<![endif]-->Fotos: Tim de Waele
Italia es así. En medio del caos, todo funciona. Anarquía,
atascos, ciudades sin ley, gritos y descontrol. Y de repente, todo es
maravilloso. Una fiesta, la de los 'alpini', los militares de montaña que
celebran su aniversario con sus gorras y plumas en la cabeza, cerveza griterío para darle colorido a Turín, la
primera capital italiana cuando Giuseppe Garibaldi cedió el sur de la bota al
rey Victor Manuel. Todo por el bien común, el de una Italia unida. Sentido
patrio. De eso va el Giro, de amor y sentimiento por el bello caos de Italia.
Fiesta en 16 de las diecinueve regiones que tocará la 'corsa rosa' de la
reunificación. Y para agrandar el orgullo patrio de la infantería de los
'alpini' Marco Pinotti les regaló una inyección de patriotismo más. El
liderato.
Pinotti, 35 años, doce de ellos profesional, es una especie que brilla por su ausencia entre el pelotón ciclista. Es ingeniero escribe libros. Cuenta sus experiencias, sus consejos para entrenar mejor, para ser mejor corredor. Son manuales más que novelas. No le gusta el reconocimiento a Pinotti, es el anti-divo. Cualquier página que se escribe sobre él le parece excesiva. Exagerada. No le parece normal que se gasten ríos de tinta y espacios en periódicos con su persona. Le viene de ahí su carácter ecologista. Ni un árbol quiere que se tale para malgastarlo en folios blancos. Pinotti es de los que, llegado el avituallamiento come, se refrigera y guarda los papeles en el bolsillo trasero del maillot para no tirarlos al campo por el que pasa. Por eso se hizo ciclista, porque no contamina. Por eso estudió ingeniería, quién sabe si alguna vez ejercerá.
Rodó el HTC sobre los 19 kilómetros de contrarreloj entonados en el compás de la melodía que acompasa a aquél que se sabe favorito y ganador, por puro mérito. Orquestados con Mark Cavendish como director pero con la batuta en la mano de Pinotti. Al menos por un día, el del inicio de la fiesta patria. Para Pinotti. En Parma, meta del primer sprint le tocará a él ganar y vestirse de rosa. Hay días para todos.También para Contador los habrá, llegarán ahora que de verdad el Giro comienza, por fin. "Ya tengo ganas de que esto empiece", dice el madrileño que temía más a este escollo que es la crono por equipos por su peligrosidad, los adoquines del inicio y las curvas escondidas en el libro de ruta pero presentes y cerradas en los últimos seis kilómetros de trazado.
Las diferencias en el fondo son lo de menos con los ocho finales en alto que hay por delante. Ocho segundos le ganó el Liquigas de Nibali, cuatro el Lampre de Scarponi. Los 'tiffosi' ya se frotan las manos. Ven el primer símbolo inequívoco de la debilidad del madrileño que clavó ocho segundos al Movistar, 23 a Menchov y Sastre, más de medio minuto a Joaquim Rodríguez y 45 segundos al Euskaltel, excesivos para Igor Anton que cerró con la escuadra naranja la clasificación de la primera etapa. Ya llegará, también el día del vizcaíno. Tiene para elegir. Hoy le tocaba escribir una página a Pinotti en su manual.
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