titular es una joya prestada. Lo publicó el FC Porto para enmarcar una pieza publicada en la revista del club de agosto de 2017. En la foto de apertura figuraba nuestro protagonista: maillot amarillo, brazos abiertos, desplegaba su envergadura para celebrar una majestuosa victoria de etapa en el Alto de Senhora de Graça, santuario del ciclismo luso. Acababa de sentenciar su primera Volta a Portugal. Lo primero que impresiona de Raúl Alarcón (1986, Sax) no es el aura de sencillez y nobleza que descubriremos durante la entrevista, sino la talla. Parece mentira que esos 1,89 metros de altura, con hombros anchos y muslos macizos, sólo marquen 70 kilos en la báscula. "Tengo tests de cuando era juvenil en los que pesaba 82", nos explica sonriendo. "Empecé a cuidar la alimentación muy tarde, en 2013. No era consciente de la importancia del peso, de cuánto podía conseguir desarrollando mi fuerza con menos lastre. Eso sí: apenas dejo de entrenar no puedo hacer nada, recupero kilos muy rápido". Feliz en el W52-Porto. El alicantino posa junto al autobús de su equipo, el único portugués de categoría Profesional. Ver un ciclista de ese tamaño destacar en la montaña desata las especulaciones, a veces divertidas y a veces aviesas. "Son brutales las cuentas que echan en Twitter sobre mi rendimiento", comenta divertido el sajeño sobre los abundantes cálculos de expertos que, tirando de altimetrías, coeficientes y cronometrajes tomados desde la televisión, estiman las prestaciones de los corredores. A Alarcón le atribuyen esfuerzos de 6,5 W/kg durante 21 minutos. "No sabría decir si las cifras son correctas porque no llevo potenciómetro ni pulsómetro en competición -zanja-. Me agobian muchísimo los números en la pantalla y la cinta en el pecho. Prefiero utilizarlos sólo en entrenamientos". Roubaix "Cuando fiché a Raúl Alarcón, era uno de los mejores juveniles de España". Lo explica Joxean Fernández 'Matxin', actual mánager de UAE Team Emirates y responsable deportivo del Saunier Duval donde el alicantino se formó como sub23 y debutó en profesionales. "Un ciclista rápido que iba bien en el plano, que aguantaba el par de los mejores cuesta arriba: subía bien sin ser escalador y esprintaba sin ser sprinter. Le daba igual que la carrera fuera llana o montañosa. Raúl era ambicioso y no se amilanaba en ninguna circunstancia". En 2007, Alarcón recibió la alternativa en el entonces denominado UCI ProTour. "Su evolución natural era convertirse en un ciclista rápido, agresivo, competitivo incluso en la media montaña. Por eso le llevamos a carreras extranjeras que se adaptaban a sus características, su presencia y su punta de velocidad". Como parte de aquel aprendizaje, el Hércules corrió dos veces la París- Roubaix. "Un recuerdo para toda la vida", evoca. "No se pueden describir las sensaciones que tuve, pero sí te aseguro que no me las ha inspirado ninguna otra carrera. Fue espectacular llegar al velódromo y sentir toda la gente volcada, animándonos, aunque hiciera un cuarto de hora del final de la carrera. Nos recibían como auténticos héroes". Con los pies en el suelo. Alarcón no descarta regresar al World Tour en el futuro, pero disfruta con sus objetivos actuales. La primera vez cruzó la meta junto a Servais Knaven; la segunda, con Niki Terpstra; ambos nombres figuran en el palmarés del Infierno del Norte. "Siempre me he quedado con la incógnita de qué hubiera pasado si hubiera disputado más París- Roubaix, de hasta dónde hubiera llegado, porque me sentía cómodo en el pavés". Sin embargo, el sueño de la primera categoría apenas duró dos años. "Dejé de entrar en los planes del equipo", lamenta. "No fue una cuestión deportiva -resta Matxin-. Creíamos en él, pero por un lado tuvo problemas