UN CASCO Y UNA BICI EN LA PUERTA DE CASA. Así empezó todo. Mi hermano mayor montaba en bicicleta y yo hacía la preparación física con él y su grupo, donde estaba el padre de Fernando Gaviria, Hernando, como entrenador, quien me animaba a probar en ciclismo, pero yo me negaba. Lo veía demasiado duro, no me creía capaz. Un día apareció en casa de la nada con una bici y un casco y me aseguró que me esperaba al día siguiente a las 7 de la mañana para entrenar. Tenía entonces 13 años. LA CONFIANZA DE HERNANDO GAVIRIA. Él me veía potencial y decía que me entrenaría para ganar carreras. Al principio no le creía y mi padre tampoco me auguraba muchas posibilidades. Empecé a acudir a carreras y me iba bien, así que me fui animando. Entré en la selección de Antioquía para los Campeonatos Nacionales de ruta y pista, ganando cuatro medallas de oro. Fui al Panamericano en Aguascalientes (México). Hernando comentó a mis padres que iba a salir de allí campeona. Y fui oro en scratch, así que él estaba superfeliz. Ha sido como un segundo padre para mí, me formó y ayudó mucho. Hoy en día sigue muy pendiente y me escribe para saber cómo estoy. VIAJE A SUIZA. La gran experiencia de mi vida y la mejor escuela. Con 18 años me llegó una invitación a la Federación Colombiana para formar parte de un training camp de 6 meses que la UCI hacía en Aigle. Ellos te dan todo: el material, el alojamiento y las comidas. Lo único no incluido era el billete de avión. Era una gran oportunidad, pero no tenía dinero para pagar el vuelo. Hablé con el entrenador y me dijo que haríamos una rifa o lo que fuese. Estaba en el equipo Coldeportes y ellos, junto a la Federación, me ayudaron a pagarlo. El viaje fue duro porque no sabía dónde iba ni si tendría un sitio para dormir. Volé vía París y cuando aterricé en ese aeropuerto enorme, sin saber idiomas, pensé que no lograría ni llegar. LA RUTINA EN AIGLE. Teníamos unas reglas muy estrictas, con horarios para todo. Dormíamos en una especie de internado, a tres kilómetros del centro de la UCI. Disponíamos de unas bicis de ciudad para ir de un sitio a otro. Entre las 6:30 y 7 de la mañana te levantabas para ir al centro a desayunar y a las 9 en punto se salía a entrenar. Si te pasabas de la hora te dejaban ahí. Entrenábamos, comíamos y por las tardes, gimnasio o a rodar otro poco. La cena era a las 6 de la tarde. ¡A las 9 ya tenía otra vez hambre! También contábamos con un velódromo y se salía a competir de vez en cuando. LES GUSTÉ Y REPETÍ. Al terminar enganché con el Mundial de Bergen y regresé a Colombia. En 2018 me invitaron de nuevo y tendrían más carreras, alguna World Tour, así que volví para luchar por mi gran sueño: fichar por un gran equipo. Ya disputamos pruebas importantes como Morbihan y Plumelec, donde fui cuarta y también corría el equipo Movistar. Fue entonces cuando empecé a hablar con Jorge Sanz. FICHAJE EN INNSBRUCK. Jorge, Eusebio y Sebastián Unzué vinieron al hotel de la selección colombiana en Innsbruck. Ahí cerramos el fichaje. Me sentí muy emocionada porque siempre había querido estar en uno de los mejores equipos del mundo. Y mucho más después, viendo cómo Valverde se convertía en campeón mundial. Un mes después estaba con él en la primera concentración. Aluciné con tenerle cerca y a esos ciclistas a los que sólo había visto por televisión. Todos los esfuerzos y sacrificios, tanto tiempo alejada de mi familia, habían merecido la pena. DE LA CEJA A PAMPLONA. Mi primera temporada con el equipo viví en una residencia de estudiantes en Pamplona. Allí tuve la suerte de coincidir con varios chicos del Lizarte y los primeros meses salí con ellos a entrenar. Así me mostraron rutas y también la ciudad. Ahora resido en Gorraiz junto a Barbara Guarischi y Katrine Aalerud. Me encanta Pamplona; cuenta con variedad de terreno para entrenar y muy poco tráfico. La ciudad tiene un excelente ambiente y mucha gente por la calle. EL GIRO ROSA. Mi mejor carrera. Entré a última hora cuando Mavi García se rompió la clavícula. Fui con temor porque no había competido tantos días seguidos. El equipo me dijo que saliera sin presión y eso me ayudó mucho. Empecé nerviosa por la CRE inicial, que nunca había hecho, pero fui de menos a más, dando lo mejor de mí sin importar el resultado. Me hizo madurar mucho. Cuando me vi peleando por la clasificación de mejor joven, el equipo me animó para luchar por ella. Quedé segunda, pero es como si la hubiera ganado. Si ya he estado con las mejores, ¿por qué no puedo volver a hacerlo? SOY EXPLOSIVA. Me creo apropiada para las carreras duras. Me gustan las clásicas. No sé si evolucionaré a más escaladora, las vueltas también me llaman. En 2020 mi gran objetivo era descubrir las clásicas de las Ardenas y, cuando se retome la temporada, será lo que haré. De ahí, si los directores así lo deciden, al Giro Rosa y al Mundial. MI SUEÑO. Es aportar mucho al equipo y si me dan la oportunidad de disputar una gran carrera, estar delante y luchar por ellas. 2019 fue de tomar experiencia. Esta temporada quiero ver hasta dónde soy capaz de llegar. Me encantaría vestirme de rosa en el Giro.