Merhawi Kudus, el Eritreo que triunfará en Europa

El Blog de Rafa Simón

Merhawi Kudus, el Eritreo que triunfará en Europa
Merhawi Kudus, el Eritreo que triunfará en Europa

“No ha llegado el visado, lo siento Merhawi", recibió por respuesta. El de Yorkshire era un Mundial que no le dejaría destacar. Previsiblemente, bajo la lluvia y el mal tiempo, sus cualidades pasarían desapercibidas. Aunque, más que por la propia temperatura, lo que dolía realmente era depender de la frialdad de un sello. Un maldito visado. A pesar de la mala noticia no eliminó la sonrisa de su rosto. La que le da el calor diario. Porque le abandera.

Merhawi Kudus, el Eritreo que triunfará en Europa

Su vida lleva años dependiendo de un trámite burocrático. De un sello estampado sobre su pasaporte eritreo. El primero, hace años, fue bonito, pero difícil de digerir. La UCI tocó la puerta d ela casa de Kudus, su padre. Le pidió que Merhawi, el mayor de cinco hermanos, dejara la casa familiar para probar suerte como ciclista a través de su Centro Mundial de Alto Rendimiento. Con 19 años, jamás había estado más de tres días fuera de Asmara, la capital de Eritrea. Allí, bajo un modesto sueldo de obrero que alimentaba demasiadas bocas, su padre apenas podía apoyarle en su formación.

En Asmara, hacer ciclismo es fácil. El calor está presente todo el año y la orografía, parece estar hecha para las dos ruedas. Incluso existe un puerto de 60 kilómetros que une la capital con Massawa. Y todos los domingos hay una carrera local. El país cuenta con tres divisiones, y, si uno progresa, puede fácilmente subir de escalón. El problema, suele ser que, tras llegar al último, no hay ninguna otra puerta que se pueda abrir. Pero, la UCI lo eligió a él y, ni Kudus ni Nighsti, su madre, pudieron negarse. “Hijo, no llores, ellos te darán una oportunidad que nosotros no podemos ofrecerte, aprovecha el tiempo y no te preocupes por nosotros, estaremos bien", sellaron en su despedida.

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En Aigle,la sede de la UCI en Suiza, Merhawi encontró frío, carreteras encharcadas en tráfico y pruebas muy exigentes en pelotones de 200 corredores. En cambio, Alejandro, uno de los Directores deportivos contratados por la UCI, vio en él un chico que, aunque inexperto, sabía lo que quería. Él y su equipo tuvieron que pulir sus imprecisiones. Como en aquella Vuelta a León, en la que, cuando disputaba la general con Jordi Simón, en plena última etapa, esprintó en un repecho pensando que era la meta final, aun quedando otra vuelta. Levantó las manos orgulloso. Cuando fue consciente de su equivocación, el stress se apoderó de él, llegando incluso a caerse y perder contacto con el grupo, retomándolo sólo a falta de cinco kilómetros. Alejandro le tranquilizó. Los resultados llegarían, aunque meses después.

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Su talento comenzó a adquirir notoriedad y, tras un breve paso por el Bretagne Seché francés como stagiaire, llegó aquel Tour del Porvenir que descubrió a los hermanos Yates. Su gran resultado en la Clasificación General le sirvió para volver a sentir la llamada de África, fichando por el Dimension Data. Se estableció en Luca (Italia) y, desde allí, viajaba a las carreras.

El equipo africano le seleccionó, en su primer año, para correr la Vuelta a España. La decisión estaba clara. La otorgaban los hechos. Meses antes, había conseguido aferrarse a la rueda de Alejandro Valverde en la Route du Midi, en plena ascensión a Val Louron. Estaba preparado. Con tan sólo 20 años, sólo fijo su vista en un objetivo: Llegar a Madrid. Pero no fue fácil. La primera semana, una dura caída masiva le dejó maltrecho. Pero contaba con unas manos amigas, las de su auxiliar Javier Souviron, un español enamorado de África. Con él, tras cada sesión, el andaluz no sólo trataba sus piernas de jilguero, también recuperaba sutilmente su ánimo, parcheando su nostalgia. Recordando con él a su familia, ayudándole a superar la ausencia de todo lo que había dejado allí. "El orgullo que sienten hará que te recuerden cerca", le recordaba cada día.