personales que mermaron su rendimiento y por otro tuvimos el affaire de dopaje de Riccò y Piepoli, que conllevó la pérdida del patrocinio de Saunier Duval y nos obligó a reestructurar la plantilla". Pero los caminos del Señor son inescrutables: luego vinieron dos años arrasando en amateur, una victoria en Copa de España tras hacer podio en seis de las pruebas, la migración a Portugal, los dos triunfos en la Grandissima. "Su evolución es sorprendente, pero también factible -analiza su primer valedor-. Su calidad está fuera de toda duda y, aunque en ningún momento fue un escalador puro, hemos visto muchos ejemplos de grandes rodadores que han dado un paso adelante en montaña después de perder peso". Portugal Aunque la perspectiva nos permita fijar la vista en el feliz presente, lo cierto es que el invierno de 2008 fue muy duro para Raúl Alarcón. "Lo pasé muy mal -reconoce-. Tenía esperanzas de continuar en profesionales, creciendo... y me vi de vuelta en amateur. Sentía que no era mi categoría. Tuve la tentación de dejar el ciclismo. Pero, cuando se lo insinuaba a alguien, todos me decían: ¿cómo lo vas a dejar con 22 años?". La misma encrucijada vivió dos años más tarde, cuando rechazó continuar una campaña más en aficionados y apareció Barbot-Efapel para devolverle al pelotón UCI. Y en idéntica tesitura se encontró de nuevo en el invierno de 2014, cuando no llegó a un acuerdo para continuar en Louletano y nadie se animaba a ficharle. "Colgué la bici y me metí a trabajar con mis primos en un taller de mecánica y lavado de coches que tienen en Alicante". Atacante en su tierra. Disputó la última Volta a la Comunitat Valenciana y probó fortuna filtrándose en las escapadas. Por ese entonces le llamó Nuno Ribeiro, excompañero suyo en Efapel, ahora director de W52. "Le dije cuánto cobraba en el taller y que, por menos de eso, no volvería a la bici". Tras varios meses de gestiones, aparecieron los recursos y el contrato se firmó en marzo. "Decidí fichar a Raúl Alarcón porque le veía potencial para hacer algo grande en el ciclismo", nos cuenta el técnico. La identificación entre corredor y equipo es máxima. "Raúl es, por encima de todo, una buena persona", asevera Ribeiro. "Como ciclista es muy fuerte y batallador. Le gusta hacer las carreras duras, lo cual se adapta bien a nuestra forma de entender el ciclismo". Por su parte, Alarcón valora la "confianza" que ha sentido desde el principio en W52. A ella ha respondido con trabajo y resultados. Ayudó a ganar las Voltas a Portugal de 2015 -a Gustavo César Veloso- y 2016 –a Rui Vinhas, "un hermano para mí"-; después anotó en primera persona las de 2017 y 2018. "W52-Porto me ha ofrecido estabilidad no solamente económica sino también emocional. Eso es clave porque el rendimiento de un ciclista depende, en gran parte, de lo psicológico". Tenerife Dentro de la psicología, uno de los procesos más misteriosos y fascinantes es el duelo: la reacción de la persona ante la pérdida, particularmente poderosa en el caso de un ser querido. En vísperas de la temporada 2017 falleció Iván Rocamora, director de Raúl Alarcón en juveniles, "un amigo". Su cumpleaños coincidía ese año con la última etapa de la Vuelta a Asturias. "Mi motivación durante semanas para entrenar como un salvaje fue ganar ese día. Por eso crucé la meta señalando al cielo". No sólo se llevó la etapa: también la general por delante de todo un Nairo Quintana, a quien había resistido el día anterior subiendo el Acebo. El colombiano venía de ganar seis de las nueve vueltas que había disputado antes, cuatro de ellas World Tour; desde entonces, no ha vuelto a sumar ninguna ronda en su palmarés. ¿Y éste quién es? Un asombrado Nairo Quintana no da crédito: Raúl Alarcón aguanta su