Rubén Fernández: el “Escayolas” del Euskaltel-Euskadi

Promesa del ciclismo español, ganador del Tour del Porvenir´2013, tras pasar por Caja Rural y Movistar el murciano corre desde esta temporada en el Euskaltel-Euskadi. Su sueño: ser campeón de España

Rafa Simón. Fotos: Photo Gomez Sport

Rubén Fernández. Foto: Photo Gomez Sport
Rubén Fernández. Foto: Photo Gomez Sport

Murcia regala mañanas templadas casi todo el año pero, en verano, el calor atrapa casi desde que amanece. Allí es normal buscar un rinconcito en la costa, donde el Mar Menor ofrezca una brisa que atenúe la sensación de ahogo.

Por eso, Rubén ha madrugado. Relajado, con el primer sorbito de agua, antes de enlazar con la primera carretera comarcal, no puede evitar ver a unos niños jugando a la pelota. A él nunca le llenó dar patadas a un balón. Prefería escaparse con la bici que le regaló su padre. Entre calles, curveando un pedaleando desacompasado. Con una mano en el manillar y en la otra el bocadillo de la merienda. Imaginando ser el Campeón de España, en vez de irse con sus amigos al parque. Pero la mejor noticia de su vida se la dieron disputando un partido de fútbol.

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Rubén Fernández durante el pasado Campeonato de España en Jaén, en el que acabó 5º.

Fue durante unas jornada de convivencia en Alsasua junto a sus compañeros del Caja Rural Amateur al terminar la temporada, a finales de 2012. Nada más finalizar el partido, cuando se disponía a efectuar el camino de vuelta a casa, Jaime Carlos Gutiérrez Garzón, antiguo Director del equipo amateur le agarró del brazo. “´Escayolas´, vente para acá un momento”, le dijo. Lo de “Escayolas” se lo puso Manuel López, Director del antiguo Contempolis-Murcia, heredado de su hermano, que también corrió de joven y como consecuencia de la profesión de su padre, que era escayolista. Jaime Carlos fue directo al grano. “Te vamos a subir al primer equipo el año que viene. ¿Pero ni se te ocurra decir, nada,eh? Al menos hasta que salga la noticia en los medios”, le pidió.

Pasar a profesionales fue regalarle su sueño desde pequeño. Pero su primer año fue un carrusel de emociones. En junio, en la Route du Sud, se fracturó la clavícula. Tras recuperarse, en Agosto acudió a la Volta a Portugal a recuperar ritmo, pero se pasó las etapas luchando por entrar en el vagón de los sprinters. Aun así, tras ser seleccionado, acudió semanas después de nuevo a Francia para disputar el Tour del Porvenir. La idea era disfrutar de la experiencia pero, con el paso de las etapas, sentía que sus piernas iban a más. En la cuarta etapa, que finalizaba en alto, decidió jugar sus cartas. Atacó a sus rivales, desconocidas futuras estrellas del ciclismo mundial como Patrick Konrad, Davide Formolo o Adam Yates y se lanzó en solitario por las duras rampas de Saint François Longchamp. Días después, con ayuda de todos sus compañeros, Rubén se imponía en la general final.

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El premio llegó a través de una llamada de teléfono. “En Movistar sabes que es una obligación contar con los mejores talentos de nuestro país, y tú eres uno de ellos”, escuchó a través de la calmada voz de Eusebio Unzúe, Mánager del equipo navarro.

Rubén respetó el contrato que tenía firmado con Caja Rural pero, en 2015, formaría parte del Movistar. Dejaba atrás un equipo de amigos, de jóvenes como él que soñaban con hacer algo grande en el ciclismo para ser parte de un engranaje destinado a que Nairo Quintana o Alejandro Valverde hicieran historia con el equipo. A Rubén le gustaba mucho acercarse a los grandes capitanes del equipo. Pablo Lastras, Jose Joaquín Rojas o Imanol Erviti siempre tenía un consejo para darle. Y desde el coche, Jose Luis Arrieta era siempre muy claro para que pudiera desempeñar su papel a la perfección. Pero el mayor regalo se lo dio Nairo Quintana.

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En la Vuelta de 2016 su labor estaba destinada a escoltar tanto a Alejandro como al colombiano pero, en la tercera etapa, camino del Mirador del Ézaro, Quintana le hizo un gesto para que arrancase en los últimos kilómetros. Rubén no se lo pensó. Apretó los dientes en busca de Alexandre Geniez que iba escapado pero, a pesar de no alcanzarlo, no pudo evitar alzar un brazo en la línea de meta. La buena posición conseguida en la crono inaugural le otorgaba el maillot de líder provisional de la Vuelta. Aquel día, el brindis del equipo en el hotel fue para él. Pero, el mayor regalo, fue formar parte de aquel equipo que trabajó para que Nairo Quintana consiguiera aquella Vuelta a España frente al casi imbatible Chris Froome.

En Movistar, Rubén sentía que crecía como ciclista, pero se reclamaba cada vez más, desoyendo aquellas voces pausadas que le pedían tranquilidad. Porque a veces, el peor enemigo lo puede generar uno mismo a través de auto-exigencias difíciles de construir y Rubén, a veces, parecía no querer escuchar a su cuerpo.

Decidió que necesitaba un cambio de aires. Volver a recordar a aquel adolescente que quería ser ciclista. Para honrar al niño que paseaba por Murcia con la bicicleta imaginando que era el Campeón de España. La solución la encontró en la Fundación Euskadi. Jorge Azanza, uno de los Directores del equipo vasco, buscaba un corredor experimentado. Que supiese orientar a los corredores más jóvenes. Que les enseñara a colocarse en el pelotón. Pero le necesitaba con la ilusión con la que llegó a Caja Rural.

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Por eso, hace unas semanas, en Jaén, sus compañeros, todos esos chicos jóvenes a los que estaba ayudando a mejorar, trataron de que cumpliera su sueño de niño. De que, como ahora, pasando junto aquellos niños que corren tras un balón, pudiera cumplir su sueño de ser Campeón de España. Sólo pudo ser quinto. Pero ahora, sin haber llegado aún a la treintena, Rubén se conoce bien. Sabe cuales son sus capacidades. Y que sueños son realizables. Y este lo es. Por estas. Como que se llama Rubén, el “Escayolas” del Euskaltel-Euskadi.