“Chicos, me voy a trabajar, ya sabéis que mi oficina es la más grande del mundo, empieza y acaba al cruzar esta puerta". Vilagarcía de Arousa, situada en la provincia de Pontevedra, esculpe su costa a mordiscos, como si se la hubiese arañado al mar. Se exhibe siempre verde, pero se pinta gris. Las primeras gotas de agua parecen querer emborronar la mañana. Sin apenas prestar atención a la ventana, Gustavo avisa de su presencia por los pequeños tamborileos de sus calas al cruzar por el pasillo de madera. Hoy le esperan 5 horas de entrenamiento, presumiblemente bajo la lluvia.
No será la primera vez que vuelva mojado. Siempre ha sido así, desde que era un chaval hasta el pasado mes de enero, cuando le sorprendió la cuarentena. Esta será su temporada número veinte como profesional. Números redondos. Números que esconden fatiga, que ya pintan su frondosa cabellera en pronunciadas canas. Que comienzan a arrugar su frente, curtida por el viento y dibujada en mil y un esfuerzos. Espejo de un hombre que, cada año, convive con el desgaste físico y mental. Acostumbrado a despedirse de sus niños vestido de ciclista. Explicándoles que se va a trabajar a una oficina trazada en asfalto. Decorada en arboleda fresca que escolta carreteras que "Velhote (Viejito en gallego)", como ahora le llaman, conoce como la palma de su mano.
![Gustavo César Veloso: la despedida de "Velhote" (1ª parte)](/uploads/static/ciclismo/upload/images/gallery/5e5e18d80de694a15334941c/5e5e25d80ee6940e433493bf-gustavo-cesar-veloso-la-despedida-de-velhote-1a-parte.jpg "Gustavo César Veloso: la despedida de "Velhote" (1ª parte)")
Hace casi veinte años, en cambio, tan sólo era un chaval que no sabía de qué iba eso de ser profesional. Tras un año en juveniles y dos en amateur pasó a profesionales con el Boavista portugués. En la primera concentración le dieron una bicicleta con platos de 42 y 53 dientes, que era el desarrollo de la época. Las coronas bailaban de los 11 a los 21. Eran los últimos coletazos de un ciclismo de excesos poco estudiados. A cambio, se compensaban los chepazos con grandes compañeros como David Bernabeu, Adrián Palomares o Joaquim Gomes. Hoy todos están retirados. Algunos, incluso, organizan las carreras que le hicieron grande, como Joaquín Gomes, director de la Volta a Portugal.
Fueron años de aprendizaje. De carreras sin presión por hacerlo bien. De noches de hotel donde los más veteranos como Peio Arreitunaundia, Jufré o Soeiro contaban historias a los más jóvenes. Relatos de unión que en ningún momento se interrumpían con miradas mecánicas a sus móviles, en busca de alguna red social.
![Gustavo César Veloso: la despedida de "Velhote" (1ª parte)](/uploads/static/ciclismo/upload/images/gallery/5e5e18d80de694a15334941c/5e5e26630ee6941843349429-gustavo-cesar-veloso-la-despedida-de-velhote-1a-parte.jpg "Gustavo César Veloso: la despedida de "Velhote" (1ª parte)")
Tras el Boavista, Gustavo recaló en el Relax Bodysol, una escuadra que mezclaba jóvenes talentos españoles guiados por Luis Pasamontes, un tipo de los que te enseñaba a entrenar duro, con otros belgas, comandados por Nico Mattan. Con Mattan aprendió a disfrutar del empedrado. Todos ellos han colgado la bicicleta. Ahora son buenos amigos con los que tomar un café. Los que bromean con él al adelantarle con el coche. Como Dani Moreno, al que se encontró en Navacerrada. Dani ahora hace trekking. Gustavo sigue dando pedales.