ritmo durante la subida al Acebo. El asombroso nivel que Alarcón ofreció en Asturias, refrendado con un segundo puesto la semana siguiente en Vuelta a Madrid y con otra victoria en el GP Jornal de Noticias luso en el mismo mes de mayo, disparó los rumores. Unos le situaron en Movistar Team. "Gente de mi confianza habló con el equipo, pero nunca nos sentamos en la mesa, ni hubo oferta, ni nada. Que se publicara en medios me perjudicó". Otros, en el disparadero. Comentarios, hijos del prejuicio, insinuaron que Alarcón elegía su calendario en función de si había control antidopaje o no. "Hay una mezcla de desprecio y desconocimiento que hace pensar que en Portugal no estamos controlados. Y es falso". Alarcón asegura que tiene dos pasaportes biológicos: el propio de las autoridades portuguesas, desde 2011; y el internacional, gestionado por la UCI, desde mediados de 2013. Volvamos a los hechos. Raúl Alarcón ha comenzado la campaña 2019 con una concentración en altura en Tenerife, seguidas de una Volta a la Comunitat Valenciana y una Volta al Algarve al ataque. "Llevo sin competir desde agosto y necesitaba ganar ritmo de competición", cuenta, como disculpándose por su combatividad. En el momento de escribir estas líneas, recogía sus primeros puestos de honor en el calendario luso. En agosto vendrá el gran objetivo del año, la Volta a Portugal. ¿Y en el futuro? "Me queda bastante por hacer en el ciclismo" ¿Un regreso al World Tour? "Si alguien me hiciera una oferta, me lo plantearía. No me obsesiona. Ahora mismo todo se enfoca a ese ciclismo World Tour, a esa primera división, porque es lo que se ve. Pero existe mucho ciclismo que no se ve". Y en él escribe su epopeya el Hércules de Alicante. A por la tercera. El de Sax ya ha subido varias veces al podio en 2019, pero sus miras están puestas en verano en la Volta a Portugal. Ciclismo portugués: el calor La Volta a Portugal es una de las carreras más calientes de la temporada ciclista. No sólo es que se dispute en agosto, en el sur de Europa, bajo un sol de justicia y temperaturas que a menudo superan los 40 grados. También calienta la afición de un país que se vuelca en las carreteras durante esas dos semanas: la televisión pública nacional, RTP, retransmite dos o más horas en directo cada día; el organizador, Lagos Sport, programa conciertos antes y después de la meta para animar al público a congregarse en masa. Y, por si fuera poco, llegaron los equipos de fútbol, cuya actividad está relajada justo cuando el ciclismo está en plena ebullición. Tradicionalmente implicados en el deporte de las dos ruedas, desde la remisión de Benfica en 2008 se habían apartado con la honrosa excepción de Boavista y Louletano, dos clubes de segundo nivel que sin embargo mantienen estructura ciclista desde 1986 y 2009 respectivamente. En 2014, el FC Porto comenzó a coquetear con la posibilidad de entrar en el deporte de las ruedas. El salto se concretó en 2016, cuando el W52 de la União Ciclista de Sobrado, que ahora cuenta con seis victorias consecutivas en la Volta a Portugal, se asoció definitivamente con el principal club de fútbol del país para asumir su nombre y sus colores blanquiazules. Raúl Alarcón, ganador de la Volta a Portugal en 2017 y 2018. Foto: Podium Paralelamente, la histórica estructura Tavira hacía lo propio con el verde y blanco del Sporting de Portugal para formar la escuadra en la cual compiten actualmente el gallego Alejandro Marque y el cántabro Álvaro Trueba. En fechas recientes registraron también una sección ciclista en la categoría Continental el CD Feirense y el UD Oliveirense, de primera y segunda división futbolística respectivamente. W52-Porto ha dado un golpe de efecto en 2019 convirtiéndose en el primer equipo