Así soy yo

El Blog de Rafa Simón

Rafa Simón

Así soy yo
Así soy yo

Lo sé, lo sé. ¿Pero éste quién es? ¿A que has pensado eso? Que daño hizo Matías Prats con esa frase, la que soltó a grito pelado una vez pensando que estaba fuera de micro. No me digas que no la conoces. La de los quince puntos no, hombre. Busca en youtube. Pon: “Matías Prats pero ésto qué es”. Y te sale. No ahora. Prefiero que te quedes aquí. De todas maneras es horrible explicar una gracieta, al menos en mi primer párrafo en la Ciclismo a Fondo.

Como debutar en el Madrid con un gol en propia meta. No me hundas en la miseria a las primeras de cambio y ríemela, anda. Perdona que te tutee, por cierto. Entre amantes del ciclismo, es lo suyo. Pero bueno, volviendo a mi (y perdona que me mire un ratillo el ombligo).

Imagino que incluso habrás mirado la foto, la de la derecha y te habrás quedado igual. La he puesto porque me veía bien, sin tirarme flores tampoco, y me he lanzado. Maldito anonimato.

¡Oye, que te he visto! Ni se te ocurra salirte de la página, que ya has entrado. Ya sé que andas con el tiempo justo y que aún no te has mirado el facebook, pero ésto es como lo de la experiencia laboral. Si no te la da alguien por primera vez, al final nunca empiezas, y ya que has hecho el esfuerzo de abrir la página… quédate un rato, anda.

Así me dejas explicarte de dónde vengo. De Algorta, cerca de Bilbao (sin pretensiones, no uso mi procedencia geográfica para alardear, es innato, como si tuviera el atributo desmesurado. Ha tocado así y punto. No es mérito mío. Lo de ser de Bilbao digo, no lo del atributo, que, sea del tamaño que fuere, no viene a cuento). El caso es que acabé yéndome a vivir a Valladolid. No de seguido, entre que salí de Algorta hasta que llegué a Pucela tardé 10 años. No por ir despacio, sino por haber vivido antes en otros lugares. Me enamoré de Bélgica entre medias, por cierto.

El caso es que en Valladolid conocí un grupo de chavales estupendo, los de la UVa, que me sedujeron para retomar la bici (tras mi pasado lamentable como juvenil siglos atrás). Tras las salidas, y sin más pretensiones que reirme un poco con mis amigos de “grupeta”, me  gustaba escribir sobre los entrenamientos con ellos. Sin grandes pretensiones. Pero un día, un correo con mis historietas de un fin de semana cualquiera cayó en manos de Frodo (eso es, “el del Pedal”, a ese sí que le conoces, ¿eh malvado?), que me lo publicó sin avisarme. Bueno, me avisó, pero no me di cuenta. Imagínate que sorpresa abrir su web y ver mi historieta publicada en todo el centro de la página, aderezada debajo con comentarios de gente que no conocía y todo. No me quitó ni una coma. Y me ofreció colaborar con él para seguir contando mis batallitas, lo que se me ocurriera.

A mí me hacía gracia hacerlo, y creo que a mis allegados también, aunque no a todos. A mi madre por ejemplo. Según ella debería estar pensando en asentar la cabeza y no andar haciendo el “juvenil” por las carreteras. Al principio me dio por las marchas cicloturistas, ya sabes, eso de hacerte 180 kilómetros y meterle puertos inhumanos entre medias. Como si fueran a entender el lunes en el trabajo que desplazarte de la silla al despacho del jefe me suponía arrastrar los palos que tenía por piernas por culpa de haber querido llegar a meta en la Quebrantahuesos en menos de siete horas para que el año siguiente te dejen salir desde “un cajoncillo” privilegiado.

Ojo, que un año hasta fui “Máster” y todo. Que sufrimiento, madre mía. Todo el día persiguiendo ruedas y coqueteando con mis límites como ser vivo. Como me parecía que iba a morir por asfixia en cada curva luego valoraba más la vida cuando llegaba a la meta. Así soy yo, complicado y aturdido, que diría el gran Kiko Rivera en su primera toma de contacto como solista.

Luego vino aquel leñazo. Me dejé la pelvis y el omoplato pegado al arcén. Mi padre se lo tomó bien, él también ha sido “globero” al fin y al cabo, y mi madre te dirá que alguna vez le vio llegar a casa con esa sonrisilla lastimera de “no me eches la bronca, que no lo he hecho queriendo, pero llévame al hospital que creo que tengo la mano rota”. De tal palo…ya se sabe. Pero no me quejo. De entre todos los ánimos recibidos tras aquella galleta di con una persona muy especial que aún me aguanta.

El caso es que yo escribía de todo eso en “El pedal de Frodo”, aunque lo que me volvía loco era escribir sobre los “de verdad”. Los profesionales. Pero no sólo para contar sus triunfos. También me hablaban de su lado bonito, del humano. Incluso pude dar un paso más. Carlos Verona me dio la oportunidad de ser su “responsable de prensa”. Luego la lista de corredores se hizo más larga. Y se lo agradezco a cada uno. Porque me dieron la experiencia laboral sin tener ni siquiera el “carnet de periodista”.

Pero Frodo se dio un respiro con la página, fue hace unos meses, y me acogió Alfonso, de la web “Rueda Lenticular”, con el que he seguido conociendo grandes (y futuribles) profesionales. Me roban la vida cada vez que me conceden entrevistas y me cuentan sus vivencias que plasmo en una crónica.

Porque son humanos. Y hablo desde un juvenil hasta un profesional, pasando por un auxiliar. Todos son geniales.

Y santo has tenido que ser tú si aún sigues ahí. Porque estás, ¿verdad? Lo mismo andas todavía buscando al Matias Prats en youtube. ¿Has puesto “pero esto qué es”? Si no, no te sale.

Bueno, que de mi poco más sabrás. Si entras otro día por aquí ya te hablaré de los que me roban la vida. De los “de verdad”. Pero es que me hacía ilusión contarte quien era. Para que pongas letra al de la foto. Y deja de mirarla. Ya sé que salgo con cara de no haber sacado plaza para la “QH”, pero me gustaba. “Así soy yo”, que diría el gran “Paquirrín”.