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En 2015, el salto fue aún mayor. Aprendió a relacionarse con la presión. El Dimension Data había sido invitado, por primera vez, a correr el Tour de Francia. La concurrencia por hacerse un hueco entre los nueve corredores que, en cierto modo, representarían a África, fue muy dura. Pero, Manel Lacambra, uno de los directores del equipo por aquel entonces estaba convencido. “Merhawi va a ser el corredor africano que más cerca esté de disputar la general de un Tour de Francia", vaticinó. Aquel año, en aquel Tour, Merhawi asimiló que, en la grand Boucle, todo se magnifica. Una escapada. O una victoria de etapa, la de su compañero Stephen Cummings. Su logro fue aclamado por todo el Continente africano, y él, había contribuido con su trabajo a la victoria de su compañero. Tras llegar a París, su proeza fue honrada con título de héroe en su país. Incluso, Isaías Afewerki, el Presidente eritreo, le recibió con honores. Aquel día de puro sol y confeti, cuando saludó desde el balcón presidencial, Kudus y Nighsti lloraban de emoción entre el gentío. Separarse de su hijo había valido la pena.

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Pero todo ciclo acaba llegando a un final y, tras cinco años en el equipo africano, el potente Astana de Alexandre Vinokourov llamó a sus puertas. Merhawi necesitaba progresar y el equipo kazajo parecía ser la mejor alternativa. Merhawi tenía claro que debía subiendo escalones. En 2019 correría con ellos. En la primera concentración con el equipo, Vinokourov se acercó a él. Le estrechó la mano y, clavando sus ojos infinitamente claros en su oscura mirada, le explicó su futuro. Debía creer en él. Con Dimension Data había conocido carreras. Pero con Astana, de aquí a unos años, debía disputarlas. Ser agresivo.

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El consejo del Mánager kazajo lo materializó en una gran victoria. Una muy especial, que zanjaba algo que empezó hace mucho tiempo. En 2012, cuando corría con su Selección nacional, consiguió ganar una etapa en el Tour de Ruanda pero, al día siguiente, los Comisarios le hicieron parar en plena etapa. Dudaban de que fuera mayor de edad. De que tuviera los 18 años que efectivamente reflejaba su pasaporte. De nuevo, un sello, una decisión burocrática, parecía interponerse en su camino. Pero finalmente le dejaron seguir. Aunque, totalmente desestabilizado, no pudo disputar la General. Siete años después, volvió con un equipo potente. Totalmente diseñado para que Merhawi volara sobre la carretera. Para que, de nuevo, conquistara otra etapa y alimentase su ambición con un maillot de líder final, sellando así uno de sus dos mejores días de su vida sobre una bicicleta.

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El otro, fue ver a sus padres orgullosos. Saber que, aunque tuvo que abandonar la familia muy joven, aunque no pudo dedicarse al cuidado de sus hermanos cuando su padre estaba en la obra, auqnue no estuvo presente para apoyar a su madre al cuidado de la casa familiar, había conquistado su sueño de ser ciclista profesional. A pesar de los malditos visados. Siempre pendiente de no saltarse el protocolo de regresar a su país cuando el último sello caducaba. Siempre conviviendo con el riesgo de que, quien le condecoró como héroe de París pudiera considerarle un desertor y privarle de lo más sagrado: Regresar a su país a ver a su familia. Aun a riesgo de que, por que un maldito sello no llegara a tiempo, no haya podido disputar con su país un Campeonato del mundo. Ese sello, frío y burocrático, nunca eliminó su sonrisa, cálida y cercana. La que el ciclismo le regaló.

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