luso que salta a la categoría Profesional, segunda división del ciclismo mundial. "Será bueno para todos que más equipos portugueses logren dar este paso", desea Nuno Ribeiro. Crecer requiere una ampliación de plantilla y calendario y comporta la posibilidad de acceder a pruebas UCI World Tour. "Nosotros queremos participar en una ya este año, pero conseguimos la licencia muy tarde y las invitaciones estaban cerradas en la mayoría de casos", lamenta el máximo responsable de la sección ciclista de los Dragones. Sus inicios: la cuna de Sax La provincia de Alicante es una de las más ciclistas de España. Proliferan los equipos que escogen sus carreteras para realizar concentraciones de pretemporada, y los cicloturistas que las pueblan a diario, y los profesionales que las disfrutan. Sin ir más lejos en Sax, el municipio de 9.700 habitantes del cual remanece nuestro protagonista, prácticamente coincidieron en profesionales cinco corredores. "Estábamos Javier Cherro, Rubén Reig, Francisco Manuel Antón y yo; y encima se sumó Héctor González, que era de Almansa pero se mudó aquí por amor". Sólo continúa en el pelotón UCI Alarcón, que a día de hoy entrena a diario con el prometedor Raúl Rico, espigado sub23 del Mutua Levante residente en la vecina Castalla. "Me recuerda a Rubén Plaza por su planta y su potencia". En Sax hay muchísima tradición de ciclismo, con un velódromo al aire libre que acogió el Campeonato de España de pista en 1982 y actualmente es el lugar donde entrena la escuela del club ciclista del pueblo, que compite en cadetes y juveniles patrocinado por la empresa de materiales de construcción Giménez Ganga. "Procuro asistir a entrenamientos de los nenes -cuenta Alarcón-. No me siento nadie, pero sé que para ellos es un motivo de ilusión estar acompañados por un profesional mientras hacen carreritas y gymkanas". Raúl Alarcón con Fran Reyes durante la entrevista. El ciclista y la renuncia En 2011, Raúl Alarcón se estaba preparando la PAU -Prueba de acceso a la Universidad-. "Estuve estudiando varios meses pero, unos días antes de presentarme, el equipo en el que estaba me llamó para una vuelta. Les pedí que me liberaran, pero ellos me dijeron que fuera profesional y compitiera". Aunque ganó una etapa en aquella carrera, perdió la posibilidad de ir a la Universidad. "Me hubiera gustado ser profesor de Educación Física –explica resignado-. Cuando me retire procuraré retomar los estudios para conseguirlo". Tampoco terminó un módulo de Actividades Físicas en el Medio Natural que estudió en su segundo año como juvenil. Existe una forma de entender el ciclismo, desfasada, que consiente -o exige- al deportista renunciar a desarrollarse en el resto de aspectos que forman a la persona para convertirse en una máquina de pedalear sin más inquietudes ni aspiraciones que cumplir con los designios del equipo de turno. "Yo siempre he hecho lo que me han dicho mis directores -comenta Alarcón-. Si me pedían que tirara, tiraba. Si me pedían escapadas, me escapaba. Me he sacrificado muchísimo por mis compañeros y por el ciclismo. Me siento orgulloso de las cosas que he hecho, pero también te digo que no ha sido fácil cruzarme la Península cada vez que quería competir en Portugal. Eran mil kilómetros cada fin de semana, muchas veces por carreteras nacionales, para llegar, soltar piernas, cenar, dormir, competir... y vuelta". El gran problema es que esos desvelos, en muchas ocasiones, no son correspondidos con un trato humano ni leal por parte de los gestores de los equipos, que regatean y prescinden sin demasiadas contemplaciones de las personas a las que tantas renuncias han pedido o exigido en pos del sueño de ser ciclista, desentendiéndose de un futuro que su tutela ha minado.