Daniel Cavia, juventud antigua

La historia de @nanocavia en el ciclismo aún es muy corta. En su primer año de pro, llega al Burgos a la vieja usanza, quemando etapas en amateur.

Fotos: Sprint Cycling Agency

Daniel Cavia, juventud antigua
Daniel Cavia, juventud antigua

Muchos ciclistas son adultos encerrados en el cuerpo de un chico joven. Dani es de esos. Su piel ha sido arada por las magulladuras de quien no teme una caída. Cicatrices hinchadas en codos y rodillas que ya no se irán jamás y que se muestran pintadas sobre una piel que luce morena en cuanto el sol se atreve a pintar el amarillo sobre el verde que la lluvia eligió para Valladolid en primavera.

Es de sonrisa fácil, pero de sospecha certera. Como aquellos tipos llenos de arrugas que hace años araban las tierras bajo el sol y sólo se fiaban de un trato si era sellado con un estrechón de manos.

Su mirada es parda, pero brillante cuando siente la competición cerca. Pronto viajará al norte, a una prueba nueva que le han dicho que terminará al sprint. Irán también varios equipos del World Tour, una nueva ocasión para hacer puntos, que interesa al equipo.

Dani siempre fue paciente, porque es de alma astuta. Está harto de escuchar a muchos chicos que tienen prisa por ser ciclistas profesionales. Él agotó sus años como amateur para conseguir una plaza tan merecida como adaptaba a la velocidad con la que sus piernas decidieron crecer.

El año pasado, cuando corría en el Cortizo, filial del Burgos BH, le llegó por varias vías que le querían subir para el año siguiente. Fiel a su instinto no se fio hasta que no tuvo el contrato que finalmente firmó en septiembre. Pudo haberlo hecho en julio, como corredor a prueba en verano, pero prefirió que otro compañero gozase de ese privilegio, agradecido por el apoyo que le mostraron a él durante el año. Además, el suyo lo rubricó con un añadido de confianza. Sería de tres años, algo inusual en el equipo. Le explicaron que querían ir con calma con él, porque confiaban en su progresión.

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En sólo unos meses, ser ciclista profesional le ha hecho pasar por todos los estados anímicos. La euforia del debut tornó en dudas cuando, en enero, la Challenge de Mallorca le abrigó en penuria, sufriendo para mantenerse en un pelotón donde muchos corredores del World Tour charlaban distendidamente.

En febrero descubrió que en su equipo los galones iban por días. En O Gran Camiño, Eric Fagúndez, cuyo objetivo era disputar la Clasificación general le sacó del embotellamiento para ubicarle juntos a los llegadores en la primera etapa. Dani no defraudó. Recuerda una lucha encarnizada con Jordi Warlop por la cuarta plaza. No le intimidaron los galones del belga del Soudal.

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Dani ha conseguido muchos más puestos de honor, muchos más de los que un ciclista pudiera conseguir en su primer año como profesional. Y, sin embargo, en su equipo siguen sin saber qué se le puede dar mejor.

Lo cierto es que ya puede contar que ha estado cerca de la victoria, también en Asia, y que terminó la Tro Bro Leon a pesar de encontrarse mal porque aquella carrera le apasionaba. Aquel día llegó el último, pero, fiel a su carácter, sólo se bajó de la bicicleta al cruzar la línea de meta, totalmente cubierto de barro, salvo el orgullo.

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El ciclismo profesional le ha permitido ir a su instituto y contarlo delante de otros chicos que le escuchaban enmudecidos. Y nadie es más feliz que un alumno que siente la mirada aprobadora de alguno de sus profesores, sobre todo el de educación física a quien tanto admiró.

Y, en casa, sus padres rebosan satisfacción. Bien saben los esfuerzos que han hecho todos. La vida de un ciclista está llena de ingratitud. De golpes y viajes. De kilómetros con la bicicleta en la baca. De resultados que no llegaron. De la incertidumbre del paso del tiempo para un chico que nunca quiso acelerar las cosas. Dani mira de reojo la Vuelta a España. Aun no le han dicho ni que no, ni que sí. Es paciente, de alma vieja. Lo que tenga que ser, será.