A estas alturas y con todo lo que queda por delante de Vuelta a España -el Xorret del Catí, la crono de Valladolid, el Tourmalet, el Angliru y también el temido Larrau-, ya no hay nadie aquí en la serpiente multicolor que no se haga la misma pregunta: ¿cómo ganar al Jumbo-Visma? A día de hoy parece una empresa harto complicada. El poderío que han exhibido en Javalambre ha metido miedo a todos. Ha sido la exhibición total: victoria de etapa, asestar tiempo a los rivales y, encima, sin coger el maillot rojo con lo que eso conlleva: el desgaste de un equipo que parece no tener límites en lo que al rendimiento físico se refiere.
Una jornada redonda para el equipo perfecto. Lejos quedan aquellas “Jumbadas” de hace no tanto tiempo, las averías mecánicas, la confusión total en los cambios de bici a ambos lados de la carretera que provocaron la mofa de los aficionados en las redes sociales. Este equipo sabe lo que quiere y cómo lo quiere. Tienen un plan y, ya no solo les sale bien, es que lo resuelven “mejor incluso de lo esperado”. Así lo confesó Sepp Kuss nada más cruzar la línea de meta. “La idea era meterme en la fuga para empezar a hacer daño al Soudal-Quick Step porque sabíamos que era una etapa muy difícil de controlar”.
El americano acabó alzando los brazos por simple fuerza y poderío, en una fuga de grandes nombres. Marc Soler, Bardet, Santiago Buitrago, Einer Rubio…pero el de mayor peso era el suyo. “No tengo palabras, estoy muy contento”. Él y todos. Kuss es, de largo el ciclista más querido en el pelotón. Gringo con un castellano estupendo americanizado y sonrisa eterna. El chico que se cayó en el Tour de Francia y, dolorido y lleno de heridas por todo su cuerpo aún dibujaba una mueca feliz en su cara. Ha corrido el Giro, sobrevivió a ese Tour y aún así decidió venir a la Vuelta.
En Javalambre recogió el premio que un ciclista como él merecía y se fundió con el público en la celebración, tal y como hizo en el Acebo en el 2019, chocando las manos con los aficionados presentes. Una delicia de corredor. Fue la primera foto de una jornada tremenda para el Jumbo-Visma. Un ataque de Roglic sirvió para romper en mil pedazos a Remco Evenepoel. Dos cabalgadas más y Vingegaard se fue con él. Y ahí, Enric Mas que aguantaba con solvencia hasta que en la parte final de la subida no pudo seguir el ritmo estratosférico de la pareja sideral.
Ellos están a otro nivel. Todo el Jumbo-Visma en realidad. A Mas le cayeron 24 segundos y a Remco Evenepoel treinta. Primero contó que “no he tenido malas sensaciones, pero sí las piernas pesadas. Cuando ha atacado Roglic así he preferido coger mi ritmo”. Después, a los periodistas belgas les dijo que había comenzado a sentir dolores en la cabeza, fruto de la caída en Arinsal tras su victoria de etapa, que con el paso de los días es cuando se reproducen más las consecuencias de un golpe así.
El caso es que Evenepoel ha cedido, como quería, el maillot rojo pero de lejos el plan no era éste en casa del Soudal-Quick Step, dejando en evidencia las debilidades del belga y con una imagen de poderío y dominio tan grande del Jumbo-Visma, el equipo perfecto.
El mejor parado ha sido Juan Ayuso. Con el ataque de Roglic y la llegada a su rueda de Vingegaard, se diluyó. Cuando Enric Mas llegó hasta ambos, tampoco se vislumbraba su figura. Pero en un puerto tan duro como Javalambre da tiempo a que pasen muchas cosas y el de Jávea se recompuso. “He sabido sufrir. En estos puertos es así, sobre todo una cuestión mental”. Solo cedió siete segundos en la meta con Roglic y Vingegaard. La resistencia frente al todopoderoso equipo perfecto que tanto miedo mete. Que tan invencible parece.
