Vuelta a Turquía. 5º etapa: Greipel ahoga a Ventoso

Tercera victoria para el alemán con Ventoso lejos del top-ten y con molestias en la garganta

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Vuelta a Turquía. 5º etapa: Greipel ahoga a Ventoso
Vuelta a Turquía. 5º etapa: Greipel ahoga a Ventoso

"Me falta un poco y, encima conesto...". Se señala Ventoso a la maldita garganta que no le deja respirar. Por la nariz le cuesta introducir aire en los pulmones y si abre la boca el aire seco se la tapona. El resultado cae como agua fría. Ni siquiera un top-ten para la baza española al sprint en la Vuelta/> a Turquía. Ahogado por la decena de corredores que le ha superado, locura monumental la 'volata' de Fethiye, la meta que redescubría el mar a la Vuelta/> a Turquía después de dos jornadas, las más largas. Más de doscientos kilómetros acumulando desnivel. Sube-bajas por las montañas nevadas. Por carreteras a piedra suelta donde conseguir pedalear se convierte en todo un hito. Tomar aire, disfrutar y gustarse la atmósfera natural y abrupta turca camino del Egeo, una alucinación quimérica. Fantasía más alejada para Ventoso, con el frío en el cuerpo desde que pisó Estambul. "Es que había momentos de la etapa que ni siquiera me salía la voz". Acallado.

 

Y van quedando menos días, se lamenta el veloz cántabro. Visconti, el líder que superó sin problemas la gincana de piedras en el último descenso, los cuenta como positivos. Uno menos para vestirse del azul definitivo que le corone como rey de Turquía. Merecido. Ventoso, en cambio, los cuenta con signo negativo. Un día más que pasa y no gana, que no encuentra espacio para huir de la masa del '

Hulk' Greipel que, claro, hoy también ganó. "Esta muy fuerte, a otro nivel". Lo reconoce Mattia Gavazzi, segundo. El único que le consiguió seguir. No cogió la rueda el decano sprinter del Colnago. Se puso a su altura. Pero ni por esas, posicional y físicamente es un ser superior. Un Dios musculazo. El Hércules de los sprints.

 

De Segovia escapado

Trató de cortarle las piernas, a base de bravura José Antonio de Segovia sobre la nieve y la tosquedad de piedras y mezquitas, mezcladas con las banderas, constante signo de la Vuelta/> a Turquía. Desde el kilómetro dos el valiente corredor del Xacobeo-Galicia se apresuró, en busca de ver el mar Egeo antes que ninguno. Al mismo empeñó se colocaron Remi Pauriol, Sergio Lagana, Aristide Ratti y la joven promesa italiana Adriano Malori. Juntos lograron una renta de cuatro. Sentencia de muerte con noventa kilómetros por delante pero Ventoso contagió al pelotón las molestias en la garganta. Se silenció.

 

Lo aprovechó el sexteto para caminar al tiempo que transformaban las zapatillas troteras por los remos. La bicicleta por el buque que les dejó a las puertas del paraíso natural de Fethiye con el alma colgando de una soga que dictaba un minuto de vida y respiración. Después, el tijeretazo del pelotón presionaría las cuchillas. Cuello cortado. Lo aprovechó Pauriol para distanciarse al momento que el Columbia cogía el remo de la adormilada trainera del pelotón. Primero el Colnago de Gavazzi y después el Skil- Shimano de Van Hummel probaron a arañar segundos a la escapada. Nada. Solo los hombres de la masa monstruosa de Greipel podrían lograrlo, a pesar de lo peligroso del piso. Fue aparecer Bert Grabsch en cabeza y activar la luz de alarma.

 

No le quedaba más a De Segovia que volverse a calzar las zapatillas. Nada de timones. A correr. Lanzó el ataque para atrapar a Pauriol y solo Malori fue capaz de seguirle. Fuerza innata en pareja que pronto fue engullida, Bert Grabsch a la cabeza, por el grupo que enfilaba su mirada hacia Pariol. Tijeretazo.

 

Allí acabó la etapa para todos. Para Visconti, relajado por el paso del día más largo -221 kilómetros/> de etapa- y con tres etapas que miran a las llegadas masivas. Acabó también para Gavazzi, a la par que Greipel para tratar de superarle. Imposibilitado a la vez. Les separa un mundo al italiano del alemán que comienza a partirse por el océano de Renshaw. Volvió a tornarse en lanzadera, sea para quien sea. No mira atrás. Su meta está colocada cien metros antes que para el resto. Allí ganó, como acostumbra. Y desapareció para dejar a Greipel el camino al triunfo, al silenciamiento de Ventoso, decimotercero. "Las piernas al menos están bien", se analiza, "por lo menos me siento con fuerza para entrar a disputar los sprints". Nada más. Ahogado Ventoso entre su garganta, el aire seco y las poderosas piernas de Andre Greipel.

 

 

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