“…Y tú venga a mirarme raro, te acuerdas?", añade entre risas. Pero Jesús lo único que obtiene por respuesta de su compañero de habitación es un una respiración profunda. Pausada. Ángel duerme ya profundamente. Siempre igual. En cuanto se acuesta, a Ángel le valen tres minutos para quedarse dormido.
Jesús se ve obligado a ahorrarse la historia. Aquella en la que, en la pasada Vuelta a España, le pidieron que, camino de Guadalajara, cobijase a Ángel del viento, ya que iba a ser una etapa marcada por los abanicos. “Ángel, el viento sopla del lado izquierdo, así que en cuanto veamos una montaña de ese lado avanzamos posiciones, ¿de acuerdo? Que no tenemos que gastar fuerzas", le repetía. Pero Ángel no le hacía caso. Avanzaba posiciones cuando no tocaba. “Pero Jesús, ¿tú que etapa te has mirado hoy?, ¡que hoy no hay puntos de la montaña!", acabó respondiendo con cierto enfado Ángel tras la enésima aseveración de su compañero. Por “montaña", Ángel entendía los pasos montañosos. Era su única obsesión, mucha más aun teniendo en cuenta que él llevaba el maillot que le acreditaba como líder de esa clasificación.
Jesús tuvo que terminar su historieta en la soledad de una sonrisa. Pero ya está acostumbrado. En esa misma Vuelta a España, Ángel Madrazo ganó una de las etapas, la que terminaba en Javalambre. La alegría que sintió por la victoria de su amigo le excitó tanto que ni siquiera el cansancio le permitió conciliar el sueño aquella noche. En cambio, Madrazo, a pesar del trajín del podio, de las entrevistas de un dia inolvidable se limitó a roncar a su lado breves instantes después de acostarse.
En Aquella Vuelta, gracias a la victoria de Ángel, su equipo, el Burgos BH, consiguió despertar la curiosidad de los aficionados que se agolpaban alrededor de los autobuses de los equipos en las salidas de cada etapa. Jesús, cada vez que se detenía para satisfacer el requerimiento de algún niño, notaba como, cada foto, daba sentido a muchos otros días en las que el ciclismo no fue fácil para él. Meses atrás, en la Vuelta a Aragón, la atención del equipo estaba puesta en él. Es cierto que, en Canfranc, la mayor punta de velocidad de Jonathan Hivert le privó del triunfo de etapa, pero se vistió de líder. Afrontaba la última etapa con muchas garantías de llevarse el podio final. Pero, en los compases finales de la carrera, cuando la tensión se apoderó del pelotón, un bandazo hizo que un corredor golpeara su manillar, haciéndole perder el equilibrio. Cayó al suelo de costado. Cuando quiso levantarse, aún aturdido, tuvo que tomar aire. Algo iba mal. Uno de sus brazos no le permitía alcanzar el manillar. Como si, de repente, tuviera uno más corto que el otro. El primero que se acercó a él para que retomara el pedaleo fue su inseparable compañero. “¡Levántate que yo te meto en el pelotón aunque me deje la vida!", vociferó Ángel. Pero Jesús no podía continuar. “Es la clavícula, estoy sentenciado", acertó a pronunciar.
Sintió ganas de llorar, lo mismo que cuando, de pequeño, vió a Joseba Beloki, uno de sus ídolos, caer al suelo camino de Gap, el día que tenía contra las cuerdas al Lance Armstrong, en aquel disputado Tour de 2003.
En aquella cuneta, ante la deseperación de sus Directores, asumió que el ciclismo nunca había sido fácil para él. Ya desde joven, tuvo que emigrar a Luxemburgo para recalar como neoprofesional en el Leopard. Allí creció paralelo al desarrollo de Bob Jungels. A Jesús le impresionaba la tranquilidad de aquel chico. El mimo con el que le trataban. Pero, sobre todo, la clase que se le vaticinaba. Sin embargo, ante el anuncio de que el equipo no continuaría, se vio obligado a continuar su carrera en el Active Jet. El equipo polaco iba a ascender de categoría, hasta ser Profesional Continental. En Polonia, Jesús solidificó un carácter abierto. Multicultural. Pero, a cambio, tropezó con las malas formas de un equipo que le prometió la continuidad para luego negársela con excusas fabricadas desde la desconsideración.
La vida le ofreció como nuevo destino Portugal. Jesús tenía dudas, pero la decisión de aceptar fichar por el Sporting de Portugal fue una de las mejores de su carrera deportiva. Vidal Fitas, Mánager del equipo, supo sacar fuera sus frustraciones y convertirlas en ganas de seguir siendo ciclista. El resultado se transformó en una victoria en la Volta a Portugal. En el cariño de los fans del equipo y en la familia que dejó allí cuando el Burgos le ofreció, por fin, tener una oportunidad en un equipo español. Por eso, aunque el ciclismo le ha dado golpes, aunque le haya hecho caer al suelo, Jesús siempre ha sabido seguir hacia delante. Consiguió sentir el placer de terminar una grande en 2018, al cruzar la última línea de meta en la Castellana. Sin embargo, cruzar esa misma línea de meta el año pasado fue aun más especial.
Fue diferente porque, el año pasado, Diego Rubio le dijo que, si quería pedir en matrimonio a Soraya, debía hacerlo en plena etapa, antes de llegar al circuito de la Castellana. En plena disputa de etapa, cuando el pelotón rodaba tranquilo, con todo el equipo de testigo, ante todas las cámaras de televisión, Soraya, tan abrumada como entregada, le dijo que sí.
Además, en aquella Vuelta, consiguió cruzar la línea de meta a pesar de los problemas físicos que arrastró, porque se hizo fuerte a las adversidades. Y, porque, su amigo Ángel, ese que de nuevo ronca a su lado impidiéndole terminar de rememorar la anécdota que vivió con él en la pasada Vuelta a España ganó una de las etapas, haciendo grande al equipo, dando significado a su trabajo como ciclista. A su alma de luchador.