Intxausti: "Me daban ganas de tirar la bicicleta por el barranco"

El vizcaíno ha pinchado en el descenso del a Cresta del Gallo cuando había conseguido dar caza a Gerdemann, en cabeza con medio minuto de ventaja

admin

Intxausti: "Me daban ganas de tirar la bicicleta por el barranco"
Intxausti: "Me daban ganas de tirar la bicicleta por el barranco"

No hablaba. Maldecía. Peo por dentro. Apenas hablaba nada más bajarse de la bicicleta Beñat Intxausti, rabia contenida a punto de explotar. La calmada con Aquarius. Pero no lo tragaba. Imposible con la garganta cerrada a cal y canto después de quedarse a las puertas de luchas por el triunfo en Murcia. Se quedó apostado en el balcón de la Cresta/> del Gallo. Hizo lo más difícil, dar caza a Linus Gerdemann cuando el alemán disfrutaba de medio minuto de ventaja tras su escalada al puerto que dinamitó la llegada de la décima etapa. En lo más fácil falló. Lo frágil, el descenso, en las curvas. Patinó primero, aunque pudo sortearlo con pericia extraordinaria en varias ocasiones. "Hoy eras mi día". Lo tenía claro "Hubiéramos llegado seguro". Apuesta que se diluyó con en el agujero que las piedras de la Cresta/> del Gallo perforaron su rueda. "Me daban ganas de tirar la bicicleta por el barranco, la rueda sí que la he mandado unos metros lejos". No quería ni verla.

 

Igual, invisible estaba el coche del Fuji-Servetto. "Iba el último de todos y ha tardado un minuto en llegar", explicaba Intxausti. Eterno. "Veía pasar corredores y yo sin poder moverme". Impotente. Tiempo le dio al joven vizcaino a pensar "en todo". Todo menos bueno. Rabia después de sortear una difícil subida. "La carretera estaba fatal, las curvas eran muy cerradas". Algunas las hizo el ciclista del Fuji-Servetto con los pies fuera del pedal. Incontrolable. Daba igual. Todo por la apuesta. "Podíamos haber llegado", pero con la lección aprendida señalaba que "para ganar se necesitan piernas, pero también suerte", esquiva con él ésta última. "en la Vuelta/>, las oportunidades son contadas y hoy era mi día", volvía a maldecir, pensabas más blasfemias que no articulaba en voz alta, pero también volvía a apostar. "No queda otra que seguir intentándolo".