Foto: Tim de Waele
Sonrisa pura. La trajo desde Suiza. Desde Verbier. Allí ganó el Tour y el viento de la vigésima etapa, la que tenía que desencadenar emociones en la lucha de la general, a cerrojo echado con una semana de antelación, le dio la razón. Alberto Contador liberaba tensiones con el viento del Mont Ventoux. Pero sus palabras no se las llevaron ventiscas. Quedan escritas por decenas de bolígrafos que plasman cada letra. Cada mirada. Cada sonrisa. Muchas ahora. Y eso que no ha corrido un Tour. Ha disputado dos. "He hecho dos carreras, una en bici y otra en el hotel", certificaba. De las dos ha salido victorioso para afirmar que ésta es una victoria "con un sabor especial". Aliñado por la presión de Lance Armstrong, y "muy diferente", mucho, al que conquistó en el 2007. Con todo, asegura que tiene "la conciencia tranquila".
En el ascenso al Ventoux tuvo comunicación con sus piernas. Certera, como acostumbra. "Me han respondido bien". Nada nuevo. "Sabía que tenía que controlar la carrera. Iba vigilando a Lance Armstrong, para ayudarle aguantar en el podium. Después, se ha quedado Frank Schleck y la última parte de la subida ha sido muy buena". Quiso también felicitar a Juanma Garate por su victoria. "Ha ido muy fuerte y quiero darle la enhorabuena. No todo el mundo gana aquí y es un día para la historia", dijo el chico que acabará de correr y ganar en París dos carreras.