Un año después, en 2005, se dejó atrapar por el mejor momento de su vida, los dos años en lo que pedaleó para el Kaiku. Un gran grupo humano que superó junto, años después, la muerte de Rufino Murguia. A “Rufo" lo tuvieron como auxiliar. A Óscar Guerrero, como Director deportivo. Óscar le enseñó a creer en sí mismo. Le ayudó a sacar el ciclista que llevaba dentro. Rufino y Óscar se encargaron de que Gustavo nunca les vaya a olvidar.
![Gustavo César Veloso: la despedida de "Velhote" (1ª parte)](/uploads/static/ciclismo/upload/images/gallery/5e5e18d80de694a15334941c/5e5e27e10de6943b553494d4-gustavo-cesar-veloso-la-despedida-de-velhote-1a-parte.jpg "Gustavo César Veloso: la despedida de "Velhote" (1ª parte)")
Pero Kaiku desapareció justo en el momento en el que se gestó un proyecto ciclista pensado para Galicia: el Karpin Galicia. Sirvió para que Gustavo cumpliera su sueño de correr en casa. De disputar las mejores carreras abanderado en un ambiente cercano. Una amistad que aun sigue sellada en cenas donde las anécdotas vuelven a generar bromas y recuerdos con compañeros. Cenas donde el único que se sigue cuidando es él. Ambiente con sabor a nostalgia cada vez que recuerdan aquel entrenamiento que pasó de 180 a 240 kilómetros donde los últimos 40 tuvieron que hacerlo sobre las bicis de contrarreloj. O, cuando Xacobeo se unió al patrocinio, y se vieron “obligados" a realizar el Camino de Santiago en bicicleta de montaña. Parando en Albergues donde las bromas imperaban. Donde un buen bocadillo saciaba el cansancio.
Pero también volvían las miradas a “Eze". En 2010, tras el abandono de Igor Antón por caída, la Vuelta a España era cosa de dos. De Vincenzo Nibali y de Ezequiel Mosquera. Níbali parecía estar diseñado en ambición. A “Eze", en cambio, su humildad le impedía atreverse a poner a trabajar a sus compañeros si no estaba seguro de poder hacerlo bien. “‘Eze’, ¿cómo vas? ¿Tiramos hasta pie de Lagos?, que es llano, total, por 30 kilómetros que tiremos no va a pasar nada", le pidió aquel día Gustavo. Estaban seguros de poder tumbar la escapada y dejarle la etapa a Mosquera. Su líder, en cambio, le dijo que no estaba seguro, que no se sentía “súper". Pero Gustavo insistió. Habló con Álvaro Pino, su Director, tan “cascarrabias" como buen estratega. Aquel día, a pesar de las dudas de Ezequiel, su equipo trabajó a destajo para tumbar la escapada. Pero el trabajo había llegado tarde y Carlos Barredo, último integrante de la fuga, tuvo el margen suficiente para conseguir la victoria por delante del gallego.
En la víspera de la etapa decisiva con final en la Bola del Mundo, última ocasión para asaltar el liderato, ya que el día siguiente la Vuelta finalizaría con el tradicional sprint de Madrid, el equipo se reunió en el hotel. “Vamos a controlar la carrera hasta que "Eze" y Nibali se queden sólos en las rampas finales", pidió Pino. Aquel día Mosquera consiguió la etapa, pero no pudo soltar de su rueda a Nibali. Aun así, en el hotel, durante la cena, a pesar de no haber conseguido el liderato, el ambiente que se respiraba era de felicidad total. Durante el brindis, el tintineo de una cuchara sobre una copa de champán anunció el siliencio. Hicieron hablar a Ezequiel, que entre vítores agradeció todo lo que habían trabajado y que significaba mucho para él. No fue difícil.
En cada cena de Navidad, Gustavo también recibe su merecido reconocimiento. Nadie olvida que, el año anterior, consiguió ganar una de las etapas de la Vuelta a España.
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Pero el destino estaba a punto de desbaratar, de un plumazo, tantos años de esfuerzo. Cuando se lo comunicaron, la segunda posición de Ezequiel o su victoria, iban a quedar relegadas a un segundo plano.