Anna González, la heroica abanderada de #PorUnaLeyJusta

El Blog de Rafa Simón

Rafa Simón

Anna González, la heroica abanderada de #PorUnaLeyJusta
Anna González, la heroica abanderada de #PorUnaLeyJusta

“Te quiero cariño, luego nos vemos”. Pudo sonar a frase cotidiana, pero las miradas que intercambiaron eran sinceras, enroladas en un beso suave, de los que parece que nunca se acaba el sabor. Siempre lo paladeaban con prisas. En cada inicio de una nueva jornada. Hasta la tarde. Anna le dijo que tuviera cuidado, y que también le quería. Luego Óscar salió de casa. Apresurado. Tras cerrar la puerta, cogió su bici y se fue a trabajar. Anna también se preparó para irse al trabajo, para llevar a sus niños al cole. Antes debía vestirlos, darlos de desayunar. Lo que hacen las madres. Como de costumbre.

Óscar incumplió su promesa. No volvería a abrir esa puerta. Cuando circulaba por la carretera un camión le arrolló. Invadió el arcén y empotró su cuerpo contra la cuneta. Luego, el conductor, con cobardía, se dio a la fuga. De un volantazo rompió una vida. Desguazó una familia. Instantes después, la Guardia Civil contactó con Luis, el hermano de Óscar, que corrió a avisar a Anna. A impedir que ella misma circulara por esa misma carretera. Que se encontrara con el cuerpo de su marido.

Cuando se lo contó, se abrazaron. Fuerte. Anna rompió a llorar. Aquel conductor convirtió una despedida cotidiana en un fatídico final. Ella temblaba. Se giró y llamo a sus hijos, para cogerlos de la mano. Tuvo que mirarlos a los ojos, se vio obligada a hipotecar su inocencia con la noticia. Debía contarles que su padre no iba a volver a darles un beso. Ni a jugar con ellos. Que ahora el mayor debería cuidar del pequeño, como un hombrecito. Para que papá estuviera orgulloso. Los niños asentían. Anna se derrumbó.

Pero la desgracia traía acompañante. Tras la denuncia del caso, la resolución judicial del Juzgado de Instrucción es pronunciada con imperturbable rotundidad. Otra terrible noticia. La causa se archivaría. Se dicta que sólo hay imprudencia temeraria. Tampoco se considera que haya delito de omisión de socorro. Al morir en el acto no se puede socorrer a la víctima.

Anna decide moverse. Con valentía expone su drama a quien la quiera escuchar. Redacta una carta que posteriormente difunde en las redes sociales contando su problema, su terrible injusticia. Pronto se haría viral. Por eso, decide ir más allá. A través de la plataforma “change.org”. El objetivo: Recaudar el mayor número de firmas posible para conseguir que el Gobierno reforme el código penal. Para evitar que ninguna otra muerte en la carretera quede impune.

Su pequeño gran proyecto, la gestación de la campaña #PorUnaLeyJusta se desarrolla en una pequeña cafetería de Torrejón de la Calzada (Madrid). Con ayuda de Ana y Cindia (hermanas de Óscar), Elena Crespo (psicóloga), Beatriz Lorenzo  y Francisco Parrés (abogados), asesoran a Anna en la redacción de un texto que, por simple, abruma con su mensaje: Que toda muerte por accidente de tráfico tenga derecho a un juicio por la vía penal y que el que provoque el accidente y se marche, sea juzgado por omitir el socorro a la víctima, aunque sea declarada muerte en el acto.

Anna se convertirá, sin quererlo, en una abanderada de la seguridad para los ciclistas. Recorrerá España para dar cobertura a la causa. No habrá carrera ciclista donde no se la vea recaudando firmas. También dedicará, cada día, incontables horas contactando por redes sociales a cualquier estamento o persona que pueda apoyar una causa que no es sólo la suya. Que es la de todos los ciclistas. La seguridad en carretera.

Pero, a veces, Anna siente que se hunde. Con la punzada de la humillación disfrazada detrás de una palabra amable que no siempre contiene ayuda, simplemente la publicidad que ella demanda para la Campaña. Incluso, a veces, recibe comentarios cargados de desprecio. De rabia de una sociedad que se pudre en egoísmo. Aunque, de vez en cuando, el bálsamo pueda llegar de rincones inesperados. Un día, en un tren, Anna coincidió con Shaila Durcal. La Cantante escuchó sus ojos, leyó sus lágrimas y no dudó en dar cobertura a su causa. Esa que algunas federaciones de ciclismo, e incluso equipos, le han negado. La hija de Rocío Durcal poco tenía que ver con el entorno ciclista. Pero le atrapó la humanidad de su compañera de viaje. Sólo eso.

Hoy, en día, desde el entorno ciclista, se la considera una abanderada de la causa. Anna, en cambio, no sabe lo que es. Quizás tan sólo sea una madre. Una mujer que perdió a su marido. Obligada a vivir con su pérdida pero afortunada porque sus amigos, su familia, tanto la de Óscar como la propia, tiran de ella. La hacen fuerte. Y porque sus hijos, cuando la ven triste, la abrazan. La dicen que todo está bien. Que son buenos en el cole. Que papá estaría orgulloso de ellos. Y que la van a cuidar. Porque ya son mayores.

Y sólo cuando nadie la ve, cuando se hace vulnerable de nuevo, retrocede a sus recuerdos. A su última caricia con Óscar. A pensar que pudo haberle retenido sólo un momento, para cambiar el destino. Para que ese maldito conductor hubiera pasado antes. Entonces, con timidez, mira a su puerta. Desea con todas sus fuerzas que se abra de nuevo y sea Óscar quien lo haga. Para que retomen el beso que dejaron inacabado. Con sabor a miel. A cariño cotidiano. Nadie se lo debía haber robado nunca. Y menos aquel desaprensivo conductor. El que le obligó a ser fuerte por la fuerza. A batirse por Óscar. Por todos los que no están. Por Una ley Justa. Óscar estaría orgulloso de ella. Es la abanderada de una Ley Justa. La de todos los ciclistas.

www.change.org/nomasmuertesimpunes