“Macho, como viajas, ¿tienen buena comida allí o qué?", le pregunta Jose Luis. La pregunta de su amigo Cano se baña en burla, pero tampoco se aleja de su realidad. Desde hace años, trabaja en el sector de la hostelería. Y Juanjo lo sabe. Antes de eso, los dos iban para lo mismo, pero les separó una decisión. El mensaje de su amigo le ha hecho elevar la mirada. Las calles de Asahikawa, en el centro de Hokkaido, al noreste de Japón, son un afluente de sabores. Ríos de diferentes olores que bañan una ciudad que se ganó su título con el paso del tiempo. Antes empezó siendo un pueblo. La trayectoria de Juanjo, es parecida. El también comenzó humilde. El y Cano. Juntos pasaron a profesionales con el equipo de su tierra. Sólo ellos saben lo que sufrieron en aquella Volta a Portugal a prueba como stagiaires. Destacar para existir bajo el calor de un país donde, en Agosto, sus carreteras arden casi tanto como el aire que se respira en la “Grandisima".
Tras la Volta, ambos fueron reclutados por el equipo. Pasaron la prueba. La adaptación, no fue difícil. “’Quillo’, en la carretera se sufre, pero fuera de ella hay que saber pasarlo bien", le recordaban sus compañeros. Y se lo siguen recordando. Ramírez Abeja, Rosendo, Sergio Carrasco, Palomares…eran los habituales de las escapadas sin sentido de la Vuelta. Las que había que pelear para tener contento al sponsor. Y lo hacían de buen grado. Pero, en 2012, el ambiente se enrareció. Las nóminas no llegaban. Se pagaban a cuentagotas. Y, aunque con el tiempo Antonio Cabello, Mánager del equipo, no dejó ni un solo euro por deber, el equipo desapareció. Cano, su amigo, no encontró acomodo en ningún equipo. Juanjo, en cambio, resultaba un reclamo muy jugoso en el mundillo del World Tour. Era rápido. Su radiografía de esprinter escaseaba en España.
Por eso, no tuvo dificultad en recalar en el Euskaltel Euskadi el año siguiente. Fue un año intenso. Los puntos, los que te daban presencia en las carreras, eran decisivos por aquel entonces. Y él tenía muchos. Pero, tras participar en su primer Tour de Francia, el destino volvió a empujarle hacia la cuneta. No vio llegar aquel barapalo. El equipo desaparecía ante sus ojos.
Tras la noticia, su teléfono no tardó en sonar. Eusebio Unzue, Mánager del Movistar, quería hacerse con los servicios de aquel andaluz tan efectivo. Le esperaban años de calma. Amparado en un equipo sólido y con objetivos repartidos. Por eso, los resultados llegarían con mucha más regularidad. A cambio, las palabras eran siempre amables. Tanto cuando acertaba, como cuando no. Aunque Juanjo llegó a obsesionarse. Le encantaban las clásicas, sobre todo una. La Milán San Remo. En su primera participación sintió la adrenalina de un sprint en carretera mojada. Los codos de Ben Swift le privaron de la gloria del podio. Delante, Fabian Cancellara maldecía su segundo puesto golpeando su manillar mientras Alexander Kristoff elevaba sus brazos ante los fotógrafos. Sus resultados, se ampliaban cada año, sobre todo en 2015, cuando una rotura de clavícula en el Giro estropeó una temporada que estaba dibujando con varias victorias.
Sin poderlo evitar, sus miras iban asemejándose a muchos de los intereses de uno de los grandes líderes del equipo, Alejandro Valverde. Juanjo sabía que el murciano era el absoluto merecedor de los galones en todas aquellas carreras que él deseaba disputar: Las grandes clásicas. Por eso, habló con el Mánager del equipo: “Eusebio, necesito progresar. Tener yo también mis oportunidades y, obviamente, Alejandro es el más grande, creo que necesito cambiar de aires", reconoció. La decisión, fue valiente. Dejaba un equipo que, sin duda, le hubiese dado muchos años más de contrato. Y, el ambiente, era inmejorable. La alternativa se la ofreció el Lotto Jumbo Holandés. Un equipo mucho más enfocado a sus intereses.
En 2017, su trayectoria cambió de aires, pero, el destino, volvió a serle esquivo. Un bache profundo en su vida personal le superó por completo hasta robarle el descanso. Le obligó a recurrir a medicamentos para poder dormir, lo cual, era contrario a la política interna de su equipo. Al conocer los hechos, su equipo le despidió de inmediato y, arrepentido, Juanjo explicó al mundo del ciclismo su desgracia en una carta abierta tan sentida, que dolía leerla. Detrás de esa carta había un remite para que, aquel que le creyera, pudiera encontrarle.
El ciclismo, en cambio, decidió darle la espalda. En un deporte que rara vez perdona una equivocación, su nombre fue tachado de la lista de cualquier equipo. De un plumazo, su palmarés, ya no valía nada. Sus entrenamientos se ensombrecieron. Aprendió a pedalear sin un objetivo más allá del de no perder la ilusión de que alguien se interesase por él. Pero seguía teniendo buenos lanzadores al sprint de cada dia: Su familia, Jose Joaquín Rojas, con quien compartía residencia en Andorra y, sobre todo, otro gran amigo en el Movistar: Giovanni Visconti.
El italiano movió hilos: “Juanjo non ti preocupare", le dijo un día. Había hablado con el Nippo Vini Fantini. Estaba arreglado. Su continuidad en el pelotón estaba asegurada. El cambio, aunque supusiera dejar el World Tour, no fue ningún problema. Juanjo decidió tomarse cada carrera como una oportunidad. Había visto demasiado cerca el final de su carrera, por lo que, ahora, poder llevar un dorsal era puro agradecimiento.
“¿Entonces qué? ¿Ganamos una etapita o qué? O has ido allí a ponerte `morado´de Sake?", le pregunta Cano. Ramírez Abeja y Palomares tampoco se quedan atrás aportando comentarios. Su grupo de Whatsapp sigue estando activo. Porque, aunque en el Andalucía todos compartieron sufrimiento, aprendieron a quererse. A hacer del buen ambiente la mejor arma. Y, como le recordaron en su debut, fuera de la bici había que saber divertirse. Y Juanjo lo ha conseguido de nuevo.
Antes de volver a su hotel, Juanjo se detiene un momento ante la puerta, cierra los ojos, deja abrir sus pulmones para respirar su propia vida. Se insufla de la suerte que tiene de sentirse bien rodeado. De poder seguir disfrutando del sueño de ser ciclista. El destino dio la vuelta a su carta, leyó su remite y le fue a buscar. Mañana, camino de Shintoku, volverá a tener una nueva oportunidad de levantar los brazos en el Tour de Hokkaido. Y sino, será en Kitami. Cuando el ciclismo es una oportunidad, el sprint es más optimista.